La primera diferencia entre Daniel Passarella y José María Aguilar en el gobierno de River Plate fue clara, contundente, rápida…
Colo Colo hizo una oferta clara por Gonzalo Ludueña. El director del fútbol amateur entró al despacho presidencial blandiendo una hoja de papel con un texto convencional sobre un ofrecimiento de dinero por el pase de un jugador. Passarella leyó la cifra: “160 mil dólares estadounidenses”. Levantó la vista, miró a su interlocutor, le pidió el papel y se lo rompió en la cara. Abrió un cajón y sacó un fax que le había llegado hacía unas horas. El texto era similar, pero había una diferencia significativa en la cifra. El número que tenía el papel que el presidente extrajo de su escritorio decía “600 mil dólares estadounidenses por todo concepto”. Esto incluía todo, hasta el porcentaje del jugador. El dirigente que llevó la oferta apócrifa ya no está en el club. El nuevo director de Fútbol Amateur es Eduardo Raduffetti, un amigo de Ramón Díaz que conoce mucho el club. Esto era práctica común en River. Ya no lo es, parece…
Alguno podrá decir “escoba nueva barre bien”, y tendrá razón. Passarella ganó las elecciones el 5 de diciembre de 2009 y asumió cuatro días más tarde. Lleva apenas poco más de un par de meses sentado en uno de los sillones más codiciados cuando se habla de poder en la Argentina. Pero además de la anécdota del comienzo, hay otras cosas que empezaron a tomar otra forma.
Por ejemplo, en tiempos de Aguilar, la barra manejaba dos focos económicos vinculados a River y que debían ser de River. Uno era el estacionamiento debajo del puente Angel Labruna. El otro negocio –podríamos llamarlo negociado a esta altura– eran las renovaciones del carnet de socio. En el gobierno anterior, este trámite costaba 200 pesos y esa plata iba a la barra. Ahora esto se cortó y la renovación es gratis. Y otro aspecto que diferencia a esta conducción de la anterior es el tema de las entradas de protocolo. Antes, el número de favor llegaba a 7 mil, una verdadera locura teniendo en cuenta que River debió pedir plata prestada para pagar el operativo policial de un partido con Vélez y tuvo que dar pases de jugadores a cualquier particular que pusiera un poco de dinero para poder subsistir. Passarella pretendió cortar con todas, y sólo tuvo que ceder en parte porque el dirigente Bravo le explicó que los sponsors tienen convenios con el club por entradas. Sin embargo, la entrega gratuita se redujo drásticamente. Una prueba de ello es que en los enfrentamientos contra Banfield y Rosario Central hubo menos gente en las plateas San Martín y Belgrano que en partidos del año pasado, pero la recaudación fue mayor. Esto significa que los que se sentaron ahí pagaron; y esa plata, la de las plateas, le queda a River y no se reparte.
Los temas del fútbol profesional quedaron condicionados por aquella declaración inicial de Passarella: “River no traerá jugadores falopa”. Hasta ahora puede decirse que no trajo jugadores falopa. Juan Manuel Díaz viene de ser campeón de América con Estudiantes y es un jugador de sólo 23 años. River tiene el 87 por ciento del pase. El otro 13 lo tiene el empresario que hizo el pase, que fue quien pagó la parte impositiva de la operación. Rodrigo Rojas es un pibe de 22 años, volante, nacido en Fernando de la Mora, Paraguay. Lo acercó un grupo empresario llamado Full Play (integrado, entre otros, por gente conocida de Passarella, como Hugo Jinkis y Ricardo Cosentino), que posee el ochenta por ciento de la ficha. El resto, es –en partes iguales– de Alfredo Mendoza, ex jugador de Newell’s y Mandiyú, representante del jugador, y del club Olimpia. En este caso, Rojas está a préstamo por 18 meses y su opción de compra es de 1.500.000. O sea, tiene una opción –condición sine qua non de la nueva CD para incorporar un futbolista a préstamo– perfectamente pagable, llegado el caso. Por su parte, Alexis Ferrero, que dejó atrás 56 partidos jugados en Colón, llegó cuando River pagó 160 mil dólares de un resarcimiento al club sabalero y destrabó un engorroso conflicto que el defensor tenía con los santafesinos.
Lo que puede ser llamado “apuesta”, pero que tiene que rendir en tiempos perentorios, es la incorporación del delantero Gustavo Canales. Vino de Chile, lo pretendió Racing y se lo llevó River, al adquirir el setenta por ciento del pase en 1.033.000 dólares. No da la sensación de que los jugadores nuevos sean “falopa”.
Mundo interior. El de Ariel Ortega es un tema terminado, por lo menos para el presidente. Cuando el jugador faltó y fue excluido por Astrada del equipo que jugó contra Rosario Central el 7 de febrero, se pensó en una sanción provisoria. Como Passarella hace todo de manera personal, fue él mismo quien se reunió con el Burrito y le habló con una claridad brutal: “Si vos hacés un tratamiento para recuperarte, yo te banco, te renuevo el contrato aunque estés internado y te retirás en River. Si no lo hacés, te vas en junio, cuando termina este arreglo que tenés con el club. Pero no vas a jugar hasta que te pongas bien de verdad”. Astrada es afín con este pensamiento. El gran problema es que Ortega no escucha, no hace el tratamiento y cree que está para jugar. Quienes siguieron sus últimas actuaciones saben que su vida personal está pasándole por arriba a su talento extraordinario.
Así revisadas, las cosas parecen estar mejor, por lo menos en cuanto al orden institucional. River quedó devastado tras el peor gobierno del club del que se tenga memoria y Passarella está juntando los pedazos. Dijo que necesitaba al menos dos años. Tiene la ventaja de haberlo dicho cuando aún estaba en campaña.
La gente le creyó y lo votó. Algunas cosas cambiaron. Faltan muchas otras.
Ojalá que todas estas señales indiquen el camino del retorno al lugar que nunca debió haber dejado…