COLUMNISTAS
Sistemas dominantes

Algunos hombres malos

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Rusia y China. Vladimir Putin y Xi Jinping, hombres que se han hecho con el poder. | cedoc

Hace unos meses la periodista estadounidense Anne Applebaum sentenció en su artículo para The Atlantic (15/11/2021): “Los malos están ganando”. Con esta idea describió cómo un significativo número de hombres poderosos se han hecho con el poder. La mayoría de sus ejemplos son extremos y se refieren a sistemas que difícilmente podrían considerarse democráticos, ya que las elecciones no son libres, carecen de pluralismo y se han violentado los derechos humanos. Su relato es duro. Esa realidad afecta hoy a países como Rusia o China, pero no refleja la situación actual de la democracia en el mundo.

A diferencia de lo que sostiene ese sugerente artículo, los sistemas democráticos se han convertido en la forma de organización dominante. Mientras en 2008 había noventa democracias, en 2018 eran 97 (62% de los países). El 57% de la población mundial vive hoy en democracia mientras que en 1975 solo lo hacía el 36% (IDEA International, 2019). Nos encontramos en la etapa de mayor proliferación de la democracia en la historia moderna. Esto no es una cuestión menor, ya que costó muchísimo convertirla en el “único juego posible en la ciudad”, como sentenció el politólogo español Juan Linz.

A pesar de esos avances, la democracia no ha conseguido inocular prácticas autocráticas. En algunos países se accede de manera competitiva a los cargos, pero el modo de ejercer el poder no refleja principios democráticos. Se simula respetar las reglas, pero en la práctica ocurren cosas raras. Algunos hombres poderosos, después de haber ganado las elecciones de manera limpia, manipulan las reglas, imponen su voz, desacreditan a quienes no piensan como ellos y cooptan a las instituciones. Es más, han conseguido imponer el relato de que son los únicos que saben hacer las cosas –a costa de cercenar derechos– y, al mismo tiempo, han logrado que sectores importantes de la población los apoyen con su voto o, simplemente, con su silencio.

Una vez en el poder puede que continúen haciendo elecciones, pero que solo compita un candidato/a o que un partido cuente con condiciones de “cancha inclinada”; que el gobierno manipule las reglas de juego; que no haya división de poderes o que se persiga a las instituciones autónomas; que los medios no sean independientes o que las/los electores no se sientan libres de elegir a quienes realmente les dé la gana. Puede, incluso, que la conversación pública esté cruzada por un sinfín de noticias falsas y engaños que ponen a la oposición a la defensiva y alimenten la desconfianza institucional. No podemos decir que estos líderes sean como los hombres malos que describe Applebaum, pero se parecen cada vez más. La diferencia es sutil, pero aún hay diferencias.

A pesar de estos retrocesos, la democracia continúa resistiendo. Si bien estamos ante una nueva ofensiva autoritaria y hay cada vez más agoreros, crisis tan desafiantes como la de la actual pandemia han evidenciado la capacidad de resiliencia de las democracias procedimentales. Es decir, su “habilidad de evitar una regresión sustancial en la calidad de las instituciones y prácticas democráticas”, como han definido Vanessa Boesse y sus colegas en 2021. Esa capacidad de resistencia se asienta en la fortaleza de sus instituciones, pero también –y fundamentalmente– en las preferencias de las elites por la democracia y su tendencia hacia la moderación y el diálogo.

Los desafíos son importantes. Frente a las crisis que generó la pandemia, muchas democracias deberán demostrar si mantienen esa capacidad para hacer frente a esos retos y también para sobrevivir a los hombres malos. Evitarlo depende, como nos enseñó el politólogo polaco Adam Przeworski, de la capacidad de garantizar certeza en las reglas, incertidumbre en los resultados y la posibilidad de llevar a cabo “la hazaña emocional de echar a los bribones” del poder. Si no lo conseguimos, los hombres poderosos se irán incrementando.

*Universidad Nacional Autónoma de México y Red de Politólogas. #NoSinMujeres (@flaviafrei).