Para el oficialismo es el momento estratégico de abandonar el viejo progresismo e iniciar el postergado ciclo de representación kirchnerista en la Ciudad de Buenos Aires.
Viejo progresismo que se expresó con fuerza a partir de la experiencia de la Alianza Progresista UCR-Frepaso, surfeó apenas la megacrisis nacional del año 2001 a que nos llevó la alianza Progresista UCR-Frepaso y se agotó con el ciclo de repolitización de la sociedad especialmente de los jóvenes combinado con las transformaciones socioeconómicas que despliega el proyecto peronista-kirchnerista a partir de mayo del año 2003.
En particular son las transformaciones socioeconómicas estructurales de la Ciudad las que demandan una construcción con núcleo duro kirchnerista de representación político-electoral heterogénea, para dar cuenta de la diversidad típica de una Ciudad que, como toda megalópolis sin gestión adecuada, se empobreció relativamente al ofrecer mejores oportunidades de empleo e ingresos a los segmentos vulnerables, en medio un ciclo de crecimiento económico sostenido del 7% promedio como el ocurrido en el lapso comprendido entre los años 2003 y 2011.
Resultado de este proceso, ya un tercio de su población total de 3 millones de habitantes, los residentes en el sur porteño, habita villas de emergencia (250 mil ciudadanos contra 50 mil en el año 1990), asentamientos precarios y casas tomadas conformando un paisaje típico del Conurbano bonaerense profundo.
En otra perspectiva, el fracaso de la derecha conservadora es también evidente. Dos únicos datos sobre dos temas de agenda porteña acuciantes, como son Seguridad y Vivienda lo muestran:
Para solucionar el problema de, al menos, 450 mil residentes en villas de emergencias, casas tomadas o asentamientos precarios, Mauricio Macri construyó en tres años de gestión 300 “viviendas sociales” y, para dar “seguridad” a esta verdadera bomba de tiempo social que es la actual Ciudad Autónoma, creó la “Policía porteña” que, para adquirir escala ciudadana efectiva con 15 mil efectivos promedio, al ritmo de incorporación actual de su monona “Policía porteña”, demorará 15 años.
El oficialismo necesita iniciar el ciclo de un nuevo formato de representación político-electoral en la Ciudad Autónoma y éste es para el oficialismo el momento adecuado para iniciar la experiencia kirchnerista porteña.
Cristina Kirchner está en su máximo nivel de desarrollo electoral y de imagen posible y abre un espacio de 25% de votos en el distrito porteño así como permitió ganar en Catamarca de manera impensada y transformó a un cuasi desconocido Carlos Eliceche en Chubut en virtual ganador de las elecciones a gobernador.
En este contexto, es a nuestro juicio Amado Boudou el nuevo emergente que expresa de manera plena el liderazgo nacional hoy muy robusto de Cristina Kirchner, pero en junio de 2009 debilitado, cuando Filmus renunciaba explícitamente a ser candidato porteño.
En otra perspectiva de análisis, ya vinculada a los atributos específicos del candidato, Boudou es protagonista central de episodios de gestión medulares de la administración kirchnerista como la incorporación de 2,5 millones de nuevos jubilados al sistema provisional, la finalización del ineficiente sistema de jubilación privado y el diseño de la forma de financiamiento adecuado de la Asignación Universal por Hijo.
Por otra parte, el kirchnerismo porteño nunca fue un progresismo. Recordemos como prueba que Néstor Kirchner en abril del año 2003 fue votado por el 80% de los que luego votaron a Macri en la Ciudad, en tanto Elisa Carrió, en aquella elección nacional de 2003, fue votada por el 80% de los que luego votaron a Aníbal Ibarra como jefe de Gobierno, entonces.
Todo un símbolo de la imposibilidad estructural de asimilar y menos intentar sustituir el kirchnerismo por progresismo, aún en la compleja Ciudad Autónoma, sustitución fallida que resultó francamente decepcionante y dejó al FpV sin construcción propia en la Ciudad Autónoma. Para el oficialismo parece ser hora de llenar ese vacío.
*Director de Consultora Equis.