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Canción para un niño travieso

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Luis Spinetta cantaba una canción hermosa para un niño dormido. Pero con un niño que no puede dormir, ¿Qué hacemos?

Tuve un amigo, Horacio, que el nene le dormía a pequeños haikus. Lo cual estaba enloqueciendo a él y a su mujer. Empezó a probar cosas esotéricas –como el Coco Basile, que tiraba talco en el banco de suplentes– y , aconsejado por las abuelas, le ponía al nene la ropa al revés, lo que va para afuera, adentro. Pero no había caso, el nene casi no dormía y los padres se movían como zombies o cantantes de trap. Llegaron hasta llevarlo a un neurólogo, pero no dieron con nada. Finalmente, una noche, el nene empezó a dormir seis o siete horas de un tirón.

Pasaron un par de años y la pareja se separó. El nene dormía bien pero era muy travieso. Y empezaron estos problemas limítrofes: cuando estaba en la casa de la madre el nene hacía lío y las niñeras renunciaban como los actores que trabajan con Woody Allen. Entonces la madre lo llamaba por teléfono a mi amigo y le decía que le había impuesto un castigo: no ver películas ni dibujitos en la tele. Y le exigía que ese castigo continuara cuando estuviera en la casa de mi amigo. A Horacio le costaba seguir un castigo promovido por una conducta que él no había presenciado. Sobre todo le extrañaba porque su hijo, en su casa, se comportaba perfecto. Y también porque cuando hacía algo malo, un capricho, un enojo, él lo discutía pero jamás le ponía una penitencia y mucho menos una que durara en otra casa, en otro estado. No creía en ese punitivismo.

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Cuando me contó esto le conté lo que le aconseja Don Juan a Castaneda en Viaje a Ixtlan cuando le cuenta de un niño revoltoso. ¿Qué propone Don Juan? Cada vez que el nene se porte mal, conseguir a alguien muy feo y que el nene no conozca y pagarle  para que lo ataque de golpe, cuando menos se lo espere, dándole un susto. Que le de unas nalgadas. Diciéndole que se si portaba bien, él no volvería a aparecer. “Hay que enseñarle al niño a parar el mundo”, dice Don Juan, “y lo que puedan hacer sus padres, chirlos, castigos, no servirán de nada”. Y agrega: “Si tenemos que parar a nuestros semejantes, siempre hay que estar fuera del círculo que los oprime. En esa forma se puede dirigir la presión”. Y para finalizar el tratamiento, Don Juan le dice a Carlos que consiga que el niño pueda ver un niño muerto y que le haga tocar el cuerpo, pero  con la mano izquierda y nunca en la barriga. “Cuando el niño haga eso, quedará renovado, el mundo y ya nunca sera lo mismo para él”, remata Don Juan.

A mi amigo Horacio Horacín la propuesta de Don Juan le pareció demasiado como para que la madre la aceptara. Le dije que castigar a un nene con no ver la tele,  prohibirle algo que le gusta, no es una opción interesante. Para que un chico cambie de conducta hay que mostrarle y hacerle sentir que lo que hace no está bien por sí mismo, no porque le va a acarrear problemas.