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Cambio de cara

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| Cedoc

Cuando la vida haya dado la vuelta completa, cuando es preciso un nuevo comienzo, cuando el acoso se volvió intolerable, cuando proseguir resulta una tarea impostergable e imposible, no hay nada mejor que un cambio de cara. Es algo que muchos pueden materializar en vida, pero esos muchos siempre son pocos. En cambio, en la más democrática de las artes, la literatura, un desahogo al alcance de todos, para el que solo hace falta papel, lápiz y goma de borrar, o ni siquiera papel, basta la buena memoria, cualquiera puede volver a empezar, otorgando nueva vida a un personaje que ha vivido lo suficiente como para que se vuelvan inimaginables nuevas tribulaciones. En esos casos, un cambio de cara es la solución. 

Naturalmente, no es una recomendación mía. Un inventario exhaustivo arroja dos casos, pero seguramente hay más (en literatura siempre hay más). En 1963, Richard Stark, uno de los tantos seudónimos utilizados por el norteamericano Donald Westlake, escribió The Man with te Getaway Face, traducida en 2013 con el título El hombre que cambió de cara. “Cuando le sacaron las vendas, Parker vio en el espejo a un desconocido. Saludó al desconocido y miró detrás de él, al reflejo del doctor Adler”. Es un buen comienzo. Parker había entrado en la clínica cuatro semanas antes, con una cara a la que alguien quería meter una bala. Ahora tenía una cara nueva, que nadie reconocería. 

El otro es el de Andrew Vachss. Dead and Gone se titula la novela, aparecida en 2000. No hay traducción española. De hecho es inexplicable que no esté traducida toda la extensa y densa obra de Andrew Vachss. Son cosas que pasan. En cambio, su obra fue traducida al italiano. No toda, pero sin duda supera las escasas tres novelas que se conocen del autor en español. Dead and Gone fue traducida como La vendetta di Burke. En el caso del protagonista, Burke, a diferencia de Parker, que decidió cambiar de cara enseguida, apenas las cosas se complicaron, esperó doce novelas para que la fatalidad lo obligara a cambiar de cara. Un engaño, una trampa, un tiro en la cara, una larga convalecencia, una vuelta paulatina a la vida, pero con rostro nuevo y sin Pansy, la perra que lo acompañó hasta el momento. La rueda se pone en movimiento para vengarla. 

Aquí Vachss, a diferencia de Stark, utiliza el recurso para resetearlo todo: los viejos enemigos no lo reconocen, pero los viejos aliados tampoco, y piden pruebas. En 1963 Stark no sabía que Parker protagonizaría veinticinco novelas, de otro modo no lo habría llamado así. Maldijo su error cada vez que Parker debía estacionar el auto (Parker parked the car). Oulipianamente eludió cada vez esa cacofonía, pero nunca dejó de maldecir. En su caso el cambio de rostro, en la segunda aparición de Parker en sociedad, era tal vez un hola y adiós, un debut y despedida. En Vachss, en cambio, es un auténtico volver a foja cero, lo que le permitió mantener vivo a Burke durante cuatro novelas más. Liquidó a su personaje en 2006, en Mask Market, luego de haber protagonizado dieciséis novelas. 

Luego de la cirugía que lo devuelve a la vida con cara nueva, Burke está obligado a tener que dar pruebas de su identidad. Igual que Parker años antes. Es una estrategia recomendable cuando ya no se sabe hacia dónde ir. Un cambio de cara renueva los recursos y pone en funcionamiento las apelaciones al pasado. Obliga a recordar. ¿Acaso la literatura es otra cosa?.