El auto blindado es la utopía total de los paranoicos y de los perseguidos. Es mejor que el bunker, mejor que la electrificación de alambrados. La guerra con sus tanques procuró esta fantasía, y el auto blindado la consumó para la vida civil: la fantasía de ser, a la vez, invulnerable y móvil. Resulta así perfecto, porque al paranoico, o al perseguido, no les basta con guarecerse: también se quieren escapar.
¿Qué puede el blindaje de un auto, sus capas de metal infranqueable frente a la insondable y fatal debilidad humana? Con otras palabras: ¿qué fue lo que llevó a Benazir Bhutto a abrir el techo de su auto blindado, como podría haberlo hecho un paseante cualquiera con el techo corredizo de su Peugeot 504 o con la loneta rasposa de su Citröen 3CV? Si venía blindada, invencible, ¿por qué abrió el techo y sacó la cabeza? ¿Por qué se asomó? ¿Por qué precisó saludar a sus seguidores, sabiendo que entre ellos podían estar también sus perseguidores? ¿Por qué se desblindó? ¿Por qué se expuso así?
Los líderes más dispares se protegen por igual: Lenin en su tren blindado o el Papa en el papamóvil. No obstante parece ser que, tarde o temprano, su destino es exponerse: se tienen que exponer, en el sentido de arriesgarse, porque se tienen que exponer, en el sentido de exhibirse. ¿Lo habrá entendido Bhutto, en el momento en que dio la orden de apretar el botoncito y descorrer el techo del auto en el que iba? ¿Lo habrá entendido en el momento de sacar afuera medio cuerpo, a la luz y al fuego del aire de Pakistán? ¿Se excedió tal vez en la confianza? ¿O desconfió en verdad hasta del auto blindado?
El contraejemplo de este crimen es, por supuesto, el de JFK. Ese auto llevaba al presidente al aire, en el sentido en que se dice que un desnudo lleva al aire sus partes íntimas. El que lo mató, lo hizo de lejos. Se distingue en esto del matador de Bhutto, o de Ali Agca con Wojtyla. Estos se acercaron, y al acercarse se involucraron con lo que estaban haciendo. El matador de Bhutto no quiso matar sin matarse.
Fragmentarse y dispersarse es toda una consigna de los tiempos que vivimos. Los que se detonan en atentados la consuman de la manera más terrible y más cabal.