COLUMNISTAS
PANORAMA//La capacidad k de culpar a otros

Antología del autoengaño

El reclamo de seguridad de la ciudadanía y su lógica repercusión mediática son vividos por el matrimonio presidencial como un ariete de la mano dura y el poder destituyente. La “Crist-pasión”.

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Es asombrosa la capacidad que tiene el matrimonio Kirchner de sostener el doble discurso y la solidez de la cara de piedra que ponen para colocar siempre las culpas afuera. Su primera reacción frente a un inconveniente es levantar el dedito para dictar cátedra sobre el tema y acusar a los medios o a la oposición y, si pueden, a algún ex compañero de ruta que pasó a la categoría de traidor, como el caso de Alberto Fernández.

El reclamo tan genuino del derecho humano a vivir en paz y con seguridad en familia no sólo es visto como un ariete de la mano dura y destituyente. Están seguros de que es un fantasma que agitan los medios de comunicación para moverles el piso. Lo dijo la propia Presidenta: “Un asalto o un homicidio o una toma de rehenes lo pasan todo el día. Y eso no pasa en ninguna capital del mundo. Eso contribuye a crear la sensación de inseguridad”. El nivel de negación de la realidad es enorme. Les cuesta comprender que las cadenas de noticias de todo el planeta, desde las más sensacionalistas hasta las más serias, son un nuevo actor de la sociedad mediática que tiene como insumo cualquier situación de alto impacto visual y emocional, un crimen o un accidente o un grupo de manifestantes quemando cubiertas. No utilizan estos mecanismos para erosionar la credibilidad del gobierno de turno. Es una manera de sostener las noticias durante 24 horas con bajo costo de producción, con imán hacia la pantalla más allá de la ideología de cualquier gobierno. Es una lógica de producción de contenidos que está instalada y que se veía en Estados Unidos con Bush o con Obama. A la hora de analizar los mejores caminos para el combate contra la inseguridad, entre las decenas de complejas decisiones de Estado que hay que tomar, también debe analizarse de qué manera se aborda el tema de la cobertura mediática, cómo se da respuesta sin censurar a nadie y con qué eficacia deben establecerse relaciones con la comunidad para contener la angustia y el desgarro que producen los fusilamientos de dos maestras a las que les quisieron robar el auto, como ocurrió en Wilde y en Derqui. Esa gente escucha la palabra “sensación” que baja desde las explicaciones oficiales y multiplica por mil su nivel de indignación. La droga, el hiperconsumismo, la exclusión social y las nuevas tecnologías en comunicación han hecho muy complejo el abordaje de la lucha contra el delito. Ya no hay espacio para la improvisación, la demagogia ni el simplismo declarativo de los funcionarios. Y mucho menos de la Presidenta de la Nación.

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Por momentos pareciera que desde el poder no sólo minimizan el tema. También parecen convencidos de que la verdadera solución es controlar a los medios y no mejorar la educación y el trabajo inclusivo, o aumentar la eficiencia y la honradez policial. Ya suena delirante que confíen más en tapar, negar y ocultar antes que en resolver el motivo de las protestas vecinales. Si no hay crímenes ni secuestros extorsivos, los medios no pueden pasar todo el día lo que no ocurrió. El deber del Gobierno es evitar que esos crímenes ocurran y no quejarse porque los medios los muestren.

Es una concepción nefasta y dogmática que lleva a los Kirchner a cometer más errores que los habituales. Son tiros en los pies. Automutilaciones. El ministro Julio De Vido, cortado por la misma tijera pingüina, cuando le preguntaron por Guido Antonini Wilson dijo que “era un chanta”. Tal vez lo sea. Pero un chanta no es noticia, salvo que intente ingresar al país 800 mil dólares como parte de un total de cinco millones para la campaña de Cristina, según ratificó Antonini esta semana por primera vez en la televisión argentina. Un chanta no es noticia salvo que a las pocas horas participe de un festejo en la Casa Rosada con el kirchnerismo y el chavismo en pleno y que el propio ministro De Vido le dé una palmadita en el hombro. Y para qué vamos a hablar de Claudio Uberti, José María Olazagasti, Victoria Bereziuk y otras balas que picaron cerca del ministro que aplicó la receta ortodoxa patagónica para escapar de la situación: “No vemos ni creemos en fantasmas, pero hay una conspiración mediática orquestada para hacer fracasar el modelo productivo”. Con semejante liviandad pretenden explicar lo inexplicable.

