Es curioso el actual neocamporismo que asoma de diversas maneras. La agrupación La Cámpora, fundada nada menos que por el hijo del matrimonio Kirchner –hecho de por sí significativo–, se supone que nuclea un amplio sector juvenil que adhiere fervorosamente al actual gobierno.
Y sin embargo… En el acto en la cancha de Huracán, conmemorando el triunfo electoral del doctor Cámpora, no se habló de Cámpora y sí, mucho, de Néstor Kirchner. Evidentemente, cualquier pretexto sirve y todo apunta a crear el mito de Kirchner como el gran luchador, supuesto continuador –junto con su esposa– de la heroica lucha popular por la liberación.
En la gran exposición de “Homenaje al pensamiento y al compromiso nacional”, donde se informa con detalle y muy creativamente sobre 25 grandes figuras, desde Perón y Eva hasta Cátulo Castillo, Cámpora no aparece. (Como tampoco figura Yrigoyen). Allí, los dirigentes que “concretaron los sueños” populares habrían sido Evita, Perón y Néstor Kirchner, a pesar de que éste murió habiendo perdido unas vergonzosas elecciones.
Hay frases que definen, ponen un sello a ciertos hechos. La Década Infame tituló un libro el gran pensador José Luis Torres, y así quedó consagrado el período 1930-1943. Miguel Bonasso llamó a Cámpora “el presidente que no fue” en un enjundioso ensayo. Pero se equivocó, porque fue presidente, un tiempo corto, 49 días, pero cumplió una misión –que Perón lo sucediera–, y lo que hizo o permitió hacer fue lo que determinó que se tuviera que ir. O sea, Cámpora fue presidente.
No era un político de grandes luces ni tenía demasiados antecedentes. Había cumplido bien su papel, presidiendo la Cámara de Diputados en los primeros gobiernos del general Perón y nada más. Cuando se lo eligió como candidato, muchos lamentaron que no fuera otro que tuviera más experiencia, y más capacidad.
Cámpora tuvo que ser candidato porque Lanusse cometió otro gran error, al no quitar un impedimento formal (una fecha de llegada al país) para posibilitarle al General el acceso directo al gobierno. Era casi una pelea de barrio: al “no lo dejo” de Lanusse seguía el “ya vas a ver que sí” de Perón.
Cámpora era exactamente un vicario que, en una época de grandísimas dificultades y conflictos, con una guerrilla muy activa y con Montoneros presionándolo fuertemente, se vio sobrepasado en el cumplimiento de las instrucciones de su mandante. Bonasso plantea la renuncia de Cámpora como producto de maniobras ocultas de López Rega y su entorno, y todo su libro tiene un tono de revelación, con documentos reservados, de una conspiración.
En realidad, Perón no estuvo satisfecho con el manejo de Cámpora y se lo manifestó: lo veía débil frente a las provocaciones que recibía, y terco en mantener ciertos hombres que lo rodeaban, como Righi, que era ministro del Interior. Principalmente por eso se tuvo que ir; además, indudablemente, de intrigas y manejos propios de la política y de la cercana herencia que se preveía con un Perón anciano y enfermo.
Lo de Cámpora está explicado por Perón en su libro Conducción política: cuando un dirigente se equivoca, el conductor “no tiene por qué enojarse, porque no lo sanciona por haberlo perjudicado personalmente; lo sanciona porque está haciendo mal la causa de todos, y para evitar males mayores lo saca” (cap. V).
Con el rescate y, a la vez, el olvido de Cámpora como gran figura, el kirchnerismo quiere significar que el presente político es algo así como la realización de aquello que Cámpora no pudo hacer. “El que no fue” aparece redivivo en personas y hechos actuales. Y este es otro malentendido: porque Righi, Gullo y algunos otros no son lo que fueron en tiempos de Cámpora: hoy son burócratas olvidados de la patria socialista, simples gestores que pasaron por el menemismo y que ahora encontraron conchabo con Cristina. Todo lo demás es literatura, como el mito de Kirchner y la supuesta continuidad entre Eva Perón y Cristina.
*Poeta y ensayista.