Macri puede reaccionar de dos formas frente al resultado electoral. Sentirse confirmado tanto en el rumbo económico como en la manera de recorrerlo o, como le sería más útil, interpretar que ganó a pesar de la economía. Y que nuevamente Duran Barba tuvo razón y con la polarización se podía ganar sin la economía. Después de un 2016 con 40% de inflación y caída del consumo nadie podría justificar que la economía le haya sumado votos a Cambiemos. Ni que quienes votaron por Macri en primera vuelta de 2015 pudieran haber tenido expectativas peores sobre cómo sería el estado de la economía en 2017. Los sostiene solo la esperanza de que en 2018 se concreten las expectativas que tenían para el segundo semestre del año anterior o este año.
Es probable que las expectativas que se tenían en 2015 sobre la economía de Macri fueran exageradas y haya habido mucho de deseo entre quienes por entonces pensaron que Macri podría repetir la evolución de Menem quien dos años después de ser elegido ya había revertido una crisis económica mucho mayor que la que heredó Macri. Pero tenía su razonabilidad cuando se comparan ambas situaciones.
El último año completo de Alfonsín el producto bruto había caído 4%, el año que Alfonsín traspasó el mandato el producto bruto cayó aún más: el 7%, mientras que el primer año completo de Menem (1990) la caída fue de 1% y para el año siguiente, el de las elecciones legislativas, el producto bruto había crecido más del 10% y en el mes de abril ya se había lanzado el plan de Convertibilidad.
Por mayor que haya sido la herencia negativa que hubiera dejado el kirchnerismo fue sensiblemente menor que la crisis del final de Alfonsín. Aquel país de 1989 con dos hiperinflaciones sí era una Argenzuela y, por el contrario, decir que la Argentina de Scioli hubiera sido igual que la Venezuela de Maduro es una manipulación.
Esos argumentos vienen sirviendo para que Duran Barba construya sus recetas electorales ganadoras, pero para gobernar bien se precisan otras las aptitudes. Es probable que las alianzas hoy sean “pianta votos” como dice Duran Barba pero para crecer de verdad hace falta consenso para poder aprobar las reformas tributarias y laborales necesarias para encender la economía a otro ritmo. Para no conformarse con este crecimiento de 3% del producto bruto en 2017 sobre un 2016 de cida que más se parece al “rebote del gato muerto” porque nos devuelve a una economía del tamaño de la de 2015 y compensa lo mismo que redujo en 2016.
Pero para eso Macri tiene que aprender a compartir el poder y ser magnánimo en el triunfo, la única forma de hacer una construcción institucional. Para crecer significativamente se precisará un gobierno de unidad nacional, el diseño de un plan nacional de desarrollo económico y social más la reorganización total del estado en todos sus niveles. Eso no lo puede hacer solo Cambiemos.
La polarización y la grieta puedo haber servido para ganar la elección pero puede ser una droga que genere acostumbramiento primero y dependencia después si se las sigue usando para compensar las falta de resultados económicos que justifiquen los resultados electorales. En el triunfo es cuando más hay que sumar.