Las PASO dejaron algunos resultados incontrovertibles. Una lista asistemática incluiría la irrupción de Sergio Massa como líder emergente, el marcado retroceso del oficialismo a escala nacional y la irrupción del Frente UNEN como fuerza competitiva en la Ciudad de Buenos Aires.
El importante resultado obtenido por la coalición, tanto en la elección de senadores como de diputados, justificó una serie de elogios a la estrategia de instaurar un frente que, al inicio, generó muchas dudas y marcado escepticismo sobre su continuidad.
Esos elogios destacaron diferentes aspectos de esta nueva alquimia electoral que se presentaba a sí misma como una alternativa de poder real. Se sostuvo, por ejemplo, que UNEN fue una de las pocas fuerzas que supo capitalizar el sentido de las primarias. Se destacó, además, que la estrategia de unidad fue una cabal respuesta a las demandas de la ciudadanía expresadas en las multitudinarias marchas del 19S y el 8N. Por último, se insistió en la necesidad de un abroquelamiento común (v. g., la alianza entre Solanas y Carrió) para enfrentar uno de los males endémicos que padece el país: la corrupción.
Resuelto de modo satisfactorio el primer test electoral, la pregunta obligada era y continúa siendo: ¿Cuán sumables serán en definitiva votos provenientes de afinidades ideológicas en principio disímiles que coexisten en tan vasto espacio? O, más específicamente, ¿quienes votaron por Prat Gay y por Terragno en agosto se volcarán hacia Pino en octubre?; y quienes lo hicieron por Lousteau o por Gil Lavedra ¿votarán ahora a Elisa Carrió?
Los resultados de la primera encuesta donde se procede a responder ese interrogante evidencian que, efectivamente, podría existir un efecto aditivo importante, aunque también es cierto que se avizoran fugas tal vez compresibles.
Con todo, el resultado ubica a UNEN como una fuerza capaz de relegar a los candidatos del Frente para la Victoria a un incómodo tercer lugar, tanto en Diputados como en Senadores.
Entre aquellos que votaron por Prat-Gay en las primarias existe una mayor predisposición a votar ahora por Michetti; mientras que entre los votantes de Terragno, aunque en menor medida, también se produce una fuga (ver cuadro superior). En cuanto a la elección de diputados, el potencial desempeño de UNEN parece más promisorio. Carrió se ubica primera y relega a Bergman a un segundo puesto. Aquí también el cruce de información aporta valor: sólo el 42,5% de los votantes de Gil Lavedra votarían por Carrió, mientras que un 35% elegiría a Michetti.
A juzgar por lo visto hasta ahora, UNEN comporta una ingeniería electoral novedosa y competitiva. Adicionalmente, una vez más se pone de manifiesto que la verdad sobre los determinantes del voto parece estar a mitad de camino entre lo que prescribe el análisis político en términos de purismos ideológicos y lo que expresa la ciudadanía donde, además de ideologías, se conjugan multiplicidad de factores como la personalidad del candidato, los valores que encarna, su potencial de vencer a otros, su dimensión ética, etc.
Quizás lo anterior termine explicando entonces por qué UNEN puede desplazar al Frente para la Victoria, por qué Carrió se perfila como favorita y por qué a Pino le basta para superar a Filmus pero no le alcanza para destronar a Michetti. Al menos hoy.
* Director de Federico González y Cecilia Valladares Consultores.