COLUMNISTAS

Apariencias que engañan

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A simple vista, muchos podrían pensar que por primera vez en democracia la Argentina tiene un presidente que se entiende con los empresarios. Sea porque proviene de ese mundo, pobló en puestos clave en el manejo del Estado a accionistas, CEO y directivos de compañías privadas o porque se floreó internacionalmente en el foro de Davos, una especie de Disney del poder económico y financiero global.

Como siempre recomendamos desde PERFIL, intentemos no hacer lecturas lineales, disparadas por desconocimiento, prejuicio, interés o deseo.
Partamos de Perogrullo: Macri cree en el capitalismo, en las leyes del mercado y en la iniciativa privada. Ultimamente ha preferido hablar poco de eso (tampoco es que alguna vez dio conferencias sobre escuelas económicas) y se enfocó en el concepto de “gestión”, que es tan amplio y ambiguo como desear que haya paz en el mundo. Gestionar, en un país tan influido culturalmente por el peronismo, es además sinónimo de pragmatismo.
Arranquemos entonces de nuevo, porque desarmar dogmas abre otras comprensiones.

Cierto es que Macri conoce el planeta empresarial. Por eso desprecia a muchos de los que lo componen. Y no son pocos los empresarios de peso que no consideran como tal al actual presidente, sino apenas como “el hijo de un contratista”, la manera despectiva de referirse a él y a papá Franco. Varios de ellos, encima, preferían a Scioli. O se sintieron frustrados en la campaña cuando el líder del PRO rechazaba sus llamados a que se aliara a Massa.
Algo de ese clima receloso rodeó el inédito encuentro del miércoles 27 que protagonizaron en la Casa Rosada funcionarios y dueños de empresas. Marcos Peña, jefe de Gabinete, se sentó a la cabecera de la mesa, liderando el Gabinete Económico. A su derecha, Alfonso Prat-Gay, Francisco Cabrera y Mario Quintana. A su izquierda, Gustavo Lopetegui. Macri, que tenía justo ocupada la agenda para ir con su esposa Juliana al Museo de Bellas Artes, apenas pasó unos segundos, en los que saludó fríamente y agradeció la visita, que interpretó como un apoyo. No le dio ni para tirar uno de esos chistes estilo mesa de hombres que tanto disfruta (¿herencia del Newman?).

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Los visitantes no se sorprendieron ni tenían otra expectativa, están curtidos. Agrupados en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), si se apela a un viejo best seller de Majul vendrían a ser “los dueños de la Argentina”: Héctor Magnetto, Paolo Rocca, Aldo Roggio, Luis Pagani, Gustavo Grobocopatel, José Cartellone, Cristiano Rattazzi, Miguel Acevedo, Carlos Miguens, Alberto Grimoldi, Federico Braun, Jaime Campos y el banquero Enrique Cristofani (que en realidad no es “propietario”). No estuvieron allí, porque no integran AEA, otros apellidos pesados del sector, como Bulgheroni (que consiguió que el Gobierno siga subsidiando el crudo a cambio de no despedir), Eurnekian o Brito, por citar a algunos de los no representados.

A lo largo de una hora y media, funcionarios y empresarios cruzaron preocupaciones en común e intereses a veces contrapuestos. El Gobierno intentó exhibir algunos logros, como el fin del cepo y el “sinceramiento” económico (que incluye la devaluación, el alza de tarifas, la reducción de muchos subsidios y el “desgrase” estatal) y pidió acompañamiento para que no se descontrolen los precios ni el nivel de empleo. El empresariado planteó la necesidad de una mayor velocidad para encarar ciertas reformas y resolver distorsiones de la economía (como el monumental déficil del Estado). Los anfitriones defendieron el mix Prat-Gay de shock cuando se puede y gradualismo cuando se debe (“si sale”, según el jefe de Hacienda). Los visitantes se exculparon de la inflación, que la explicaron desde la irrefrenable emisión monetaria.

Resulta cuanto menos curioso que hasta ayer no había trascendido casi nada sobre el contenido real y no meramente formal de esa reunión, que debería concitar una alta dosis de interés. Pasaron 96 horas hasta que se rompió ese bloqueo: en sus ediciones sabatinas, PERFIL publicó la primera foto oficial de la cumbre y La Nación contó algunos detalles respecto de lo que allí se dijo.
Quedaron en volver a encontrarse pronto. Pero nadie prometió nada.