Entre 2014 y 2016, Brasil sufrió una de las peores recesiones de su historia. Las cifras para ese período son atroces: el PBI cayó un 8,2% y el desempleo, que era del 6% a finales de 2013, alcanzó el 13,7% a principios de 2017. El impacto social de la crisis no tardó en hacerse sentir. Según datos de la Fundación Getúlio Vargas, la pobreza afectaba al 8% de la población en 2014 y llegó al 11% hacia fines de 2017, lo que equivale al surgimiento de 6,3 millones de “nuevos pobres”. La desigualdad también aumentó: fueron cuatro años consecutivos de deterioro en nuestro índice de Gini.
Ante esa situación, no faltaron observadores que, ignorando las ventajas estructurales de Brasil –instituciones democráticas sólidas, población numerosa y creativa, territorio extenso y repleto de recursos, parque científico-industrial significativo–, fantasearon con un descenso permanente de la posición económica y geopolítica de mi país. A estos analistas les faltó meditar sobre aquel simple y profundo refrán argentino: “Siempre que llovió, paró”.
En el momento en que se disipa esta tempestad –a fines de 2019 Brasil habrá registrado tres años consecutivos de crecimiento económico, aunque todavía modesto–, es posible predecir, a mediano plazo, el regreso de Brasil al grupo de las economías más dinámicas del mundo. Y debido a reformas recientes o en vías de implementación, retornaremos fortalecidos a esta liga principal global. Es muy importante compartir estas buenas perspectivas con nuestros hermanos argentinos y llamar la atención sobre lo que sucede en Brasil en términos económicos e institucionales.
Un dato fundamental, pero con poca repercusión fuera de Brasil, es el nivel sin precedentes de la tasa de interés brasileña. Actualmente, la tasa básica (llamada Selic) es del 5,5%, la más baja de la historia, y con perspectiva de caída –a modo de comparación, a mediados de 2016 la Selic era del 14%. Esta disminución no fue motivada por el voluntarismo irresponsable, como demuestra la inflación controlada (2019 registrará un poco más del 3% de inflación). Las consecuencias de este hecho son impactantes: además de hacer que el crédito privado sea más barato, la baja de la tasa de interés le ha permitido a Brasil reducir significativamente el costo de su deuda pública. Las proyecciones hechas en 2017 indicaban que en 2023 Brasil tendría una deuda bruta equivalente al 92% del PBI; las proyecciones actuales, que ya incorporan la baja de la tasa Selic, muestran que en 2023 la deuda bruta será del 82% del PBI, y empezará luego a bajar.
La reforma previsional, cuya tramitación concluyó esta semana, también tendrá un gran impacto fiscal. Como resultado se prevé ahorrar más de US$ 200 mil millones en diez años –esfuerzo imprescindible para que Brasil vuelva a gozar de superávit fiscal. Pero la reforma previsional no se refiere únicamente a la sostenibilidad de las cuentas públicas: los cambios propuestos también ayudarán al país a pagar su deuda social. El sistema, tal como es hoy, transfiere recursos de los más pobres a los más ricos. Según estudios especializados, cerca del 20% de la concentración de ingresos en Brasil es fruto de la seguridad social. La Nova Previdência busca eliminar esa distorsión al hacer que el sistema sea progresivo –quien gana más contribuye más.
Después de la previsional, otras reformas claves integrarán la agenda. La reforma tributaria tendrá como objetivo simplificar el sistema impositivo brasileño, aumentando la seguridad jurídica y facilitando inversiones internas y externas. El gobierno Bolsonaro también impulsará una propuesta para otorgar autonomía técnica, operativa, administrativa y financiera al Banco Central, descartando definitivamente el riesgo de interferencias en la política monetaria brasileña. Las privatizaciones también están en la pauta: el gobierno federal pretende evaluar la privatización total o parcial de buena parte de las 130 empresas estatales que controla, incluyendo empresas como Eletrobrás, Compañía Brasileña de Trenes Urbanos y el correo estatal. La directriz que guía las reformas en curso se sintetiza muy bien en la Ley de Libertad Económica (Ley 13.873), promulgada hace un mes, que establece normas para proteger la libre iniciativa y consagra el principio de que la intervención estatal en la economía debe ser la excepción, no la regla.
Dos novedades recientes, no directamente relacionadas con la economía, también contribuirán a reposicionar a Brasil en otro nivel global. En el campo diplomático, el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea generará un mercado de 780 millones de personas, permitiendo que las empresas de nuestra región se reconfiguren y se dinamicen en una apertura efectivamente competitiva de nuestra economía. El Mercosur firmó acuerdos similares con la AELC (Asociación Europea de Libre Cambio) y hoy negocia con Canadá, Corea del Sur, Singapur y Líbano. Este esfuerzo para actualizar nuestra integración regional ya cosecha sus frutos, de los que son ejemplo el Protocolo de Cooperación y Facilitación de Inversiones Intra-Mercosur –en vigor para Brasil y Uruguay desde julio pasado– y el anuncio del libre comercio automotor entre Brasil y Argentina, a partir de 2029. A este tipo de resultado nos referimos cuando decimos que la solución para los problemas del Mercosur es más Mercosur, interno y externo.
Por último, después de décadas de deterioro casi ininterrumpido, Brasil empieza a combatir la delincuencia de manera efectiva. Según datos del proyecto independiente Monitor de la Violencia, las muertes violentas disminuyeron un 22% en los primeros ocho meses de 2019, después de una reducción del 13% en 2018. Todavía queda un largo camino por recorrer, pero esos datos indican que Brasil finalmente comienza a pagar una gran deuda que tenía con su población. Un Brasil más pacífico es la primera obligación del Estado con las familias brasileñas, pero también ayuda a fomentar el turismo internacional y a reducir los costos económicos, aumentando la competitividad. Lo mismo se puede decir sobre la intensa y efectiva lucha contra la corrupción, de la cual Brasil ha sido un ejemplo innegable.
En suma, Brasil está alineando esfuerzos para dar un salto cualitativo en su marco institucional y económico que lo devolverá a la posición de preeminencia internacional que ocupó en años recientes. Esta vez, cumpliendo con una ambiciosa agenda de reformas estructurales, estaremos mejor protegidos de lluvias o tempestades pasajeras.
*Embajador de Brasil en Argentina.