COLUMNISTAS
un madrugón por la scaloneta

Amistosos en horarios chinos

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Messi. Convirtió el primer gol cuando apenas se jugaba un minuto. Un festejo entre bostezos. | AFP

No voy a entrar en intimidades, solo diré que me cuesta madrugar. El mediodía es mi despertar habitual (como dijo alguna vez el presidente del Atlético de Madrid del Coco Basile, por entonces técnico de los colchoneros: “No coinciden nuestros horarios: cuando él se acuesta yo me levanto”). Pero creo que ya se podría trazar una historia de los madrugones a causa de la Selección (dejo afuera, por no integrar esa tipología, mi favorito, uno de los mejores días de mi vida: el amanecer de Boca-Real Madrid, con los dos goles de Palermo en noviembre de 2000).

Los primeros que recuerdo fueron los del Mundial Juvenil del 79 (yo tenía 12 años) en Japón, con Ramón Díaz y Maradona. Para alegría de los noctámbulos y desdicha de los futboleros, Bielsa se encargó en 2002 de que Argentina durara solo tres partidos en el Mundial, en el que hizo apenas dos goles: uno de cabeza después de un corner, y otro de un rebote de un penal. Ninguno de jugada. En Qatar el primer partido contra Arabia Saudita se jugó también en un horario doloroso. Si Argentina no hubiera salido campeón del mundo, esa derrota hubiera sido la más papelonera de la historia (y no sé si igualmente no lo es).

Pues, con todos estos antecedentes y otros que no menciono para ahorrar papel, que tan caro está, el jueves pasado me levanté más o menos temprano (el partido empezó a las 9, por lo menos no a las 7 o algo así). Y cuando yo estaba en pleno bostezo, al minuto de juego, presión alta de Enzo Fernández (marca registrada de esta Selección), pelota robada, pase a Messi, al ángulo y chau. Ya podía volver a dormir a la cama. Pero mi responsabilidad periodística hizo que siguiera frente al televisión y la radio (me gustan más los relatos radiales).

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Los primeros 10 ó 15 minutos fueron brillantes, parecía que iba para goleada, aunque al final terminó 2 a 0, cómodo. Y mientras abría un ojo (el otro lo tenía aún cerrado), cuando Messi y los suyos se abrazaban por ese primer gol, reparé en que los nombres de los jugadores en las camisetas estaban escritos en chino. Según el diccionario de Google, Messi era algo así como 梅西.Y también que los chinos, en las tribunas, llevaban puesta mayoritariamente la camiseta argentina. Pues: la selección argentina ya es una marca global. Lo que en marketing se llama “una percha”: un producto al que se le puede colgar cualquier cosa, y todo vende.

Argentina, un país que solo exporta materias primas sin valor agregado, ahora tiene dando vueltas por el mundo a un grupete de millonarios que juegan muy bien al fútbol (justamente por eso se hicieron millonarios) que genera como marca un negocio como nunca antes. Antes, justamente, estaba Maradona. El negocio era él, ganando y despilfarrando, y luego yendo de gira o a vivir a esos sitios que nunca antes lo habían visto, es decir, que nunca lo habían visto en plenitud (como esos grupos de rock que fueron famosos, pero ahora en decadencia salen de gira por el tercer mundo, donde llenan estadios). Pero esto no es Maradona. Es la Selección, la Selección de Messi. Uno y otro juntos, socios en el mismo negocio.