Ahora todos utilizan la palabrita como una manera de exorcismo. “¿Ustedes me ven crispado o crispada?”, repiten Néstor y Cristina. En Internet, los creativos anónimos han inventado el neologismo: “Crist pasión”.

La política es negociación y búsqueda de consensos y eso no se puede criticar. Los gobiernos usan los tiempos y la correlación de fuerzas para avanzar o retroceder en determinados temas. Se fijan prioridades en función de la realidad. Eso es estilo de gestión. Lo que se les critica a los Kirchner es que, cuando cambian de posturas por puro pragmatismo, en lugar de hacerlo en silencio o con humildad, retroceden pegando, criticando a los demás y tratando de venderlo como un éxito y no como un paso atrás.

Algo de eso pasó con la emergencia económica. Se han cansado en la campaña en exhibir como un gran logro, el haber salido del infierno y el crecimiento histórico en todos los rubros. ¿Cómo explicar a esta altura que la emergencia debe seguir por dos años más? El único motivo es tratar de gambetear los controles del Parlamento menos domesticable que se viene para modificar los destinos de partidas y fijar tarifas y subsidios, todo sazonado con una alta cuota de arbitrariedad y discrecionalidad. El ridículo del que no pueden volver es que la propia Cristina le negó esta posibilidad a Eduardo Duhalde (cuando de verdad la emergencia quemaba en las calles) y votó en contra para custodiar la calidad de las instituciones y no permitir que el Poder Ejecutivo avasallara las atribuciones de los legisladores.

La mezcla de desconfianza e ingratitud de los Kirchner hacia su propia tropa es famosa. Pero todos los días suman nuevos ejemplos. En el discurso que Néstor pronunció en el cierre del seminario de la Corriente Nacional y Popular, ante las carcajadas de la otrora moderada Mercedes Marcó del Pont, hubo sorpresas por los destinatarios de los rayos y las centellas. Néstor le dio al “monopolio” para que tenga y eso ya no es novedad, es parte de su estrategia para derribar el muro de Clarín. Se hizo el combativo durante la dictadura y fingió comprender a los periodistas que tuvieron que escribir cualquier cosa para sobrevivir. Ese autoengaño es antológico en alguien que durante el terrorismo de Estado amasó una fortuna ejecutando incobrables y no tuvo un solo gesto de defensa de los derechos humanos antes de 2003. Pero lo realmente novedoso fue que castigó y puso en duda el coraje de Alberto Fernández en dos ocasiones. Y eso que entre la concurrencia había varios dirigentes que entraron a la revolución kirchnerista de la mano de Alberto. O tal vez por eso, Néstor aprovechó para fustigarlo ante sus ex amigos. Suele hacerlo y pedirlo como prueba de amor. Si venís conmigo y fuiste duhaldista tenés que hacer declaraciones contra Duhalde. Así funciona el sistema de lealtades extorsivas y amenazantes. Alberto, en un reportaje que le hizo Any Ventura para la revista de La Nación, dijo que Carta Abierta (a la que él había alentado) “se había convertido en la justificación intelectual de los errores”. Néstor no puso la otra mejilla. Devolvió dos cachetazos.

