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LO QUE UNE A NESTOR CON MARCELO, A PESAR DE GRAN CUADO

Bailando kirch..., digo kids

La palabra pedofilia, hoy tan de moda gracias a las sospechas judicales contra el Padre Grassi y el psicoanalista Jorge Corsi, es una deformación afranchutada de paidofilia: en francés, el diptongo “ai” se pronuncia “e”. Y es, además, una demostración palpable de la distancia que puede separar a las palabras de los actos.

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La palabra pedofilia, hoy tan de moda gracias a las sospechas judicales contra el Padre Grassi y el psicoanalista Jorge Corsi, es una deformación afranchutada de paidofilia: en francés, el diptongo “ai” se pronuncia “e”. Y es, además, una demostración palpable de la distancia que puede separar a las palabras de los actos.
Se trata de un término de raíces griegas, resultante de la conjunción de “paidíon” (niño) y “filia” (amistad, afecto, amor, benevolencia) y que, según dicha etimología, deberíamos utilizar para elogiar en pocas letras a quienes aman a los niños. Sin embargo, la extraña evolución de la raza humana quiso que hoy sirva para condenar a quienes buscan algún beneficio non sancto de ellos.
La culpa de semejante sacrilegio lingüístico la tuvieron otros dos capos de los secretos de la mente: el alemán Richard von Krafft-Ebing (1840-1902) y el británico Havelock Ellis, quienes bucearon en las oscuridades de la “paedophilia erotica”, formulación que con los años fue perdiendo el adjetivo hasta que toda la palabra cambió de sentido.
Si la psicología no hubiera influido tanto en la medicina forense y en nuestro lenguaje cotidiano (al punto de que la Real Academia explique ese vocablo sólo como la “atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes”) toda esta larga introducción hubiera carecido de sentido. Y podíamos haber empezado a conversar mucho más temprano de lo que une al estilo de Néstor Kirchner en su campaña electoral con el de Marcelo Tinelli en Bailando Kids, en el mismo tono coloquial con que ya hablamos de aquello que los divide circunstancialmente, a propósito de Gran Cuñado. Hablábamos de paidofilia mediática y de paidofilia política... y chau picho.Porque el uno y el otro (ayer amigazos, hoy distanciados) vienen dedicando sus últimas semanas a conquistar audiencias y votos gracias a la imagen de inocentes chiquilines.


Marcelo los hace bailar y los abraza ante la cámara cuando se emocionan. Néstor los besa uno tras otro, les pasa la pelota y les sonríe ante los flashes. Marcelo ama a los niños. Néstor ama a los niños. ¡Qué bueno!
Pero Néstor está enojado con Marcelo por la imitación de Cristina en el otro segmento de ShowMatch. Así que lo amenazó con el INADI y el COMFER deslizó que va a multar a Canal 13 (¿qué te pasa, Clarín?) por violar el horario de protección al menor.
El fenómeno de Bailando Kids lo analizó muy bien Hugo Midón, un dramaturgo que de pibes sabe un poco. “Es desagradable –dice–. Hay un gaste de la participación de los chicos, un reírse de lo que hacen, y hay una participación que, o no se paga o se mal. Se arma un programa con monedas. Se ponen chicos, sin experiencia en televisión, en una situación de exposición brutal, muy comercial y que funciona bien, pero no es buena para los niños”.
Al Kirchner besa-niños lo explican todos los manuales de marketing político del mundo. Y no porque se hayan ocupado de él en especial, sino porque no es el primero (ojalá fuera el último) que utiliza este artilugio preelectoral.

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La española Lourdes Martín Salgado, por ejemplo, lo sintetizó muy bien. En su libro “Marketing político. Arte y ciencia de la persuación en democracia”, esta doctora de la Universidad de Navarra, master de Harvard y ex asesora de José María Aznar “una buena parte de las campañas consiste en sonreir, estrechar manos, besar niños y rodearse de música pegadiza, todos ellos factores que contribuyen a comunicar dinamismo, a mostrar al candidato como una persona activa y positiva”. Para los marketineros de la política, “la imagen de dinamismo es un factor de credibilidad”, mucho más que cualquier palabra llevadera por los vientos, o contrastable tiempo después con los hechos.
Ya ninguno de estos bien pagos expertos pone en duda que la única nueva política es la tele-política. Max Weber (1864-1920) definía al carisma como “una cualidad extraordinaria de una personalidad en virtud”. Para Martín Salgado es algo “más cercano a al popularidad”, y por eso los candidatos “no pretenden destacar por sobre el ciudadano común: triunfa quien puede presentarse como parte de la mayoría”.
Simplificando: Kirchner quiere ser Tinelli. Imagínenlo con 30 puntos de rating durante 20 años. Ahora, el rating de Bailando... parece en crisis. Está por verse cuántos votos otorgan los besitos. Hay chances de que los chicos safen la próxima temporada.
Por lo pronto, estoy en condiciones de afirmar que los niños saben mucho de tele-política. Hace cuatro o cinco años, mi amigo Omar le preguntó a su hijita mientras pasaban un noticiero:
—¿Quién es ése?
—“Kilne” -contestó la nena, en su lenguaje.
—¿Y Kirchner de qué trabaja? -repreguntó, porque Omar también es periodista.
—En la tele -dijo ella.
Recordé la anécdota hace unos días, mientras ansiaba que mi hija más chiquita olvidara un rato Discovery Kids.
—¿Y esa quién es? -le pregunté.
—Cristina -me dijo.
—¿Y que hace Cristina?
—Habla -me contestó.
Todavía no cumplió los tres. Por favor: que los amigos de Carta Abierta no la acusen de “derechista destituyente”.