Sin descartar la importancia de lo que pueda resultar de las sigilosas negociaciones que Washington promueve desde hace dos semanas con Caracas y algunos países de la OEA, como Santo Domingo, buscando una salida “aceptable para todos”, la realidad es que la oposición logró, en menos de dos meses de batallas callejeras en más o menos el 12% del territorio urbano, dejar al país al borde de la guerra civil. Y de eso no se vuelve sin altos costos humanos y políticos.
El primer costo lo pagará la libertad ciudadana y la imagen internacional del país, que deberá soportar la militarización de sus ciudades para evitar el saboteo armado a las votaciones por los diputados a la Constituyente. El gobierno se vio obligado a militarizar los centros de sufragio y sus alrededores hasta cinco cuadras de perímetro.
Todo lo demás dependerá de los resultados. Pero la decisión opositora, por paradójica que parezca, no depende de lo bien o mal que le vaya al chavismo en este acto democrático. Tanto si asistiera mucha gente a votar, como si pocos apoyaran la Constituyente promovida por el gobierno de Nicolás Maduro, la decisión opositora, dentro y fuera del país, ya está tomada, y es impedir que esta Asamblea Constituyente basada en las clases sociales pobres se convierta en el medio pacífico para transitar a alguna forma de Estado poscapitalista. Los costos serán altísimos y los pagarán los de abajo.
Estados Unidos y la oposición lograron casi todo este año, menos dos cosas, y de éstas depende el destino político inmediato de la Venezuela bolivariana. La primera, no ganó generales ni mandos militares medios para su proyecto, tampoco logró vaciar socialmente al chavismo al punto de dejar al gobierno en el vacío.
Ese extraño empate “a favor” del gobierno es el que aprovecha el equipo de Nicolás Maduro para promover una Asamblea Constituyente basada en los movimientos, que complete lo dejado a medias desde 1999, sobre todo desde abril del año 2002, cuando las masas se pusieron en movimiento y cambiaron casi todo, incluida la cabeza ideológica de Hugo Chávez.
Como era previsible porque no existen procesos absolutos, entre los constituyentes comunales, laborales y socialistas genuinos, se colaron decenas de indeseables, arribistas y corruptos del PSUV, como continuidad del pasado que pesa. Habrá que ver cuánto determinarán el carácter de lo que surja como nuevo Estado y sistema político, para valorar la importancia histórica de lo que surja de esta particular e inédita Asamblea Constituyente.
*Periodista venezolano. Autor de la biografía ¿Quién inventó a Chávez?