Entre los temas que quise tocar en la columna del Ombudsman del pasado domingo –y que quedaron fuera de ella por una mera cuestión de espacio– hubo uno que quiero traer hoy para dar respuesta a la inquietud de un lector y a la mía propia: es mínima, casi inexistente, la porción dedicada a los avatares preelectorales en distritos que no son la provincia o la Ciudad de Buenos Aires.
El lector inquieto por esa carencia es Norberto Rinaldi, que va de menor a mayor en intensidad de crítica hasta llegar al extremo de escribir que “ni aun en los diarios más claramente identificados con el Gobierno hacen un ninguneo tan explícito sobre todo lo que no sean las dos vertientes kirchneristas de la provincia”. La molestia que expone el lector está referida particularmente al ámbito bonaerense, y el énfasis está puesto en una supuesta exageración en el tratamiento de los candidatos Insaurralde y Massa en detrimento de otros, tales como los de otras variantes peronistas, de las radicales y las de izquierda.
Siendo PERFIL un diario generalista con alto porcentaje de inserción en el interior del país, el espacio adjudicado al resto del territorio argentino debería ser mayor, y en este caso con más justificación: si bien buena parte del futuro político se dirime en la provincia y la ciudad de Buenos Aires, no será menor la incidencia del conjunto de los otros distritos, en particular aquellos que tienen que resolver senadurías (sin menoscabo del valor de las diputaciones) que habrán de generar mayoría y minorías determinantes para la gobernabilidad durante los próximos dos años.
Tenemos, así, dos cuestiones a analizar: el valor que se les da, en un diario que se pretende pluriideológico, a todas las fuerzas políticas en competencia, y el espacio que se adjudica a los distritos, con las correspondientes diferencias en cuanto a peso político y demográfico. Si esto fuese tomado en cuenta por la conducción de PERFIL, quedaría sin sustento el último párrafo del mail que envió el señor Rinaldi: “PERFIL tuvo, hasta hace poco, el mérito de exhibir objetividad informativa y policromía ideológica. ¿Se habrán perdido para siempre esas virtudes?”. Con franqueza, debo decirle que me consta que no, aunque los hechos parezcan darle cierto grado de razón.
Semejanzas. Hace ya largo tiempo que los espacios publicitarios han dejado de ser territorio exclusivo y excluyente de las prácticas tradicionales. Esto es, los clásicos anuncios a los que nadie puede confundir con otra cosa, y menos con contenidos periodísticos. En los últimos años se ha formalizado una variante que en otros tiempos quedaba oculta y que ahora tiene un nombre: publicidad no tradicional (PNT). Legítima, por cierto, y necesaria para incorporar anunciantes que de otro modo no alimentarían las economías de las empresas periodísticas. En televisión y radio, esta variante viene mezclada con los contenidos, para mal de espectadores y oyentes, y rara vez hay una advertencia que las ponga blanco sobre negro. En gráfica, a diferencia de los medios electrónicos, es tanto más fácil como imprescindible que los lectores sepan cuándo están ante un material de propaganda, cuándo frente a uno promocional no pago y cuándo consumiendo publicidad y no contenido periodístico: basta con diferenciarlos gráficamente, sea con un cambio de tipografía que distinga lo informativo de lo comercial, o con fondos de color diferenciales. En PERFIL, esto es visible en algunos espacios publicitarios no convencionales pero no en otros, lo que puede provocar en el lector cierta desorientación. Que quede claro que no estoy cuestionando el método de comercialización, porque un medio necesita de sus anunciantes para sobrevivir y desarrollarse. Simplemente es una cuestión de continentes que permitan a quien también paga (cada edición, en el kiosco) saber qué es qué.
Una a favor. Para destacar de la edición del sábado 13, una extensa nota sin firma (aún subsistía el conflicto finalmente resuelto entre gremio de periodistas y empresas por la negociación paritaria, que llevó al retiro de firmas) que me llamó la atención por la densidad de su información y lo bien editada: con foto principal en la tapa (“Aquí nos espían mails y charlas”, era el título) se explicaba “cómo funciona la Matrix que nos espía”, en referencia a la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos (NSA). Su autor es Facundo Barrio, que utilizó con muy buen criterio un amplio informe de la revista Wired, incluyendo un reportaje a William Binney, experto en criptografía que renunció a la NSA tras el atentado a las Torres Gemelas. Novedosa para los lectores argentinos, merece el elogio.