Primero, cuando dijo que él no había avanzado con la Ley de Medios porque “algunos compañeros tenían la teoría de que 3 o 4 tapas del monopolio podían voltear al Gobierno”, en obvia referencia a quien hoy consideran un ex delegado del Grupo Clarín en el Frente para la Victoria. El segundo sacudón fue más grave. “Yo no pude dormir pensando cómo recuperar el fondo de los jubilados. Otros compañeros siempre me decían que no era el momento. Me lo decían pálidos. ¿Eran más tiempistas o estaban más dentro del sistema?”, remató el marido en jefe ante la risa burlona de la concurrencia. Kirchner es claro en esto: “Cristina es mejor que yo y tiene más coraje porque hizo todo esto. Pero yo no lo hice por culpa de algunos de los que me rodeaban. Todos los aciertos son míos y todos los errores son de los demás.” Ese podría ser un buen epitafio para el fin del proyecto kirchnerista.

Por todo lo expuesto, el matrimonio K está convencido de que la mejor manera de solucionar todos los problemas es matando al mensajero. La urgente implementación de la Ley de Medios los va a debilitar y atomizar tanto, que nadie se va a atrever a pasar un solo caso policial por sus malditas pantallas. Y la crónica de una intervención anunciada de Papel Prensa va a distribuir el papel como reparten la pauta publicitaria y se van a terminar los guapos que todo el tiempo hablan mal de nosotros.

En este intento de manejar hasta el último de los títeres mediáticos, los Kirchner juegan a muchas puntas. El más reciente es el operativo instalación de Gerardo Wertheim, (¿nuevo dueño de C5N?) como un empresario, flamante kirchnerista, que puede crecer desde Telecom, desde los medios, desde la presidencia del Comité Olímpico Argentino, o desde el manejo de los fondos para los deportes amateurs que acaban de recibir una curiosa media sanción en Diputados. El radicalismo está que arde por esta votación y la Coalición Cívica de Elisa Carrió está pensando en hacer una denuncia pública. La ley establece un impuesto a los teléfonos celulares para formar un fondo de ayuda a los deportistas. Solamente eso tuvo varios cuestionamientos. Encarecer un servicio que para la gente más pobre es vital y que eso no vaya a la lucha contra la exclusión es, por lo menos, extraño. Que el encargado de distribuir esos fondos esté ligado a la industria de la telefonía es más infrecuente todavía. Y la forma en que votaron los bloques merece una investigación a fondo.

Entre los 143 votos estuvieron los de Carlos Kunkel, Oscar Aguad, Francisco de Narváez, Eugenio Burzaco, Daniel Katz, Edgardo Depetri, Juan José Alvarez, entre otros. Como se ve, soldados kirchneristas junto a peronistas disidentes, radicales ortodoxos, cobistas y macristas. La Coalición Cívica se retiró del recinto junto a muchos peronistas disidentes. El gesto fue en repudio ya no al oficialismo, sino a la “traición” de los bloques opositores que se habían comprometido a no dar quórum y terminaron votando a favor. ¿Qué pasó? Tarea para el hogar. Elisa Carrió está masticando una ruptura con los radicales y ya empezó a bombardear a su principal candidato a presidente, Julio Cobos. Lo comparó con una ameba (ella se reservó el lugar de los pájaros) y con Fernando de la Rúa, a través del discurso de Horacio Piemonte, uno de los principales dirigentes del partido de Carrió. Muchas veces la oposición se muestra fragmentada, sin estrategia en común y sin capacidad de gobierno. Y en otros casos, esas fisuras las provocan los mazazos que se planifican desde la Quinta de Olivos. Uno de ellos fue invitar a Ricardo Alfonsín a compartir el encuentro en el Vaticano, donde hoy van a celebrar el histórico acuerdo de paz con Chile. Por un lado, es positivo que los Kirchner reconozcan en el hijo el rol de estadista que jugó su padre, para evitar la irracionalidad y la locura de una guerra. Pero en el radicalismo se interpretó como una forma de mortificar a Julio Cobos, que no cuenta con la simpatía absoluta de Ricardo Alfonsín. Muchas veces parece que la oposición juega a las damas y los Kirchner un torneo de simultáneas de ajedrez. Cada vez que mueven apuntan a varios lados y piensan las próximas jugadas. Por eso siguen ocupando el centro del tablero. Aunque la ciudadanía les haya dado jaque el 28 de junio.