Un Presidente devaluado luego de la derrota en las PASO solo tenía a su mano poner parches en el gabinete y firmar un armisticio coyuntural con la vicepresidenta. Hizo lo que pudo con lo que tenía a mano, porque ¿quién con algún peso propio querría poner el cuerpo en el medio de este vendaval? El resultado fue una paz precaria hasta el 14 de noviembre. Luego será otra historia.
Al irse el vocero Biondi, correrse Cafiero y quedarse los funcionarios que aparentemente “funcionan”, da la impresión cuantitativa de que Ella ganó la pulseada. Sí, en principio. Uno puede cambiar muchas cosas, pero si no cambia la política económica y productiva en este contexto, lo demás es un poco secundario.
Por eso la foto completa la vamos a tener cuando veamos qué hacen los nuevos integrantes y qué cambiarán los que se quedaron. Si CFK se sigue quejando de la “actitud fiscalista” de Guzmán, la paz firmada será más precaria que nunca.
Un cambio de gabinete para ser efectivo debe resolver siempre dos cosas:
1) Los reacomodamientos internos.
2) Generar expectativas positivas hacia la opinión pública.
En este caso cumple parcialmente con lo primero, y seguro pasará inadvertido para la sociedad, que solo se quedará con la imagen de batifondo dentro del gobierno porque se perdió por mucho la elección del domingo 12.
Más allá de los embates de Cristina sobre Alberto, lo cierto es que dentro del oficialismo la mayoría compartía que muchos personajes en el gabinete no aportaban gran cosa, no tenían peso específico propio y además tampoco le ponían el pecho a las balas. La famosa consigna de Aníbal –otro Fernández más– “pidan la pelota, loco; ayuden al Presidente” tenía mucho sentido. Hasta acá fue un equipo sin garra.
Ese equipo sin garra es la derivación natural de un presidente con un liderazgo desdibujado, que sobre estima su capacidad comunicativa, que escucha poco y delega menos. Por lo tanto, ahora se las deberá ver con un Manzur caudillo, un Wado reforzado y un Aníbal con agenda propia, para empezar. La pregunta es ¿sabrá el DT poner esas individualidades al servicio del conjunto? ¿o cada uno irá para lucirse en la jugada personal? Al tener menos poder ahora que hace una semana atrás, la gestión puede lucir a) más robusta políticamente, o b) más fragmentada. Dependerá de la muñeca de Alberto. Pronóstico reservado.
Un detalle que no debe pasar inadvertido, es que Alberto no solo arrastraba problemas con Cristina, sino también con sus socios eventuales más cercanos dentro del Frente de Todos: los gobernadores y la CGT, entre otros. Estos poderosos actores no se estaban sintiendo “bien pagados” por el primer mandatario, y eso se notó en las negociaciones de esta semana.
No es un líder que haya logrado llevar agua para su molino. Peor aún: dicho socios potenciales hasta coinciden ampliamente con las críticas que hacía en la intimidad la propia vicepresidenta. La pregunta del millón es quién ganó. La respuesta es sencilla: nadie. Lo peor que podía pasar, acaba de suceder: rebelión en la granja, sin medir el impacto en el electorado. Las pistas del humor social ya se hicieron sentir el domingo pasado. Las sociedades no tienden a votar caos, sino orden. Por lo tanto, todo esto generó mucho costo sin que queden claros los beneficios. Si ya era difícil imaginarse cómo revertir las malas nuevas de las primarias, estos cambios son “sobre llovido, mojado”.
Cristina –que “no come vidrio”– al presionar tanto ¿habrá dado por perdida la elección legislativa del 14 de noviembre y se concentra en la perdurabilidad del proyecto político? Es probable. Al final, Ella es especialista en perder elecciones legislativas y luego salirse con la suya. n
*Consultor político. Ex presidente de AsACoP.