Estoy en Gaiman, Chubut, adonde vine para la entrega del Premio de Novela Letra Sur y para asistir a una charla sobre liderazgo en América latina a cargo de los periodistas Jon Lee Anderson, Jaime Abello Banfi y Frank Goldman. La estrella fue Jon Lee Anderson, que largó algunos conceptos duros de digerir (“la política es, hasta cierto punto, la organización de la violencia”, “vivimos en una época donde los Estados se convirtieron en asesinos seriales”, “Afganistán es un bache tóxico-político”). Frank Goldman habló del asesinato en Guatemala del obispo Gerardi. Jaime Abello Banfi se refirió al futuro del periodismo y dio razones para no sentirse preocupado por él.
Luego de lo cual los conferenciantes y algunos periodistas asistentes fuimos invitados por Mario Das Neves a un almuerzo en su residencia. Se comió austeramente y se bebió con moderación, y poco a poco las conversaciones dispersas entre vecinos fueron confluyendo gracias a las virtudes actorales del maestro de ceremonias. Hablé al pasar de la obsesión de los periodistas porteños por hacerse de todas las cajas posibles de fósforos de cera existentes en la zona, y de ahí a la prohibición de fumar en lugares públicos, que rige en Trelew pero no en las vecinas Rawson y Gaiman. También se habló del decepcionante avistaje de ballenas en Puerto Pirámides, que dan la sensación de ser menos inteligentes que las lombrices (“pero a los gringos les encanta”, dijo Das Neves). Y de Cristina Kirchner. Según Das Neves ella es mucho más fundamentalista que Néstor. Eso se vio en el velorio, donde la Presidenta solamente se abrazó con las Madres de Plaza de Mayo, con las Abuelas y con sus colegas latinoamericanos. Fue ella quien nombró a los peores ministros (Boudou, Timerman). Justamente el canciller fue quien se llevó los laureles de la injuria. Jon Lee Anderson escuchaba en silencio (daba la impresión de que tomaba nota mental hasta de las finas líneas que dibujaba la mostaza sobre el salmón blanco).
La conversación volvió a caer en Cristina y en el comentario hecho por alguien que está cerca de ella: que aún echa mano inadvertida e inútilmente al teléfono para consultarle al marido. Das Neves la pintó como una mujer coqueta, que cuando se hospedó en su residencia lo primero que pidió fue un espejo –que aún sigue ahí. Consideró un dislate el uso que la Presidenta hace de Twitter, teniendo en cuenta que debería comunicarse por “canales naturales”, como las conferencias de prensa.
Luego de lo cual se nos agasajó a todos con un kit patagónico que incluye mate de cerámica autóctona, tortas galesas y cerveza artesanal. Y nos fuimos a ver llover a través de nuestra ventana en la hostería galesa de Gaiman, donde reina el más absoluto silencio.