COLUMNISTAS
playas

Bajo la arena

|

Una piensa que una playa es más o menos pero sobre todo menos, que un desierto: arena, arena y arena. En situación vacaciones hay gente, gente y gente. También sombrillas y otros adminículos para comodidad y jolgorio. Y pelota a paleta. Bueno, también hay seres escondidos que no juegan a la pelota ni toman caipirinha, y no digo peces ni de mamíferos gigantes, porque ésos están más allá. Hablo de cangrejos, seres misteriosos si los hay. Los cangrejos son crustáceos del orden de los decápodos y una sospecha que para caminar así de costado a lo compadrito del sur, debe ser muy útil tener diez patas. Pero vaya usted a detectarlos caminando por ahí como un turista cualquiera. No, no y no: no va a tener éxito. Están escondidos bajo capas y capas de arena y no salen porque saben que la gente o los pisa o se los come y precaución no es cobardía, dicen no solamente los crustáceos sean del orden que fueren. Pero a fuerza de estar de vacaciones una llega a interesarse por las cosas que en tren de no vacaciones le quedan a una más distantes que las galaxias y entonces sale a buscar agujeritos prolijos que seguro que son la puerta de entrada a la cueva de los cangrejos. Y son. Ahora, ¿qué hace una, que no toma caipirinha ni juega a la pelota a paleta? Agarra una ramita y escarba. Y si tiene suerte el cangrejo sale y la mira a una con enojo. Parece que le dijera “dejá de molestar, ché”. Parece, porque decir no dice nada, y una reflexiona “deben de ser mudos, qué desgracia” porque a una lo que le gusta es hablar hasta por los codos que es una manera muy incómoda de hablar. El cangrejo entonces, chiquito, casi transparente, ojos negros saltones, se vuelve y se va, se va y una se queda sin decápodo.