COLUMNISTAS
Tienda de campaña

Así no hay fraude que aguante

La elección en la AFA pelea mano a mano con la nacional. Y en un mundo horrorizado, el Papa salva la imagen argentina.

Dos potencias. Casi no necesitan apellido, Francisco y Carlitos, referentes de la argentinidad.
| Cedoc.

Estoy sentado en la silla del consultorio odontológico. Pedro, mi dentista, me está revisando la boca. Vengo a verlo periódicamente para hacerme controles, pero esta vez tengo otros motivos.

—Mirá, básicamente te tengo que arrancar todos los dientes y ponerte otros nuevos –me dice después de revisarme un largo rato.
—¿Qué? Yo sólo quería hacerme un control.
—¿Carla no habló con vos? –me pregunta.
Sé que fue Carla, mi asesora de imagen, la que concertó la cita con Pedro. Me dijo que tenía que mejorar mi aspecto.
—Sí, pero no me especificó nada –le digo.
—A mí me dijo que era importante para tu aspecto que quedaras así. –Pedro me muestra en su celular una foto del gigoló con los dientes nuevos. Y agrega–: El se los hizo por canje. Si vos me sacás una buena mención en tu columna en PERFIL, también te los puedo hacer por canje.

Me levanto de la silla del dentista indignado, salgo del consultorio, voy a la sala de espera y llamo a Carla.

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—¿Vos estás loca? ¿En serio querés que me saque todos los dientes?
—Tranquilo –me responde–. Lo que necesitás es un cambio de imagen fuerte. Pero si no te gusta el look gigoló podés ir a sacarte una foto en la playa turca donde encontraron al nene sirio muerto.
—¡Eso es muy macabro!
—Sí, ya sé. Pero garpa un montón. El problema es que es muy probable que alguno de los candidatos presidenciales ya haya viajado para allá. No creo que nadie se quiera perder esa foto. Además, hay otro problema.
—¿Cuál?
—No sé si conseguimos los pasajes de canje.
—¿No sería mejor ir a Tucumán? Es terrible lo que pasó en Tucumán.
—Sí, es verdad –me dice Carla–. Renunció Marianela Mirra al puesto que tenía en el banco de la provincia. Un duro golpe para la república.
—Por favor, Carla, no jodas –me enojo–. Hubo clientelismo, urnas que llegaron a las mesas llenas de votos, otras urnas quemadas…
—Hay que ver el lado positivo –me tranquiliza–. Pensá que hace unas semanas, en Jujuy, mataron a un militante radical. Ahora sólo intentan hacerle fraude a un dirigente radical. Es un salto 
cualitativo importante.
—Es cierto: es mejor quemar una urna que asesinar a balazos a un tipo.
—Igual, dejá de pensar en eso –me dice Carla–. Vos ahora tenés que pensar en escribir tu columna. Y lo importante es lo que viene de ahora en más. Cuál va a ser la relación del Gobierno con el principal opositor.
—¿Macri?
—No, con el que le tienen miedo de verdad.
—¿Magnetto? ¿Lanata?
—No, estoy hablando en serio. ¡Tevez!
—Ah, claro…
—Y además hay que ver qué es lo que va a pasar si hay ballottage. Cómo va a jugar el resto de la oposición.
—¿Vos decís a quién va a apoyar Massa?
—No, a quién va a apoyar Tevez. ¿No te dije que estoy hablando de cosas importantes? Hablando de cosas importantes…
—¿Qué?
—¿Cómo qué? Se viene la elección más importante, la que va a cambiar el destino del país durante los próximos veinte años y vos preguntás “¿qué?”.
—Pero justamente estábamos hablando de eso: de la elección en que se 
decide quién va a ser presidente de la Nación.
—No, yo hablo de lo que importa de verdad: de las elecciones en la AFA.
—Pensé que te referías a Scioli o Macri.
—No, eso es una boludez. Hablo de la elección que importa: Tinelli o Moyano. Tendrías que escribir sobre eso en tu columna.
—Scioli o Macri, Tinelli o Moyano: lo bueno es que en este país tenés rebuenas opciones para elegir.
—La democracia funciona –me dice Carla–. Bueno, salvo en Tucumán.
—Y en Formosa, donde vienen a votar desde el Paraguay.
—Tampoco seamos racistas con nuestros hermanos paraguayos –dice Carla–. Seguramente la democracia funciona mucho mejor en la Argentina que en Paraguay y por eso los hermanos guaraníes vienen a votar acá.
—Ah, porque se sienten más seguros…
—Ponele.
—Por eso Arnaldo André y Chilavert hace años que votan acá.
—¿Votan? No sé, pero deberían –dice Carla–. En Formosa seguro que los dejan.
—Tendríamos que aprender de cómo funciona la democracia en los países serios.
—Claro, como en Estados Unidos –sigue Carla–, donde hace algunos años Bush ganó la presidencia gracias al fraude en el estado de Florida… que gobernaba su hermano.
—¿Vos estás diciendo que Tucumán es nuestra Florida? –pregunto.
—No, pará, son dos cosas distintas.
—Además, tampoco es cuestión de ofender la memoria de Mercedes Sosa.
—Ni la de Ricardo Fort.
—Mirá, acá podremos ser unos corruptos, fraudulentos e impresentables, pero en el mundo estamos quedando muy bien parados gracias a Francisco –me dice Carla.
—Sí, fue impresionante verlo ir a una óptica de Roma para arreglar sus lentes –digo, casi conmovido–. El tipo de la óptica le dijo que se los podía cambiar, y el Papa prefirió arreglarlos, para no gastar. Todo un gesto de austeridad.
—Sí, todo bien, pero no me refería a eso –dice Carla.
—¡Ese gesto del Papa nos deja muy bien parados en todo el mundo!
—Sí, pero lo que nos deja mejor parados es la película sobre Francisco.
—¿Por qué? –pregunto.
—Y... no es casualidad que hayan elegido como protagonista a Darío Grandinetti, uno de los actores sexualmente mejor dotados del país.
—Ya hasta el nombre te asusta: ¡Grandinetti!
—Claro, no es que se llama Pequenino…
—¿Vos decís que el Papa pidió que el actor que lo protagoniza en el cine tenga un pene enorme?
—No, yo no digo nada. Pero si mañana hacen la versión de Francisco en Hollywood, no debería llamarnos la atención si el protagonista fuera Ron Jeremy, el famoso actor porno.
—Basta, Carla, lo que estás diciendo es una barbaridad. No puedo hacer una columna donde joda con el nene sirio muerto y hable del pene del Papa. Así nunca voy a mejorar mi imagen, ni aunque me arregle todos los dientes.

Cuelgo, vuelvo al consultorio y me siento otra vez en la silla de dentista.

—¿Y, qué hacemos? –me pregunta Pedro–. ¿Te saco todos los dientes y te pongo otros?
—No, Pedro, gracias –respondo–. Haceme un control, una limpieza y ya está.
—Tenés razón, no te conviene quedar como este tipo.
—Sí, pero yo sigo sin saber qué voy a poner en mi columna de PERFIL.
—Tranquilo –me dice Pedro–. Tratá de mirar el lado positivo. Por un lado, tenés material de sobra para escribir tu columna. Y por otro, pasan tantas cosas jodidas que, al menos, nadie se acuerda del gigoló.
—Esa sí que es una gran noticia –concluyo–. Al menos para mis dientes.