Perdona, hermano mío, si te digo./ Que ganas de escribirte no he tenido./ No sé si es el encierro./ No sé si es la comida./ O el tiempo que ya llevo./ En esta vida”. Así comienza la canción de Juan Carlos Baglietto Carta de un león a otro. Lo cierto es que me parecía que el Domingo de Pascua es una buena ocasión para dar razones de mi fe y mi esperanza en la Resurrección de Jesús a vos, hermana o hermano no creyente, y que tal vez estés interesada/o en conocerlas. En la Semana Santa los cristianos celebramos la gran sorpresa que Dios tiene preparada para una humanidad envejecida, aburrida, vacía, lastimada por el mal. Dios en Jesús trae la novedad de la gracia con esa iniciativa creativa que es capaz de hacer nuevas todas las cosas. Te cuento algunas acciones de Jesús que me parece han sido y siguen siendo novedosas, prefiero evitar la palabra “revolucionaria” porque está muy gastada. Debería emplear tal vez la palabra “disruptiva”.
El Jueves Santo, Jesús, siendo Maestro y Señor, durante la Última Cena lava los pies de los discípulos, acción reservada a los esclavos. Jesús no hace valer o pesar sus privilegios. Hoy es raro ver algún gesto de poderosas y poderosos que vaya en esta dirección. A lo sumo los vemos “comprometidos”, pontificando sobre la pandemia y el futuro de la humanidad desde sus pantallas de Zoom en sus burbujas inalcanzables. El Viernes Santo, Jesús que pasó haciendo el bien, terminó como un fracasado, un perdedor, contado entre terroristas, corruptos y ladrones. Hoy la cruz de Jesús sería una de nuestras “civilizadas” formas de pena de muerte. Y llegamos por fin a la resurrección. Dios es creativo, ingenioso, si usara una camiseta de fútbol, seguro que sería el 10 del universo. Como Maradona ante los ingleses, Dios en Jesús hace varios amagues al pecado, a la injusticia, al sufrimiento de los inocentes y le clava un golazo en el ángulo a la muerte nuestro último adversario, aunque San Francisco de Asís la llamaba hermana. Se puede jugar al fútbol con y contra los hermanos. O los primos, si preferís.
El lunes después de Pascua, imagino que todo seguirá igual, seguiremos luchando contra esta pandemia con los escasos recursos que tenemos y tal vez las cosas se compliquen. Sin embargo, sé que, en cada corazón, creyente o no, late la vida del Resucitado que nos anima a jugar al detective que busca signos de su Presencia. Ésta es mi esperanza, que podamos vivir en paz y con la alegría de un corazón que se vacía para darse sin medida. Esta es la resurrección de Jesús ya presente en la historia y que culminará al final de los tiempos cuando el Cristo universal cósmico sea todo en todos.
Te cuento que me siento como San Pablo en el Areópago, a quien los atenienses le pidieron dar razones de su doctrina porque a ellos le parecía extraña y querían saber su significado. Sus interlocutores estaban interesados en escuchar la última novedad. Al oír las palabras “resurrección de los muertos”, unos se burlaban y otros decían: “Otro día te oiremos hablar sobre esto”. Sin embargo, algunos lo siguieron y abrazaron la fe. Tal vez esta carta te pueda arrancar una sonrisa de ironía o te deje alguna pregunta sin respuesta. Solo te pido que la leas con benevolencia, con la misma buena intención con la que fue escrita.
“Cuidate hermano, yo no sé cuándo. Pero ese día, viene llegando”.
*Jesuita, doctor en Astronomía, investigador de Conicet-Universidad Católica de Córdoba, ex director del Observatorio Vaticano.
Producción: Silvina Márquez.