No sólo de pan vive el hombre y no sólo de fe vive el Papa. El argentino que está produciendo una verdadera revolución en el Vaticano impulsa una reforma dogmática, pero también afecta intereses terrenales. A tres meses de haber asumido, Jorge Mario Bergoglio promueve la transparencia de las cuentas del Banco Vaticano y nombró a Battista Mario Salvatore Ricca, un prelado de su confianza, para iniciar la limpieza. Que no queden dudas: Francisco también cuida su bóveda.
El Instituto para las Obras de la Religión (IOR), conocido como el Banco Vaticano, fue creado en 1942 por el papa Pío XII para administrar los bienes confiados a la Iglesia con fines religiosos o caritativos. Pero no fueron ni religiosas ni caritativas las crisis en el IOR.
A fines de los 70, el papa Pablo VI designó a Michele Sindona como Consejero de las Finanzas. Más tarde se vinculó a Sindona con una maniobra de lavado de dinero relacionada con el tráfico de heroína. El consejero murió envenenado en prisión en 1981 mientras cumplía cadena perpetua por el asesinato de Giorgio Ambrosoli, el abogado encargado de liquidar el rojo en las cuentas papales.
Las investigaciones señalaron a Roberto Calvi como la pieza clave para la ingeniería financiera non santa. Calvi, conocido como “el banquero de Dios” por sus vínculos con el Vaticano, sería también protagonista del escándalo más recordado en la Santa Sede, cuando comandaba el Banco Ambrosiano. El segundo banco privado italiano quebró con un pasivo de 1.400 millones de dólares en 1981, uno de los mayores déficits financieros desde la postguerra.
Calvi moriría un año más tarde: apareció colgado de un puente de Londres. La imagen fue retratada por Francis Ford Coppola en El Padrino III. Tanto Calvi como Sindona eran miembros de la Logia P2, una organización masónica relacionada con sectores conservadores y la mafia siciliana.
El papa Juan Pablo I quiso mejorar la imagen del IOR en 1978 y envió a Jean-Marie Villot, su secretario de Estado Vaticano, para investigar los movimientos financieros. Villot había terminado su informe sobre las irregularidades. Pero no tuvo tiempo: el papado duró sólo 33 días.
Durante el pontificado de Juan Pablo II no se produjeron muchos cambios en la arquitectura financiera papal. El polaco estaba más preocupado por combatir al comunismo ateo que por limpiar las cuentas del capitalismo divino.
El Opus Dei llegó a controlar el IOR en 2009. Ettore Gotti Tedeschi, miembro de La Obra, manejó las finanzas vaticanas hasta el año pasado, cuando fue echado. Luego de ser despedido, el economista italiano denunció que temía ser asesinado porque había reconocido la existencia de cuentas cifradas y ultrasecretas.
En 2010 el papa Benedicto XVI promulgó una ley para prevenir el lavado de dinero. Pero no logró los objetivos. El informe Moneyval del Comité Europeo denunció el año pasado que el Banco Vaticano no había cumplido sus promesas de combatir el blanqueo de divisas, la evasión fiscal y otros delitos financieros.
El IOR administra fondos por un valor de siete mil millones de euros y tiene 19 mil clientes. Con la llegada de Francisco asumió la presidencia Ernst von Freyberg. El alemán reconoció que la reputación negativa del banco “daña el mensaje del Papa”.
El economista se presentó la semana pasada ante la prensa mundial para anunciar la “tolerancia cero” ante el lavado de dinero y prometer el fin de “la cultura del silencio”. Según la prensa vaticana, el secretismo del IOR permitiría que un narcotraficante, un mafioso o hasta un terrorista pueda tener una cuenta sin ser descubierto.
“Leyendo los diarios, decían que Bin Laden tenía cuenta con nosotros: fui al sistema y controlé si teníamos un Osama, un Bin o un Laden. No encontré nada. Tampoco encontré a ningún capo de la Cosa Nostra. No sólo no encontré ese tipo de nombres, sino que encontré transparencia”, advirtió el banquero del Vaticano. Es palabra de Dios. Amén.