RIDICULA ALEGRIA PRO VERSUS ABURRIDA SERIEDAD RADICAL. Renovada versión del enfrentamiento de siempre entre dionisíacos y apolíneos. |
Con el lanzamiento de Ernesto Sanz como precandidato presidencial del radicalismo, la muerte de Néstor Kirchner tuvo su penúltimo efecto electoral: el último será cuando Cristina decida ser o no ser ella misma la candidata del oficialismo.
Néstor Kirchner se llevó a la tumba las posibilidades de un circunstancial triunfo electoral del Peronismo Federal y terminó de herir, quizá sin remedio, la eventual candidatura presidencial de Julio Cobos. Sin Scioli o Reutemann por fuera del oficialismo y sin Cobos por el panradicalismo, quedaban sólo Macri y Alfonsín como posibles aspirantes a alcanzar el ingreso a un ballottage.
El gran beneficiado era Macri, porque se le borraban de un plumazo todos los candidatos afines a la centroderecha que podrían hacerle sombra, ya que Alfonsín asume la representación radical de la centroizquierda, espacio que también le disputará al oficialismo Pino Solanas.
Las sociedades siempre votan cambio o continuidad. Si fuera la continuidad de la centroizquierda –más allá de la ambigüedad que implica la centroizquierda en la sui géneris política argentina–, ganaría el oficialismo. Pero si la sociedad llegara a octubre pidiendo cambio, sería porque la inflación o la inseguridad habrían generado un desasosiego superior a la simpatía que Cristina Kirchner produce entre quienes hoy dicen en las encuestas que la votarían.
En ese caso, cambio sería sinónimo de mayor normalidad, previsibilidad, ortodoxia y orden (aunque subyacentemente porque, al igual que “derecha”, es una palabra desprestigiada en Argentina).
El principal asesor de Macri se ilusiona pensando que en el péndulo de la historia quien podría representar mejor ese aleatorio sentimiento de cambio ante los dos problemas que impedirían al kirchnerismo su continuidad –inseguridad e inflación– tendría que ser de centroderecha.
Por ejemplo, en el conflicto por la toma de espacio público en Villa Soldati hace dos semanas, PRO “aprovechó” para mostrarse más a la derecha de lo que se había cuidado de disimular en el pasado.
Paralelamente, Ernesto Sanz podría estar haciendo la misma lectura: si hubiera una posibilidad de que la oposición alcance el gobierno en diciembre próximo, sería desde la centroderecha y no desde la centroizquierda; quizá también presuma que Julio Cobos no llegue con fuerza suficiente para competirle a Alfonsín en la interna del panradicalismo y sienta que puede haber llegado su hora.
Hoy por hoy, Alfonsín resulta el muy probable ganador de la primaria, entre él y Sanz, que esta semana el radicalismo anunció que realizará en abril. Pero las internas dan muchas sorpresas: en el PJ Menem perdía con Cafiero en 1988; en el Frente Grande, Bordón perdía con Chacho Alvarez en 1995; el Frepaso le ganaba al radicalismo en las internas de 1998 de la Alianza; Néstor Kirchner perdía con Menem en las “internas abiertas” que resultó la elección presidencial de 2003, y Obama perdía con Hillary Clinton en las del Partido Demócrata de Estados Unidos hace dos años. Y todo resultó al revés de lo esperado.
Hay quienes piensan que esta interna no tiene por objetivo la verdadera posibilidad de que Ernesto Sanz pueda surgir triunfador (ver página 6) sino la de anticipar el retiro de Cobos de la carrera presidencial y potenciar a Alfonsín como candidato radical. Incluso, se podría afirmar que, aun perdiendo la interna de la UCR, Sanz saldría ganando porque quedaría posicionado como presidenciable para 2015, resolvería su problema de poca visibilidad pública, y si obtuviera un tercio de los votos tendría legitimidad para reclamar en un fortuito gobierno de Alfonsín alguna cuota de representatividad propia.
Pero quizá Sanz piense como Victor Hugo (el novelista francés) sobre que el futuro tiene muchos nombres: para los débiles es lo inalcanzable; para los temerosos, lo desconocido; pero para los valientes es la oportunidad.