Como promesas nocturnas que la luz desvanece, los amantes se despiden hasta la próxima vez. Sin ansiedad ni derechos de exclusividad, sin ninguna presión. Sin excusas. Nadie se hace ideas equivocadas. Las expectativas son otras, aunque no estén del todo claras. Para el psiquiatra Marcelo Hernández, especialista en psicología médica y clínica familiar, se debe a que “no a todo el mundo satisface la monogamia. Las relaciones múltiples y estables son una tendencia actual, antes impensada. Hoy, en determinados grupos sociales, no está mal visto poder manifestarlo. Lo asumen y lo aceptan y no hay sanción moral”.
La psicóloga Beatriz Godberg, autora de libros como Quiero estar bien en pareja y Cómo vencer los miedos y ser feliz, ve en su consulta a mucha gente que vive de esta manera, tanto hombres como mujeres. “Una de las razones es la comodidad, el poder volver a casa, mantener el hábitat, los amigos en común –dice–. Algunos lo advierten, anunciando a la otra parte que no se separarán de sus parejas, otros dilatan ese momento. Pero para que esto suceda, existe en la otra parte cierta satisfacción en ser el plan B. Son relaciones donde no se da sólo el sexo, sino también el compañerismo y el diálogo.”
No hay sanción moral, no es inmoral ni amoral. Es algo diferente, como los encuentros en Facebook. Relaciones lejanas que se acercan y cercanas que se alejan. “Es, según Lipovetsky, parte de la posmoralidad, donde el factor central es la inmediatez, la construcción de una nueva moralidad en este modo de vínculo”, dice Hernández.
Posmoral en el sentido de que construyen nuevos paradigmas que llegan para definir estructuras en permanente cambio. “La pareja, el matrimonio, la familia, nos guste o no, son estructuras que deben definirse permanentemente por el dinamismo que los tiempos sociales imprimen”.
“Los códigos de fidelidad son más ligth, hay más permiso. Salidas semanales con ‘amigas’ una vez a la semana, que muchas veces no son otra cosa que coartadas para no cambiar el estatus que generan relaciones afectivas de mucho tiempo”, dice Golberg.
Gisela tiene 31 años y una pareja heterosexual estable desde hace dos años y medio, pero cada tanto se encuentra con su amiga de la facultad, “Sole”, con quien mantiene una relación homosexual que se prolonga en el tiempo. No siente que esté engañando a su novio, sino que es algo propio, algo que le hace bien, que la mantiene en equilibrio.
“Veo muchas parejas que trabajan para que no entre un tercero, aunque los ambientes laborales en la mayoría de los casos invaden estos contratos con reuniones fuera de horario en lugares relajados. Cuando uno se niega a abrirse a otras relaciones, hasta tus propios amigos o amigas te miran con desconfianza. Hummm... ¡Tantos años con la misma persona! Pareciera que la fidelidad ya es un valor en desuso”, explica Golberg.
“Hoy se acepta la diversidad, el ‘y, sí...’, ‘y, quizá...’ Es una exploración. Es muy difícil que una persona satisfaga plenamente a otra. La pareja sola no alcanza en el desarrollo de la individualidad”, para Hernández.
No son relaciones “serias” en el sentido clásico. Pareciera que nadie llena a nadie, que nadie le otorga a nadie la atención necesaria. ¿Frustración? ¿Fracaso? “No, tal vez sea mejor plantearlo como que nadie puede cumplir con todas las expectativas con las que habitualmente cargamos a nuestras parejas. Esto no es malo en sí mismo, dado que nos enfrenta con nuestra propia individualidad y la obligación de armonizar nuestro desarrollo en tanto personas con el de nuestras relaciones y las personas que las vayan integrando”, dice Hernández. Para Golberg hay una clave, y es que hoy los individuos tienen miedo a jugarse por alguien.
Jeffrey Weeks, sociólogo galés experto en sexualidad, da cuenta de que este fenómeno está instalado en Europa. Señala que el punto de partida se da en un cambio cultural, donde la autoridad ya no está puesta en líderes religiosos o en el Estado, sino en el individuo. “Cada uno de nosotros elige lo que quiere vivir.” Dice que lo importante no es lo que hagamos, sino cómo. “Es decir, qué tipo de responsabilidades se deriven de nuestras relaciones. Es parte de una revolución de la vida íntima, en la que estamos a mitad de camino. Por ejemplo, hoy en Gran Bretaña la mitad de los hijos nacen fuera del matrimonio.”
¿Tendencia a la poligamia? Silvina M. les contó a sus amigas que se acostó con Ricardo Arjona, que lo había conocido en una fiesta y sin querer, cuando se dio cuenta, estaba en su habitación. Su novio nunca se enteró. Pero este evento fue una simple infidelidad. No califica como relación múltiple estable, porque en este tipo de vínculos no existe la infidelidad (ver recuadro).
