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tiempo, ciencia y destino

Casi hoy

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Hace un montón de tiempo, para ser exacta hace veintisiete siglos o sea plena época de Pericles, vivió en la isla de Cos un señor sabio que dedicó su vida a la medicina y de quien hasta hoy se dice que fue el padre de la disciplina médica. Sí, estimado señor; en efecto, querida señora, se trata de Hipócrates, a quien todo el mundo ha oído nombrar gracias a una pequeña, muy pequeña parte de sus méritos que fueron muchos: gracias a ese asunto del juramento hipocrático. Pero don Hipócrates tuvo otros títulos para reclamar su fama y autoridad. No se asuste, no voy a entrar a detallarle una vida tan rica e interesante y que además usted puede encontrar en cualquier enciclopedia. Me gustaría contarle, eso sí, que el médico de Cos sostuvo, seiscientos años antes de Cristo, que las enfermedades de las gentes no eran castigos ni venganzas ni dictámenes de los dioses, sino que provenían del desequilibrio de los cuatro humores, según su teoría. Uno de los grandes pasos hacia adelante que en algún momento dio la humanidad. Sí, bueno, tiene usted razón, ese asunto de los humores es agua pasada y sabemos que equivocada, pero lo cierto es que meterse de lleno en el reino de la naturaleza segundos después de haber abandonado el dominio de los dioses exige no sólo un cerebro bien organizado, sino también audacia, visión de tiempo, mundo y espacio, y sobre todo la necesaria curiosidad para pensar en soluciones hasta el momento desconocidas e incluso temidas. Porque una vez que a uno, a Hipócrates en este caso, se le ocurre que los dioses no tienen nada que ver con la gripe, la gastritis, el reumatismo, el ACV o lo que venga, lo que sigue es la búsqueda de soluciones distintas de las usadas hasta el momento, que eran los ensalmos y bendi–maldiciones, rezos y sacrificios y promesas al Cielo y al Infierno. De ahí a los antibióticos, si me permite la exageración, hay un solo paso. Ese paso lo dio el señor de Cos durante su estancia en este mundo y siguen dándolo sus discípulos aun sin saber que lo están haciendo. Porque fíjese usted cuando vaya a lo de su clínico para una entrevista de control, en lo que le dice el profesional después de haberle tomado la presión y el pulso, haberlo pesado y medido y conversado y aconsejado. ¿Qué le dice? Comer sano, le dice. Alimentarse bien, le dice, sobre todo con verduras y frutas; dormir serenamente, le dice. Y le dice: actividad física. Nada le dice de los cuatro humores, claro que no, pero todo, todo eso que le aconseja, es lo que aconsejaba el médico de Cos. De pronto, querida señora, estimado señor, el tiempo se ha encogido o ha dejado de existir y bajo el sol mediterráneo usted o yo o alguien hoy está frente al padre de la medicina y allá afuera en la plaza un extravagante filósofo le hace preguntas raras a la gente que pasa y se permite dudar de todas las verdades establecidas. Dígame si no somos maravillosamente favorecidos por el tiempo, la ciencia y el destino.