COLUMNISTAS

Buenas intenciones

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Para explicar las palabras, para entender las palabras, hay que usar las palabras. Esto lo dice mucho mejor que yo el señor Havelock, pero además me hace acordar a la famosa ponencia del Negro Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua de Rosario allá por 2007 a propósito de las “malas” palabras en la cual se concluía que no existen las mal llamadas malas palabras, porque las palabras no son ni malas ni buenas. En fin, que así como lo que mata es la humedad, lo que determina cómo son las palabras es la intención. Vaya como prueba la tradicional, canónica frase que habla de la catadura moral de la señora madre del tipo o la tipa a quien queremos denostar. La misma, mismísima frase con las mismas palabras, pero con otra entonación, puede ser aplicada a alguien a quien se admira y se respeta o a un lugar que nos llena de emoción.

Bueno, y si una quiere insultar a alguien entonces, ¿qué hace? ¿qué le dice? Ufff, hay idiomas especialmente dotados para eso y el nuestro es uno de ellos, aunque supongo que en cualquier otro a poco que una se fije y si lo conoce un tanto así, se pueden encontrar tesoros de ingenio, malas intenciones y denuestos para dar y regalar. En inglés, por ejemplo, están las “palabras de cuatro letras” (four-letter words) así llamadas porque la mayoría de las palabras que el Negro Fontanarrosa sostenía que no existen, se escriben en ese idioma con cuatro letras y de ahí la ironía y segundas y terceras intenciones de aquel título “Amor (love, ¿se acuerda?) es palabra de cuatro letras”.

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En castellano las hay de cuatro, cinco, seis y supongo que aun más, letras, sólo que en este momento, no se me ocurre ninguna. Cosa que suele pasar cuando una está escribiendo un texto, sea artículo, novela, ensayo (¡sobre todo ensayo!) o la lista del supermercado. Pero también, como en otros idiomas, lo que mata, digo, no, perdón, lo que revela la verdadera intención de la palabra tenga la cantidad de letras que tenga, es la entonación. En otras, claro, palabras, cuando largás una frase como cañonazo acerca de la señora madre de ese individuo, ¿lo estás calificando a él como a un indeseable debido a sus inclinaciones y cualidades? ¿o estás diciendo que es un genio inmarcesible?

Oh, la palabra como arma, como decía con toda razón en su momento y no sé si no en estos momentos también, la señora Emma Goldman, oh.

Todo esto porque me estoy cansando de leer insultos en las secciones políticas de los diarios y de oír los mismos insultos por la radio y la televisión. Y no hay dudas acerca de las intenciones de quienes los profieren o perpetran. De vez en cuando, no viene mal un insulto, improperio o como quiera llamársele. Pensemos en un señor que va manejando bien su auto por la calle y viene uno desde la izquierda y lo choca. El primer señor se baja de su vehículo y qué dice. ¿Dice acaso: “Caballero, me habéis abollado el guardabarros”? Si es que todavía existen los guardabarros, porque con esto del diseño y la alta gama vaya una a saber. Pues no. Exhala a toda voz aquella frase sobre la señora madre del otro conductor. Y el otro conductor replica con la misma voz y la misma frase y se arma la podrida callejera y todo el público se divierte muchísimo.

Pero eso, en el caso de choque, sin víctimas fatales. En el caso de una discusión o exposición de ideas, nones de nones, mi querido amigo. Ahí no caben las palabras de cuatro letras ni las aviesas intenciones de las letras que sean. Cuando se trata de ideas, de posiciones filosóficas, sociales, etcétera, el insulto está de más. No sólo sobra, sino que es contraproducente. Y bien, en estos últimos tiempos sólo oigo, leo, insultos. Nadie me dice: “Yo creo en esto y en lo otro y en lo de más allá, y si llego al Gobierno voy a hacer esto y esto otro y tal cosa más”. No. Todos y todas gritan y se interrumpen en las mesas de discusión, sólo para acordarse explícita o implícitamente de la señora mamá, del que no piensa como él o ella. De modo que aquí, con estos párrafos y, si sirve para algo y si no también, les pido: ideas y no insultos, por favor.

Dejen de decirme que Fulano es un tarado-traidor-estúpido-infame-canalla-trepador-corrupto y díganme en qué creen y qué piensan, y qué sostienen que hay que hacer para que todas y todos podamos vivir en paz en nuestro lugarcito en el mundo en donde se puede hablar tranquilamente de ideas, posiciones, proyectos e intentos de colaboración, entre quienes piensan distinto pero tienen, oh maravilla, las mismas intenciones.

Y que las mamás de las figuras públicas o descansen en paz o se vayan con las amigas a tomar un cafecito.