Puede que éste sea uno de mis trabajos más difíciles. No tengo dudas de mi honestidad personal y profesional. Digo que es un laburo difícil, porque trabajo en Torneos y Competencias y todo lo que opine puede ser interpretado como una defensa corporativa o bien, como algo que uno dice para cuidar la silla que ocupo desde hace un par de semanas en el programa 90 Minutos de Fútbol. Pero en todos estos años –ejerzo la profesión desde 1982–nunca especulé con ganarme la simpatía o la antipatía del público. Aún hoy expongo mis ideas, me expongo a que tres o cuatro irrespetuosos sin conocimientos escupan odio y frustraciones personales en el foro del diario y, más aún, lo hago todos los días hablando de fútbol dos horas por radio a la mañana y dos horas al mediodía en tv, más cinco o seis mil caracteres en PERFIL los sábados. Decir “no me interesa lo que la gente piense” sería soberbio y falso. Trabajamos para la gente. Si nos da la espalda, estaríamos fallándole. Pero si discute alguna de nuestras ideas –incluso discrepando– haremos bien nuestro trabajo.
Pocas veces en tantos y tantos años de carrera asistí a un desguisado semejante, como lo fue el tema de la televisación del fútbol. Julio Grondona interrumpió un contrato importante y vital para la vida económica del fútbol. El lunes 10 de agosto llamó a los presidentes de los clubes a Ezeiza y los conminó a votar a favor de la rescisión del contrato con la empresa TSC (Televisión Satelital Codificada, compuesta por Torneos y Clarín). Ernesto Cherquis Bialo, vocero de la AFA, salió a decir que la reunión había sido informativa. Obviamente, era el plan primigenio. La reunión era para conocer detalles y opiniones y la del martes 11 para “tomar la decisión”.
En Torneos, todos sabíamos desde antes del fin de semana que estaba resuelto. El Estado entregaría a la AFA 600 millones de pesos para cubrir todos los baches, en seis cuotas iguales de 100 millones. Los primeros 100 eran para pagar la deuda de los jugadores. Algunos dicen que esa deuda es de 30 millones, otros que llega a 200. Hablamos de esto el viernes 7 de agosto, tres días antes de la reunión “informativa” y cuatro antes de la “resolutiva”.
Lo que pudimos saber, además, es que los representantes de Boca, River, Independiente, Lanús y Vélez, por citar sólo algunos casos, no estuvieron de acuerdo con los métodos. Y, en un par de casos –Boca y River– discreparon con la decisión. El problema es que, a la hora de votar, todos levantaron la mano.
Estas actitudes de los dirigentes y el pánico a las represalias del presidente de la AFA, pusieron al fútbol en situaciones como ésta. Ellos dicen que el contrato de la AFA con TSC es leonino, abusivo, oprobioso… Supongamos que sí, que fuera así. Lo firmaron ellos o, al menos, avalaron a Grondona a que lo hiciera. Y este no es el contrato de 1991. Este contrato se discutió acaloradamente en 2007. Hubo un incremento y todos volvieron a firmar. Insisto, tal vez sea menos dinero del que merezcan o del que la empresa pueda darles. Pero no es así como se hacen las cosas. Antes de rescindir unilateralmente el vínculo que tenía fecha de fin en 2014, debió haber conversaciones, negociaciones, cartas documento, y toda la parafernalia legal que la seriedad del caso requería. No se pueden manejar las cosas como en un almacén de barrio.
Mientras, el Gobierno nacional dice no tener injerencia en un litigio de privados. Conversé con Aníbal Fernández el lunes 10 a la mañana y me negó cualquier vínculo con el conflicto. Insistí, conozco a Grondona, sé que no cambiaría de novia si no tiene otra esperándolo. El jefe de Gabinete se mantuvo en sus trece.
Aún hoy, con fotos de Grondona entrando a la Casa Rosada, con una reunión de dirigentes de fútbol con la Presidenta y el propio Aníbal Fernández, con todos suponiendo que el fútbol comienza el 21 y que Canal 7 va a televisar a River y Boca. Es un poco apresurado. Canal 7 le debe a Torneos seis meses de producción por el partido que televisaba los viernes y tuvo que devolver el de la B Nacional porque no podía pagarlo. Cuesta pensar que esté en condiciones de transmitir los partidos de Boca y de River en vivo cada domingo. Salvo, claro está, que haya una inyección de dinero importantísima, sin precedentes, como la que todos suponemos que pondrá el Estado.
Y en ese caso, el fútbol no sería gratis. Estaríamos pagándolo todos con los impuestos. Lo cual podría ser factible si se nos consultara y aceptáramos. Los futboleros no reparamos en gastos a la hora de ver un partido que nos interesa. Acomodamos horarios, invadimos casas, plantamos novias, esposas o amantes. Pero es inaceptable que se hable de “fútbol gratis”. Tampoco me parece correcto esperar hasta el domingo a las diez de la noche para ver un gol que se hizo el jueves a la tarde. Pero Grondona nunca se quejó. Hay métodos más civilizados de negociación.
Me resisto a comprar la idea de que los dirigentes son pobres víctimas de los poderosos. Acá hubo negocios cruzados. Y ustedes y yo, sabemos que si a la mayoría de dirigentes del fútbol les dan 500, gastan 600. Basta con ver el listado de deudas.
Los dirigentes siguieron desfilando por Balcarce 510 buscando plata para traer al nueve paraguayo que la rompió en Ucrania o a un lateral cordobés que la rompió en la B Nacional.
Algo más: auditores de la AFA visitan Torneos y Competencias con asiduidad, ¿no hubo manera de avisarle antes a Grondona que los números que manejaba y ganaba la televisión daban como para duplicar la plata destinada a los clubes, si esto fuera así? Todo es muy extraño, muy desprolijo y muy delicado.
Si el dinero lo pone el Estado –como suponemos– lo de “fútbol gratis” entrará en el terreno de las fantasías. Vamos a pagar igual, aunque se notará menos. En política, el “que no se note” es decisivo. Y todo este lío es, en definitiva, política pura. Basta con leer los diarios.