Que el Presidente haya tenido una reacción técnica ante un problema político, como los Panamá Papers, y que la ex presidenta respondiera políticamente a cuestiones judiciales, reflejan sus características personales y sus intereses en ubicarse en lugares donde se sienten más cómodos. También es otra aproximación a cómo ella ha gestionado y él gestiona el Estado.
Más allá del hastiante relato, a lo largo de 12 años, y en especial en los últimos 8, el kirchnerismo administró con la bandera de la política. Ponía en la vereda de enfrente a la tecnocracia, demonizada tras la experiencia noventista, en la cual Kirchner y su esposa se movieron tan a gusto.
En nombre de la política, y de la “virtuosa” intervención estatal en temas sociales y económicos, se ejecutaron medidas innovadoras y reparatorias, como la Asignación Universal por Hijo o las ampliaciones jubilatorias. Pero también se justificó todo. Desde la cleptocracia que recién ahora vemos desfilar por Comodoro Py, hasta la festiva expansión monetaria, de subsidios y del consumo que ya empezamos a pagar con sangre, sudor y lágrimas.
A la inversa, Macri y los suyos creen que la gestión es eminentemente técnica, el camino más directo para “resolverles los problemas a la gente” y que “vivan cada día un poco mejor”. Con eso, más el espanto a todo lo que tuviera aroma K, sacó el 51% de los votos en segunda vuelta y llegó a la Casa Rosada.
Como si fuera algo técnico, casi contable, el “sinceramiento” del valor del peso, de las tarifas, de los subsidios, del endeudamiento externo, etc., etc. sumen a gran parte de la sociedad en un creciente desánimo. Y algunos de los que intentan hacer política en el Gobierno, como Prat-Gay, quedan en ridículo al subestimar la proyección inflacionaria. O al asegurar que no habrá más aumentos de tarifas, mientras el imperturbable Juan José Aranguren no los descarta. Los flamantes anuncios de iniciativas sociales entran en esa lógica tecnocrática.
Semejante oscilación pendular extrema no sólo marea. También es peligrosa en un cuerpo social proclive al desequilibrio y a no hacerse cargo de sus decisiones.