Hay expertos en mantener esta clase de relaciones, pero entre los más jóvenes parece algo usual. “Lo que pasa con los adolescentes es notorio. Una chica puede estar con dos o tres o más chicos durante la misma noche, lo que está diciendo que no se eligen. Marca una falta de valores que se intensifica si están alcoholizados. Estar con varios es lo mismo que no estar con nadie o no necesitar a nadie”, dice Golberg.
“Es posible la estabilidad que connota permanencia, acuerdos implícitos y explícitos, complicidades múltiples que pueden incluir la aceptación de terceros en la relación o no. Esta aceptación puede ser verbalizada o simplemente aceptada sin ser dicha. Esto no significa funcionalidad ni disfuncionalidad, sólo alude a un acuerdo, que es lo que define cualquier relación de pareja, que podrá a su vez determinar el grado de salud de la misma”, dice Hernández.
“Creo que en la actualidad se vive más de la apariencia. Mucha gente no puede sostener un divorcio o separación, que en términos económicos es un mal negocio, entonces suma a su crisis otras relaciones paralelas que se mantienen en el tiempo”, señala Golberg.
Marcos tiene 36 años, dice que tuvo cinco chicas durante los últimos dos años, aunque sólo tres de ellas podrían definirse en la categoría de relaciones estables múltiples. “El cuerpo acompaña el paradigma social existente o de referencia, por lo tanto no es llamativo, dado que se puede compartir la sexualidad con múltiples partners sin dar casi nada y sin alterar un ápice la sensación de soledad. Por lo contrario, permite el ‘como si estuviera con otro’ sin necesidad de estar con un otro en el sentido existencial”, plantea Hernández.
“No podemos sustraernos de la cultura consumista. La solución a nuestros problemas aparece en forma de remedios rápidos, shoppings o relaciones múltiples. Está todo trastocado, y una muestra de eso es la masculinización de la mujer”, explica Golberg.
En este carrusel emocional pasan cosas buenas y malas. Es adictivo y con el tiempo se torna asfixiante también. Para Hernández, “no es una tendencia a la poligamia en forma explícita, pero conduce al debate sobre el conocido tema del ‘hasta que la muerte nos separe’, generador de situaciones cargadas de hipocresía. De hecho, la sociedad se va encargando de desarrollarlo y sólo basta ver el índice de divorcios que se dan para tomar la dimensión del tema”.
Habrá un momento en que alguna de las partes quiera seguridad y compartir la rutina, dormir la siesta o compartir una película una tarde de domingo de lluvia. Por sí o por no, siempre hay un precio que pagar.
El principio. Es muy raro, tanto para un hombre como para una mujer, que se quiera una relación “seria” desde el principio. Pero después de un tiempo es muy probable que una de las partes diga: “Bueno, hasta aquí llegamos, si querés seguir conmigo...”. Para que eso no sea traumático, dicen los cultores de esta clase de relaciones, es necesario no dar en ningún caso respuestas ambiguas (ver recuadro).
Cuando la relación no tiene marco, la mayoría de las veces quien lo pone es la mujer, pero no en la primera cita, como hizo Isabel, de 46 años. Lo había conocido en Facebook y ya avanzada la noche, y creyendo que después de tanto recorrido había llegado a destino, le dijo a Germán J., de 51: “Sos un boludo si me perdés”. El no podía creer lo que le estaba pasando. Le explicó que no buscaba una relación monógama estable, sino relaciones estables pero no exclusivas.
Internet no es la causa de este fenómeno, pero lo facilita. “Internet sólo es un instrumento que posibilita un mayor flujo de encuentros”, apunta Hernández. “Estamos muy vacíos, y esto se da en todas las clases sociales a su manera. Hay un adormecimiento del sentir”, para Golberg.
Marcos, de 33 años, tenía una relación con Verónica, de 41. Verónica estaba casada, pero había aceptado “vivir el momento” con Marcos. Verónica después de tres años sigue con Marcos, continúa casada y sin mayores contratiempos. El primer año se veían por lo menos dos veces por semana, hoy se ven dos veces por mes.
¿Este fenómeno marca el fin de la pareja simbiótica o sólo es un entretenimiento? “Estos términos reflejan dos extremos, dos caras de la misma moneda, que denotan trastornos o patologías. Sería como decir que se da un movimiento pendular que va del terror al compromiso (fobias) hasta la relación simbiótica y castradora”, aclara Hernández.
“Vivimos en una inestabilidad emocional generalizada. Es una crisis del individuo, un Narciso que se hunde a sí mismo. Son tiempos de disvalor donde no hay tolerancia ni paciencia en la construcción de una pareja. Al primer choque, el vínculo se rompe o se degrada en estas formas”, dice Golberg.
De todos modos, es bastante común que después de tanto ir y venir de un lado a otro, algunas parejas cierren la puerta a otros encuentros, pero no del todo. Sexo sin exclusividad parece ser la premisa, o “simplemente puede ser una etapa o parte de...”, opina Hernández. Un tránsito, un puente que une mandatos del pasado que aún no se han retirado con el futuro que todavía no se ha hecho presente, o como dice el especialista: “Es un fenómeno dinámico que se adhiere a movimientos socioculturales caracterizados por la velocidad y complejidad de estos tiempos”.