El duelo de los familiares comenzó desde el momento de la desaparición del navío, porque la pérdida de un ser querido conlleva el triste interrogante de lo que pudo haber vivido en sus últimos minutos de vida.
La aparición de sus restos, en un lugar determinado del mar, es muy importante para cerrar el duelo y rehacer la vida. Lo mejor es que se retornen los cuerpos; pero si no se puede, ese punto quedará como un campo santo donde los familiares sepan con certeza dónde están los tripulantes.
Aunque los sentimientos no son lineales ni unidireccionales, el hallazgo del submarino significa un alivio, por un lado, y una enorme tristeza, por el otro.
Los duelos son difíciles de cerrar porque siempre hay nuevas situaciones que reactivan el dolor y la nostalgia; fechas de cumpleaños, días del padre o madre o cuando alguien cercano pierde un ser querido. Se reactiva el dolor de la propia pérdida. A veces es necesario que se reactiven –ya sea con la búsqueda del submarino o una reivindicación de justicia– porque el olvido total provoca la culpa.
Un duelo que no se resuelve trae como consecuencia la melancolía, un estado de tristeza que invade a una persona a lo largo de su vida y no se siente con derecho de disfrutar otros momentos.
*Médico psiquiatra y psicoanalista de APA.