Con frecuencia, las categorías creadas por la filosofía o la ciencia política sufren adaptaciones al ser llevadas a la práctica. Así ha ocurrido con las de “capitalismo” y “socialismo” en diferentes experiencias históricas. Es el caso de la URSS que, habiendo socializado los medios de producción y con un ejercicio del poder a través de un partido único, fue señalada como un “capitalismo de Estado” por el trotskismo, al considerar que la clase obrera solo había cambiado de patrón. Por su parte, Venezuela declaró instaurar un socialismo del siglo XXI aunque (oficialmente) nunca socializó los medios de producción y mantuvo el acceso al poder a través de elecciones en las que participan varios partidos. Ni hablar del caso de China, con un partido único y coexistencia con formas capitalistas de producción.
En Argentina, desde hace décadas viene mostrando una práctica política que se ha dado en llamar “capitalismo de amigos”, a la que se le viene agregando una forma de “socialismo” basado en un asistencialismo creciente.
Nuestro “capitalismo de amigos” es una práctica que viene de lejos, con la participación de funcionarios del Estado facilitando que algunos empresarios lleven adelante operaciones económicas con poco apego a las normas e instituciones. La vigencia del mismo acaba de ser probada por un hecho reciente recogido por el periodismo. En palabras de Carlos Pagni, “la venta del 51% de Edenor, la distribuidora eléctrica más importante de la Argentina… Se lo venden a un grupo integrado por varios próceres: José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti, que es el dueño de la principal empresa de cloro del país, extraordinariamente ligado a Aysa, porque es su principal proveedor. Y todo lo que está ligado a Aysa está ligado a Mr. Cloro, a José Luis Lingeri, el sindicalista tan integrado a los servicios de la inteligencia del gobierno anterior”. (…) “Dos preguntas, no dos afirmaciones, alrededor de esto. La primera: ¿cuál es la deuda de Edenor con la empresa que vende la energía? Es una empresa mixta de gran participación estatal. (…) Vila, Manzano y Filiberti, son íntimos amigos de Sergio Massa. (...) Massa agregó un artículo al Presupuesto Nacional, que no estaba en el que venía desde Economía, que es el artículo 87. Y dice que toda la deuda de las distribuidoras eléctricas no va a ser materia de negociación entre dos empresas, la distribuidora y Cammesa. La va a discutir el deudor con la Secretaría de Energía, y esa discusión va a ser política…”.
En cuanto al “socialismo asistencial”, va cobrando relevancia a partir de ir perfeccionando una práctica ya consagrada en la política argentina. El crecimiento exponencial del asistencialismo ha llevado a convertir esta práctica en una particularidad de este modo de “no producción”. Los asistidos por el Estado hoy son casi 20 millones de personas, un 221% más que en 2001, alcanzando ahora a un 44,5% de la población total. Pero la gravedad del problema va más allá del volumen de la población comprendida en esta forma de “socialismo”: se apoya en un relato que se nutre de componentes propios de esa ideología. A lo que se suma la extensión de esta facultad de usar indiscriminadamente recursos públicos para lograr objetivos ajenos al interés general a funcionarios de menor rango del Estado. Un episodio relevado también recientemente por el periodismo da cuenta de esta extensión. Es el caso de la titular del Inadi, que utilizó su cargo en el Estado para ofrecer ayudas económicas y puestos públicos como estrategia para resolver conflictos laborales con su empleada doméstica. En su “defensa”, la funcionaria solo atinó a decir “Yo he tomado en el Inadi a mucha gente que conozco”, poniendo en evidencia la creciente enfermedad del modelo que muestra, no solo el mal uso del Estado, sino su absoluta desarticulación.
Malos usos que no hacen más que agravar nuestro estancamiento económico, alimentando un círculo perverso de más pobreza y más asistencialismo, que no puede ser resuelto por un capitalismo de amigos que suma un socialismo asistencial.
*Sociólogo. Club Político Argentino.