Paciente, voluntarioso, tiempista… Las curvas en la lancha se toman a baja velocidad, si das un volantazo te la ponés de sombrero; eso aprendió Scioli. Que las carreras se ganan sin prisa pero sin pausa, sólo hay que avanzar. Y a veces esperar, la espera tiene premio. Scioli es hoy el candidato con mayor probabilidad de ser presidente.
Trabajador incansable, pocos le pueden seguir el ritmo, 24 horas por 30 días y a teléfono abierto. Busca únicamente resultados, y si el funcionario no cumple, no lo sanciona, le genera un vacío y no hay otra que partir. Scioli no es estadista ni intelectual. Es práctico, lo que no sabe lo pregunta, y a más de uno. No hace citas, y usa palabras sencillas en sus discursos, que tienen como máximo dos carillas. Tampoco impone distancia ni represalias ante las diferencias. Caso Mariotto: ¿cómo transformó a un enemigo en un seguidor fiel? Desde la Legislatura, el vice lo ametralló con pedidos de informes, y Scioli, perseverante, respondió dejándolo sin ningún argumento. En el caso de los aguinaldos de 2012 en pago desdoblado, la plata de la Nación no llegaba, pero él con mano firme se sostuvo y encontró una solución en un impuesto plus.
A Scioli le falta un brazo, el derecho, pero tiene a Alberto Pérez. Politólogo, compañero inseparable y confidente, ha marcado con su sello la carrera de Daniel. Pérez conduce el gabinete, cuya arma más potente es un discurso que no pide permiso. Zannini no es Cobos, definió. Enfrentó a Mirtha, le dijo clarito: “El macrismo, incluido el radicalismo, es conservador de un país en desuso; corren temerosos detrás de los bonistas, nosotros respondemos a los salteños, a los de La Matanza, somos representantes de la Argentina profunda”. Y no dudó en sacarle dos botones a la camisa de José Ottavis cuando tuvo que defender a los sciolistas en las listas.
Después viene el anillo de influyentes que rodea al candidato. Pepe Scioli, su hermano menor, el rebelde, hoy candidato a senador provincial y responsable de la Fundación para el Desarrollo Argentino, fue secuestrado a los 15 años por 25 días (¿Montoneros? ¿Erp?). El gobernador, en una decisión conjunta con el gobierno nacional, eximió de impuesto a los detenidos e hijos de detenidos o desaparecidos, entre quienes estaban los secuestradores de su hermano, víctima del terrorismo. A Scioli no lo condiciona la historia personal ni le tiembla la mano cuando el poder está en juego. Lo sigue Gustavo Marangoni, que comió tierra el día que Cristina lo apartó de su candidatura en Capital. Pero Scioli le enseñó que el objetivo era otro y el premio mayor. Que la desesperación no es buena consejera, ni tampoco ayuda el rencor. Rafa Perelmiter, el contador que lleva sus números hace treinta años, es su cerebro económico. Scioli confía ciegamente en él y nadie en su entorno se anima a cuestionarlo. Es un fiscalista obsesivo, sostiene que el gasto público debe crecer al ritmo de los ingresos. Defensor de la construcción como palanca de crecimiento, hoy se dedica a escuchar a todos pero define con su almohada. No le gusta hablar en público, se maneja entre sombras. Cerca de Daniel, Gustavo Ferrari, su asesor de tantos años.
Después están los otros. Allí hacen cola para asesorarlo Cornide, O’Donnell, Corach… los equipos técnicos. En internacional, Rafael Follonier, y en desarrollo territorial, Juan Carlos Mazzón, dos operadores premium.Educación, Filmus; Salud, González García; Justicia, Ferrari y Casal; Economía, Silvia Batakis, seria; según muchos, la ministra de Economía, rodeada de Bein, Arbia y Blejer. La agencia Saravaglio aportó la Onda Naranja y Telerman su impronta cultural. Pero nadie goza de exclusividad en la campaña ni en Provincia. En gabinete, pesa la ministra Alvarez Rodríguez y su ministro de Producción, Christian Breitenstein. Los gobernadores son clave: Sapag, futuro ministro de Energía; Urtubey, armador territorial; Gioja, futuro presidente de la Cámara de Diputados, y Paco Pérez, su aliado mendocino.
Scioli siempre quiere poner el cuerpo. En la tragedia de Once, quería auxiliar y estar presente, pero el gobierno nacional se lo impidió. Custodiándolo siempre, su mujer desde hace 25 años, Karina Rabolini, le da el brillo y el carisma que le faltan, y colabora en lo social. Pepe lo define: “Scioli es como Mandela, ¡va a unir a todos los argentinos!”. Primero, el candidato deberá unir al peronismo, que es una bolsa de gatos.
*Socióloga y periodista.