La decisión de Cristina Fernández de Kirchner de ungir como candidato a Alberto Fernández y “bajarse” a la vicepresidencia aparece como una jugada sorpresiva en la instancia preelectoral. Sorpresiva, sí, pero híbrida: no renuncia a ser candidata, como algunos esperaban, y se asegura un espacio de poder que en caso de ganar, incide en la ecuación de poder real al permanecer en la línea de sucesión presidencial. ¿Es el fin del clivaje de la grieta o solo un maquillaje táctico de la interna kirchnerista? Demasiado pronto para opinar, pero se puede decir que la decisión está orientada más hacia la clase política que a un hipotético electorado. La decisión de CFK parece más una respuesta al triunfo de Schiaretti que una propuesta genuina para saldar la grieta, busca más la adhesión del PJ indeciso que de la sociedad. “Movidas” de la política para la política.
Nada altera la situación de fondo: la fórmula Fernández - Fernández no modifica la estructura de la discusión política argentina. Solo expresa las necesidades y límites del kirchnerismo ante las elecciones, no hay una salida hacia otras fuerzas políticas para buscar un consenso. La política sigue anclada en la grieta.
Frente a la “viveza estratégica” del electoralismo, hay otra política que la grieta tapa: la construcción de consensos para generar políticas de largo plazo que atiendan a la verdadera agenda política, relacionada con la desigualdad, la pobreza, el desempleo. Una agenda urgente sobre el modelo de Estado que necesitamos para salir de la crisis e ir hacia el crecimiento. Gestos que se pueden ver cuando Lavagna habla de la re-nacionalización del sistema educativo, o cuando el gobernador Lifschitz anuncia la distribución de leche fortificada gratuita para combatir la desnutrición en escuelas y centros de salud de Santa Fe.
Uno de los grandes aspectos efectistas de la grieta fue orientar la discusión política hacia la disquisición de nombres propios, de salvadores providenciales que no nos entregaron una ética del “buen gobierno”. Recomponer la política es volver a centrar el debate público en los proyectos que digan qué vamos a hacer para mejorarle la vida a los argentinos. Frente a una política que discute nombres, necesitamos una política que discuta proyectos, hechos, y futuro.
*Lic. en Comunicación Social. Especialista en comunicación política y organizaciones UNLP.