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tragedias

Cajas y cajitas

Tuve una amiga que coleccionaba cajas. Todas de materiales nobles. ¿Usted vio alguna vez una cajita chica, del tamaño de un paquete de cigarrillos, de piedra?

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Tuve una amiga que coleccionaba cajas. Todas de materiales nobles. ¿Usted vio alguna vez una cajita chica, del tamaño de un paquete de cigarrillos, de piedra? Ella tenía una: gris con vetas blancas y semipulida, bella y rara. Lo notable es que las tenía guardadas. Los coleccionistas tienden a mostrar las cosas que coleccionan. Ella no. Las tenía encerradas. Las mostraba, eso sí, con cierto orgullo, como pasa con los coleccionistas. Y la gente que no entiende eso del coleccionismo, las miraba con indiferencia o con cierto frágil interés y decía cosas como “ay, qué preciosas”. Le aseguro que en general eran preciosas. Así, quiero decir, en conjunto. Ahora, si una se ponía a mirarlas una por una, eran realmente asombrosas. Ni una fea había. Ni una vulgar o fácil de encontrar por ahí, en un negocio común y corriente o en una casa de compra y venta o en una boutique elegante. Vistas en detalle eran sensacionales. Yo le regalé una, herencia que tuve de una tía vieja que murió hace años de años. Era, no mi tía sino la cajita, de una madera olorosa, tapa con adornos cavados en esa madera y en el olor a sándalo o a musgo o a especias, muy rara y muy exquisita. Estaba pintada de color borravino y los huecos y fiorituras de la tapa le daban un aire de misterio. Era tal vez japonesa. No, no, no, no me hable de cajas chinas, que me tiene harta esa mención a las cajas chinas que ningún comentarista de libros parece querer perderse. ¿Usted sabe lo que son las cajas chinas? Yo sí porque tengo dos: una anaranjada de madera que me regaló una amiga, y una de cartón color marrón oscuro que me compré yo ya no me acuerdo en dónde. No tienen nada que ver con los libros. Los libros, mi estimado amigo, no son cajas chinas; y las cajas chinas han pasado a ser una muletilla del tipo de obviamente, digamos, de alguna manera, a ver y otros huecos desagradables en el uso del lenguaje. Mi amiga no guardaba nada dentro de sus cajas y cajitas. No tuvo ninguna mágica ni trágica. Las tenía y las mostraba por puro placer. No era otra Pandora, ya sabe, la mitológica, no la cinematográfica. Ya no está. Yo la extraño y a veces me pregunto adónde habrán ido a parar sus cajas y cajitas.