Por qué nos deja tan perplejos el accionar de Mark Sanford? ¿No hubo acaso en la historia otros casos de renuncia al poder en pos de un amor? Ciertamente, no existen demasiados ejemplos –no considero los numerosos escándalos recientes ya que en ellos no es claro el tema del “amor imposible”– pero podemos contar con uno muy conocido. Piénsese en esa historia que ha conmovido a tantos corazones: la de Eduardo VIII, nombrado rey de Inglaterra y emperador de la India que, enamorado de la divorciada estadounidense Wallis Simpson, abdica a los honores en los años 30 del siglo pasado. ¿Hay en los relatos de ciertas claudicaciones al poder una semejanza con el comportamiento de Sanford? Diremos que no, en primer lugar por tratarse de un político, es decir que, a diferencia del monarca, ha elegido y ha dedicado toda su vida al poder, éste no le ha sido dado, sino buscado y con mucho esmero. En segundo lugar, Sanford no renunció a su cargo tomando una decisión explícita, asumida, consciente, sino que se manejó por un impulso, diría irrefrenable, sin ningún cálculo de las consecuencias. Literalmente, dejó su país para venir a la Argentina y vivir unos días de pasión con María Belén, y al parecer no pensaba ni dejar a su esposa ni su cargo: sabía que se trataba de un amor imposible que estaba dispuesto a sacrificar. No se trató de una pasión asumida, sino de un impulso que pondrá en juego su carrera y su familia. Ahora pide perdón a todos.
Lo notable del caso es que se trata de un hombre que ha sido gran defensor de los valores de la familia, gobernador de uno de los estados más derechistas de los Estados Unidos, que integra el llamado Cinturón de la Biblia. Allí el puritanismo protestante, a diferencia del catolicismo, está plenamente encarnado al modo de vida, tal como nos lo ha enseñado Max Weber. El trabajo, la disciplina, la moral del sacrificio se acopla a la idea de éxito capitalista. En la religión luterana, el cumplimiento de los deberes intramundanos es el único modo de complacer a Dios, la profesión es una tarea puesta por el Creador. Mark Sanford estaba formado por tales principios y llevaba adelante todas sus prescripciones siendo uno de los primeros políticos que cuando estalló el “sexgate” de Clinton pidió inmediatamente su renuncia. El apodo de “santo de la tela que nunca encoje” representaba también cual metáfora su imperturbable identidad inmodificable durante tanto tiempo. El psicoanálisis nos enseña que cuanto más rígida es la moral, cuanto más ascética es la vida, cuanto más severos los sujetos, cuanto más censores de los otros, mayor el sofocamiento de sus propios impulsos. Llega un momento en el que las pulsiones así reprimidas salen a la luz de manera incontrolada. Tal vez el “Cinturón de la Biblia” aprieta demasiado, sujeta de más, y cuanto más oprime el cuerpo estalla, la tela ya no es impecable. Dicen las noticias que para el Partido Republicano se trata de una gran derrota, y el psicoanálisis lacaniano le daría la razón: es una derrota de los discursos que intentan dominar totalmente las pasiones humanas. Luego ellas irrumpen “alocadamente”. Y digo “alocadamente”, no por tratarse de alguien que se juega por una pasión que lo lleva a dejar una carrera que podría conducirlo a la presidencia, lo que no sería por sí mismo “autodestructivo”, sino en todo caso producto de una elección. No es éste el caso, porque el gobernador parece que estaba dispuesto a dejar a su amante-amor imposible, pero hace todo para ser descubierto y luego confiesa cual pecador, dejando así que… los otros decidan. Notablemente, vuelve a insertarse en el régimen pecado-punición que gobernó su vida: ahora lo único que quiere es el perdón y la
reconciliación.
En cuanto al “viejazo”, no creo que se pueda reducir todo al “climaterio masculino” pero sí es cierto que a cierta altura de la vida se da en el hombre un querer revivir el “amor de primavera” ya que su otoño lo acerca al invierno de la vejez. Por otra parte, nos dice Freud que en esa etapa de la vida hay una reactivación pulsional que emparenta, en un punto, tal momento con el de la adolescencia.
No deja de interrogarnos que los asuntos privados tengan en el mundo actual tal incidencia en la vida pública: en los diarios hasta figuran los mails que intercambiaban los amantes. ¿Puede decidirse un futuro político por un asunto personal en lugar de dirimirse por cuestiones relativas al bien público, a la ética en la capacidad para gobernar? Claro que en el caso de Sanford fue su propio discurso valorativo de las cuestiones privadas del político el que le tendió su propia trampa.
*Analista. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP)