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¡Ahora, sí!

Es el nuevo mantra oficialista, que busca salir de la inercia y pasar a lo propositivo.

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Entrenando, Alberto Fernández. | Pablo Temes

Se hace referencia a una vieja publicidad de los 80 de dentífrico para infantes que rezaba “ahora sí nos lavamos los dientes”? No, es el nuevo mantra de la campaña del oficialismo que nos están contando gentilmente los medios de comunicación en estos días. Se trata de dar vuelta la inercia de ir a la defensiva, para pasar a lo propositivo. Pero claro, la opinión pública tiene una inercia que resultará difícil revertir en el lapso de las cinco semanas que restan hasta la elección general.

Desde la fatídica noche del 12 de septiembre, al Gobierno le quedaban nueve semanas por delante para enmendar la probable derrota definitiva. Ya pasaron cuatro, casi un mes. ¿Qué hizo en ese lapso? Reaccionó un poco a los golpes en la primera semana obligado por Cristina, hizo unos cambios parciales, trató de imprimirle una nueva tónica revitalizadora de la mano de “Superman-zur” y buscó acallar conflictos internos para unificar filas.

Obviamente del dicho al hecho hay un largo trecho. Cuando no hay unidad de mando las cosas siempre se complican. Como rezaba Napoleón: “es mejor una mal general que dos buenos”. Dado que los cambios de Gabinete no modificaron la esencia del problema político, se vuelve poco probable que el avión pueda recuperar altitud. Mucho más cuando la tormenta económica es permanente y compleja. Acabamos de enterarnos que la economía en agosto contra julio, bajó en dos rubros sensibles para la estructura productiva argentina: industria y construcción. Es decir que el mes previo a votar en las PASO la inercia estadística tampoco ayudaba al oficialismo.

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El Gobierno no necesita grandes logros de corto plazo: necesita cambiar las expectativas. Ya consumió el 45% del tiempo entre ambos comicios para lograr el cometido, pero por ahora no lo logró. Era de esperar. Lograr torcer el humor social en nueve semanas es como hacer girar el rumbo de un trasatlántico en 180 grados. Por empezar lleva mucho tiempo y pericia, además de rezar para que en el devenir no lo alcance un maremoto.

La primera semana fue de conflicto intenso. La segunda de múltiples anuncios para dar la señal de “tomamos nota”, buscando empatizar con el segmento desahuciado. La tercera ya se entró más en la rutina. La cuarta tuvo que hacer anuncios de más cepo por la escasez de dólares que se suman a otras propuestas de mayor regulación sobre la economía (nacionalización de la banca, advertencia a los supermercados, control sobre la exportación de maíz). Las nuevas medidas sobre liberación de la exportación de carne siguen esperando que aparezca el decreto. Mientras en público Máximo le hace advertencias al FMI.

¿Alberto quiere se moderado, pero no lo dejan? Por algo logró que siguieran Guzmán y Kulfas. Pero la dinámica del Frente de Todos solo parece dejarle dos opciones: subordinación y valor o conflicto permanente. Más allá de que el Presidente esté intentando cambiar un poco su rol (el “toma notas” en contacto directo, menos superpuesto con el jefe de Gabinete), en la práctica está logrando pocas modificaciones rentables. Sigue jugando al equilibrista entre la moderación y la radicalización. No puede, sabe o no quiere definirse. Como al final es su gestión la que está en evaluación, la oscilación no le hace mucho aporte al desafío electoral del 14 de noviembre, y terminará por generar sucesivos fastidios de la vicepresidenta. Entre eso y preanunciar una nueva crisis política en el oficialismo, hay solo un paso.

La carencia del oficialismo en despertar nuevas expectativas incrementa la ansiedad de la principal oposición para “ir por todo”. Si no, parece poco explicable plantear desde tan temprano la posibilidad de que alguien de Juntos se quede con la presidencia de la Cámara de Diputados, contrariando la tradición no escrita. Como se dice popularmente, es como querer comerse la cena en el desayuno. Para una sociedad irritada con la política, que el ganador de las PASO se plantee cuestiones de poder suena desintonizado con la realidad. Ojo que hay varios roedores a la espera de errores de los dos grandes para hacer su negocio electoral: Randazzo y Espert se frotan las manos.

Al final del camino, lo que está sucediendo era esperable. ¿Cuántas grandes iniciativas tenía el Gobierno para dar vuelta la taba? No muchas, que además está consumiendo en pocos días. Falta poco para que se le venza el plazo de poder hacer anuncios e inauguraciones. Luego será todo pura campaña. Alberto, Manzur y compañía necesitan algo más que anuncios. Estos son necesarios, pero no suficientes para que parezca que tomaron nota de la derrota.

En ese marco, esta semana que termina volvieron a aparecer los rumores sobre futuros cambios en el Gabinete el post 14 de noviembre. Pero hay más planes que realidades, lo que dispara conflictos invisibles. Por ejemplo, los opositores señalan la tibieza con que Massa se tomó la concreción de la sesión en la Cámara que preside. ¿Algún ajuste de cuentas con Máximo que quedó solo para defender la parada? ¿Una mera descoordinación entre ambos? ¿Algún plan que no comparten?

Luego de ganar las PASO de 2019 de forma abrumadora, Alberto se fue a dar clase a un máster en Madrid de la prestigiosa Universidad Camilo José Cela. Ahí dijo que “el secreto de ganar una campaña es acertar con la política”. ¿Recordará esa frase? ¿Le retumbará en su cabeza? Tenía tanta razón que ahora se le ha convertido en un búmeran.

Volviendo al eslógan que pone título a esta nota, no le vendrían mal unos signos de interrogación que reemplacen a los de exclamación, quizá para ser más realistas: ¿ahora sí?

 

*Consultor político. Ex presidente de AsACoP.