Para interpretar correctamente el “fenómeno Berlusconi” es necesario, sobre todo, distinguir dos planos distintos. Por un lado, está el plano de los comportamientos privados de Berlusconi, sus relaciones ya prácticamente terminadas con la mujer y sus desenfrenadas escapadas sexuales. Muchos italianos piensan que son asuntos suyos, que pertenecen a la esfera de su “privacy”. En cuanto a los varios procesos, en su mayoría por corrupción, que enfrenta Berlusconi, muchos italianos consideran que hay un encarnizamiento de parte de los jueces contra el primer ministro. No es así pero, de todos modos, es importante subayar que la corrupción, que incluso podría ser probada en un proceso que se está por reabrir, no se refiere al presidente del Consejo de Ministros Silvio Berlusconi, sino al empresario Silvio Berlusconi, a lo que ha hecho para acumular riquezas, no necesariamente para ganar las elecciones ni, mucho menos, para gobernar. No sé si esto es un atenuante; seguramente, sin embargo, sirve para explicar por qué Berlusconi sobrevive a todas estas acusaciones.
Por otro lado, está el plano de las actividades de gobierno de Berlusconi y la representación política, social y económica que les garantiza a sus millones de electores. Berlusconi no es un marciano. Desde su ingreso a la política ha comprendido perfectamente dos cosas. Primero que, sin él, una poco homogénea coalición de izquierda, carente de cualquier experiencia previa de gobierno, hubiera podido ganar las elecciones, pero no hubiera sido capaz de gobernar. El y su partido, en ese momento Fuerza Italia, podían ofrecer una alternativa eficaz. Segundo, que el derrumbe de los tradicionales partidos de gobierno, en primer lugar la Democracia Cristiana, había liberado un enorme número de electores moderados, que estaban a la búsqueda de alguien que los representara. Berlusconi lo hizo entonces; siguió haciéndolo, y aún logra convencer a millones de electores de que puede impedir a la izquierda llegar al gobierno. Ofrece siempre alguna posibilidad, por ejemplo, menos impuestos y más eficiencia, que millones de electores aprecian. Según mi interpretación, los escándalos de Berlusconi son un elemento absolutamente marginal para los italianos que lo votan. Además, también en el centroizquierda aparecieron escándalos sexuales y corrupción política. Aunque no sean de la dimensión de los de Berlusconi, estos escándalos son percibidos por los electores como una especie de absolución para él: “Todos lo hacen”.
Lo que importa es que muy a menudo el centroizquierda ha demostrado que no sabe permanecer unido al llegar al gobierno, como en 1996 y 2006, cuando los dos gobiernos liderados por Romano Prodi duraron unos dos años, respectivamente. El gobierno que encabezó Berlusconi duró cinco años, de 2001 a 2006, y el actual, que comenzó en 2008, podría durar hasta 2013. Después de todo, a la mitad de los italianos no le gustan las propuestas del centroizquierda. No quiere un gobierno que para mejorar el Estado de bienestar exija el pago de más impuestos. Prefiere tener acceso a la salud privada, no pagar para financiar la pública (aunque en Italia sea excelente). Quiere mandar a sus hijos a escuelas privadas, tal vez subvencionadas por el Estado (aunque la Constitución lo prohíba). No quiere un Estado que pueda regular la economía. Critica, a veces con buenas razones, la burocracia, que identifica con el centroizquierda (lo que es en gran parte verdad). Manifiesta una gran desconfianza hacia los políticos de oficio, como todos los de centroizquierda, mientras, pese a que está en la política hace quince años, Berlusconi logra aún hacerles creer a los empresarios y a los artesanos, a los profesionales liberales y a los empleados del sector privado, que está cerca de ellos, de sus exigencias y de sus esperanzas, que sabe resolver, él más que la izquierda, sus problemas. Quien espera que Berlusconi sea derribado por los escándalos se equivoca. Berlusconi es un fenómeno “político”. Puede ser derrotado exclusivamente por una nueva política del centroizquierda que aún no se ve en el horizonte.
*Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Bolonia.