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Catástrofes y calzoncillos

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| Cedoc

La agenda de nuestra indignación es enorme, ocupa toda la semana y la armamos primorosamente siguiendo el derrotero de los fabricantes de noticias. ¿Qué es lo que quieren estos croupiers de nuestra secuencia de malhumores? No está claro.

No tengo antena ni TV, así que mi agenda de noticias la arman las cookies de mi teléfono, que me sirve aquello que considera mis intereses. Mis noticias solo amplifican más de lo mismo y de a poco mis intereses se convierten en una broma de mí mismo. 

Se ve que una vez hice clic sobre un asteroide próximo a hacernos papilla y ahora, cada vez que me levanto, el perro Huaweii que me trae el diario me ofrece más asteroides. Llego al mediodía convencido de que son tantos que en algún momento uno de ellos grande como a) un rascacielos, b) doce estadios de fútbol o c) Andorra burlará la defensa natural de la atmósfera. Al llegar la tarde siento que es inevitable. Me voy a dormir triste y malgastado lamentando no haber podido disfrutar más de la vida, de mis hijos, del amor.

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Al día siguiente no cayó ningún meteorito. Pregunto a mis amigos y no saben nada de ninguna urgencia celeste. Otro día compro un slip por Mercado Libre y desde entonces también me llegan propagandas de calzoncillos junto a los meteoritos. ¿Para qué? Ya lo compré, ¡si hay algo que justo no necesito es otro slip!

Esa agenda está armada en connivencia con nosotros mismos. Como ese dicho que reza que no nombres mucho lo que no quieras que suceda, me doy cuenta de que si temo a los asteroides, seguiré leyendo sobre ellos. Entonces empiezo a evitar toda noticia. En general. Ya no me informan; me venden productos incomprables: meteoritos y angustia. 

Se nos dijo al inicio de la pandemia: conviene desconectar las noticias. Quienes las fabrican ni siquiera son mentirosos; solo nos ofrecen el espejo en el que retroalimentar nuestros temores recurrentes. Para algunos, Venezuela. Para otros, slips y calamidades. Y ajustamos el mundo a esa medida y nos ponemos a vivir en él.