Es impresionante, entra y sale. Todo el tiempo, hace tiempo, tiene esa forma abrumadora de duplicar los caminos y de ejercer la supuesta libertad que su suerte de egoísmo moderno le permite. Nadie es como Carrió, pero Carrió es toda una mujer de época y eso, en formato de paradoja, la iguala a todos.
Se ha hecho casi imposible encontrar identidades fijas en la política, ya casi no queda gente así. La política reclama con soberbia que está para mandar. O bien lo hace para modificar el mundo o para ser garantía de que el mundo nuestro sea vivible con alguna ventaja. Esta última es la oferta de Cambiemos.
En su concepto de que las ideologías han generado demasiadas incorrecciones, existe la posición de que quienes ordenan lo que el Estado controla o decide deben correrse a la periferia y sólo gestionar. La sociedad va eligiendo, con una capacidad de rotación asombrosa, si prefiere un camino u otra alternativa. No muy diferente al proceso de decisiones de Carrió.
El uso del tiempo es expresión de lo mismo. El no ajuste a nada, la no identidad, hace que el cambio y las reacciones sean inmediatas. Carrió juega con el Gobierno a una velocidad que sólo el desanclaje moderno le puede permitir. Hay un secreto de su libertad que vive en esa rapidez incontrolable que tragan los medios masivos también al instante, y que la convierten de una actriz política, en una porción de noticia en formato de urgente. No debe volver a definirse para actuar, su identidad, como la de todos, es prácticamente el cambio.
Esta semana es el ejemplo perfecto. Casi a minutos de la denuncia periodística contra Gustavo Arribas sobre la supuesta recepción de dinero proveniente de personas procesadas en relación con Odebrecht, Carrió hizo uso de su libertad, de su desapego partidario y de su compromiso consigo misma para hacer una presentación judicial. El uso de la expresión “república” reemplaza en ella al partido y la deja como única protagonista. La concepción republicana moderna, así utilizada, es un espejismo del individualismo de la modernidad avanzada.
Dentro de la experiencia kirchnerista, la libertad era castigada con adjudicación simbólica de traición, porque en ellos la visión del mundo era tradicional. Revisionismo histórico, estatuas de Jauretche, reivindicación del proyecto político previo a la última dictadura militar y una intención de volver a las ilusiones políticas con agarre fijo. El ingreso suponía aceptación absoluta y el individuo quedaba tomado por el proyecto. Allí el hombre y la mujer libres eran los corruptos, por ejemplo López en el convento.
La experiencia de Cambiemos, justamente, se expresa en la colisión de libertades que seguirán surgiendo sin que eso suponga el quiebre del proyecto. Prat-Gay parece haber sido molestamente libre, igual que Isela Costantini; pero Pinedo puede combatir en los medios a Duran Barba sin expulsarse mutuamente. La libertad de Carrió, igual que la de otros internos del proyecto, encuentra a su vez unión en oponerse al pasado reciente, en donde nadie era autorizado para contraponer el orden central. En la identidad del ya no tan nuevo Gobierno, la discusión y variedad pública son valores a sostener. Carrió no es un factor desestabilizante, es confirmatorio de la experiencia.
Luego de años de no lograr fijarse a nada, Carrió encontró su lugar perfecto en el mundo. Por primera vez dura su apoyo. Su defensa, aunque vigilante, se sostiene porque no está metida en un partido político, sino en la unión de un grupo de hombres, y algunas mujeres, organizados. En su experiencia actual, disfruta de su brillo propio atacando a Lorenzetti y al presidente de Boca, y seguirá hasta los tiempos de los tiempos.
Su libertad no es falta de rumbo, es el rumbo. El modo en que operan las sociedades modernas se expresa en esta sistemática acción de soledad que podemos describir en Carrió. Sin embargo, al poder describirlo, al caracterizarlo, encontramos que se trata de conductas repetidas. Ahora todos serían libres de una manera específica.
La sociedad tiene esa trampa genial en la que creemos que tenemos la opción de hacer de nuestro proyecto el resultado de decisiones propias, cuando de repente todos coincidimos en ser libres del mismo modo.
En realidad, nunca Carrió estuvo más atada que ahora, se parece a todos, y en el Gobierno cada día lo saben más.
*Sociólogo.
Director de Quiddity Argentina.