Confieso que en el momento en que la Presidenta dijo “allá”, pensé que iba a hablar del más allá. No era necesariamente un prejuicio; con la muerte de por medio, el más allá es el allá más recurrente, a menudo el primero que aparece, para muchos el único al que se puede apelar. Y la Presidenta de la Nación, que ya había ofrecido a la población la imagen imponente de su silencio en aquella larga noche de velatorio y desfile popular, le ofrecía ahora su palabra en cadena nacional, por primera vez después de lo ocurrido.
En el instante en que dijo: “Allá”, me preparé para asistir a un salto a la trascendencia, resignado a que el cielo entrara en la escena del discurso. Porque lo que venía diciendo la Presidenta, es que una parte de ella se quedaba con el ex presidente, una parte de Cristina con Néstor, una parte de la viuda con el compañero de toda la vida. Y fue entonces, que dijo: “Allá”, y me sobresalté al presentir metafísicas. Pero entonces, completó: “Allá, en Río Gallegos”. Allá era Río Gallegos. No el cielo intangible de lo incorpóreo, sino el sitio concreto donde un cuerpo fue llevado. Allá no era más allá, y por lo tanto era un acá. Allá era acá, Río Gallegos, una ciudad, un cementerio. Ninguna clase de abstracción, y a cambio lo más concreto.
No parece un dato menor, si se considera la tradición que el peronismo tiene con la muerte, con las tumbas, con los cuerpos y con los espíritus, con la inmortalidad y con la resurrección. La política en más de un caso devino política celestial: política en el más allá. O política de cadáveres, en el más allá que es la muerte. Para contrarrestar ese efecto, era preciso recuperar la realidad material de un cuerpo, la realidad material de un nombre, la realidad material de un sitio; en resumen, exactamente eso que intenta hacer el narrador de Esa mujer, el cuento de Rodolfo Walsh sobre el cadáver de Evita.
Pero si hoy en día, y ante otra muerte, allá no es el más allá, sino más bien Río Gallegos, entonces estamos donde debemos estar: en el reino de este mundo. El lugar donde la política se juega como realidad concreta.