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Ahí va Néstor

Los Kirchner conocen a fondo la cantidad de problemas que pueden evitar un buen garante y una garantía sólida.

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Los Kirchner conocen a fondo la cantidad de problemas que pueden evitar un buen garante y una garantía sólida.
Al fin y al cabo, y más allá de la política, el negocio inmobiliario les ha permitido edificarse un buen pasar y darle, de paso, una ocupación digna a Máximo, su primogénito, quien se encarga de administrar el más de medio centenar de propiedades que atesora la familia en Río Gallegos, El Calafate y Buenos Aires.
¿Cuántas veces habrán tenido que pedir un Veraz de alguien interesado en alquilarles una casa o un local, para aventar dudas acerca de su solvencia?
¿Cuántas veces habrán sopesado el valor de las propiedades de amigos o perientes que sus candidatos a inquilinos les presentaban como garantías?
¿Habrán llegado alguna vez al extremo de exigirle a uno de esos garantes lo que algún inquilino no pudo o no quiso pagar a término? Es posible, pero ahora no viene al caso.
La cuestión es que se han invertido los papeles. Y, obedeciendo por primera vez –al menos en la vida pública– un mandato formal de su esposa, Néstor K aceptó exponerse él mismo como garante, con su trayectoria presidencial y su pellejo como reaseguro de la hasta anoche demorada entrega de tres rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Se trata de una garantía doble.
Por un lado, el ex presidente argentino le salió de garante al amigo venezolano Hugo Chávez, justo en el momento en que ambos están quedando muy mal parados por las intrigas del Valijagate. Tanto el Pingüino como el bolivariano andaban necesitando con suma urgencia darle utilidad a su “alianza estratégica”, por encima de los beneficios mutuos que esa unión viene significándoles para afianzar sus estrategias de permanencia en el poder. Un sentido épico, romántico y humanitario difícil de encontrar en la compraventa de bonos, en la extraña chavización de SanCor y aún más en los 800 mil dólares clandestinos del Gordo Antonini Wilson.
Pero Kirchner también les salió de garante a las polémicas FARC, una guerrilla antigua que ya ni Cuba apoya. Junto al cineasta Oliver Stone y a otros políticos de segunda o tercera línea, el sentido de la presencia de Don Néstor en la selva colombiana fue evitar, poniendo el cuerpo, que alguna “patrulla descontrolada” del ejército oficial colombiano irrumpiera a los tiros para frustrar una jugada que puede profundizar todavía más las buenas relaciones entre el gobierno venezolano y las tropas del anciano jefe de las FARC, conocido como Tirofijo.
En ese sentido, resultó revelador el análisis de Alberto Fernández sobre el sentido de esta misión. Si bien aclaró que “acá nadie está convalidando a las FARC”, se refirió a esa fuerza como “un dato de la realidad colombiana”. Fue mucho más duro con los Estados Unidos, donde se sustancia judicialmente el Valijagate: “Entendimos que la actitud de EE.UU. en el caso Antonini Wilson era una reacción al Banco del Sur, a la relación con Venezuela y al fuerte compromiso de Cristina en trabajar para la liberación de Ingrid Betancourt”, dijo el jefe de Gabinete.
Lo cierto es que, al colocar ambos problemas en la misma bolsa, las promesas cristinistas de “civilizar” a la Gestión K quedaron atrapadas en un movimiento de pinzas que ubica a la Casa Rosada cada día más lejos de Washington y más cerca de Caracas.
A lo largo del Operativo Emmanuel, a Kirchner se lo vio algo incómodo. El marido de nuestra Presidenta no está nada acostumbrado a actuar sin información alguna, situación que de algún modo definió su agotador periplo entre Buenos Aires, Caracas, Santo Domingo de Táchira y Villavicencio. Se movió casi bajo las órdenes de Chávez, cuyo canciller le iba aportando la información de los próximos pasos a seguir con cuentagotas.
De camisa desabotonada y una llamativamente disminuida locuacidad, el papel secundario del ex presidente contrastó con la vehemencia, la audacia y el look verde olivo de Chávez.
Habrá que reconocerle audacia y astucia al venezolano, un caudillo de evidente formación militar que no escatima riesgos, sobre todo a la hora de remontar los traspiés diplomáticos que supo protagonizar durante las últimas semanas, de traje oscuro.
Es como si hubiera dos Chávez. El de boina colorada construye poder político desde la confrontación y el discurso encendido. El de corbata es un elefante en un bazar. En su propio bazar.
Lo concreto es que –analizando mapas, disponiendo viajes y contraviajes a la frontera con Colombia o a la selva– en estos días Chávez apareció como el jefe y Kirchner como un gran “amigo de”. Al cierre de esta edición, la poco sutil distancia entre quedar desdibujado y poder aspirar a un Premio Nobel de la Paz compartido con el resto de la comitiva de garantes, sólo dependía de que las FARC entregaran “las coordenadas” del lugar selvático donde debería concretarse la entrega de los rehenes.
Cristina, mientras tanto, cumplía sus primeras 24 horas de vacaciones con sus hijos, en la residencia de El Calafate. Su mayor deseo: tener un gran motivo para el brindis del 31.