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faltan diez dias para que cristina presidenta cumpla un ao

Champán bien ‘frappé’

Ya es oficial que todas las mañanas, durante el desayuno y mientras repasan los diarios, Cristina mira de reojo a su marido, suspira y ladra: “¡Qué vicepresidente me pusiste, Néstor!”, dejando en claro la desequilibrante obsesión que el cada vez más mediático y ocurrente Julio César Cleto Cobos genera en la intimidad del matrimonio gobernante, empezando por ella y sus pocas pulgas.

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Ya es oficial que todas las mañanas, durante el desayuno y mientras repasan los diarios, Cristina mira de reojo a su marido, suspira y ladra: “¡Qué vicepresidente me pusiste, Néstor!”, dejando en claro la desequilibrante obsesión que el cada vez más mediático y ocurrente Julio César Cleto Cobos genera en la intimidad del matrimonio gobernante, empezando por ella y sus pocas pulgas.
Cobos se ha convertido en una especie de increíble anticristo, adjetivo que puede sonar a exageración periodística, pero, como se verá, responde con bastante literalidad al guión teatral representado a diario en lo más alto del poder.
Porque el nombre Cristina viene de Cristo y Cristo viene del griego jris, cuyo significado es “el ungido”. En la antigüedad, se llamaba unción al rito mediante el cual se consagraba a los monarcas, untándolos con aceites sagrados. Nada de esto apunta a la irrespetuosidad de que el lector imagine a nuestra primera mandataria, a Cristina, a “la ungida”, mientras Néstor la aceitaba toda (porque él no puso sólo a Cobos donde está, vale recordar), sino como simple referencia histórica, mítica.
Hubo grandes reinas bautizadas Cristina en Dinamarca, Escandinavia, Suecia... Vaya curiosidad: la mayoría de ellas amaba el frío como nuestra Cristina El Calafate, donde esta misma mañana, según el rito matutino kirchnerista, habrá bufado con la última de Cobos (el vice asegura que, ya que fracasó su infantil idea de convocar a un plebiscito, sólo dejaría su cargo por un juicio político). Pero también Francia tuvo su Cristina. Era la hija de Enrique IV y pudo desplegar sus buenas artes gubernamentales recién cuando enviudó, con lo cual no se pretende estimular malos deseos en ningún lector pasado de rosca, sino apenas incorporar otra referencia histórica. Y también España tuvo su María Cristina, que fue la cuarta esposa de su tío (Fernando VII), madre de Isabel II y un verdadero desastre, hablando de gestiones complicadas: su reinado se desangró en la lucha entre los liberales “cristinos” y los conservadores “carlistas”, seguidores de Carlos III y no de Menem, por cierto.
La historia indicaría, sin embargo, que no fue la Cristina que peor la pasó. El santoral católico cuenta que santa Cristina de Toscana era la hija del mandamás del lugar, un tal Urbano, allá por el siglo III. Y que la niña, ferviente cristiana, un día tomó unos adornos de oro de su padre, los rompió en pedacitos y los repartió entre los pobres. Papá Urbano se puso loco: se la entregó al verdugo para que le desgarrara las piernas con un garfio y él mismo la untó con aceite, pero no para ungirla sucesora, sino para prenderla fuego de pies a cabeza. La piba se salvó como corresponde a una candidata a santa. Es decir, gracias a Dios. Si nuestra Cristina Kirchner conoce este relato, que está en el origen de su nombre, seguro dirá que ella también es condenada por la “distribución del ingreso” que anima su mandato.
El jueves, Cristina formalizó una tregua con el cardenal Jorge Bergoglio y otros dirigentes del Episcopado. Se comprometió ante ellos a “mantener la actividad económica y el empleo” y también a asistir a la Basílica de Luján el próximo 22 de diciembre, donde se celebrará una misa en homenaje a los treinta años de la mediación de Juan Pablo II en el conflicto con Chile por el Canal de Beagle. No la trataron como a una santa, de todos modos: luego de que Bergoglio le dijera que “el único todopoderoso es Dios”, le dejaron un documento donde los obispos llaman al Gobierno a “promover el diálogo y los consensos”, dando por hecho que no es eso precisamente lo que, a juicio eclesiástico, ha venido haciendo.
Faltan diez días para que Cristina celebre su primer año como presidenta. La última encuesta de la consultora Poliarquía indica que su imagen positiva sigue en baja, mientras sube la negativa. Pese a lo que puede creerse, los porteños (24%) la ven mejor que los pampeanos y los nordestinos (22%). No parece ser un excelente balance anual.
Hace hoy exactamente 12 meses, Cristina anunciaba, como presidenta electa a punto de asumir, una canasta navideña rebajada para que hubiera sidra, pan dulce y garrapiñadas para todos. Dijo entonces que “los acuerdos con todos los sectores se construyen todos los días”, frase que sonó prometedora. A diestra y siniestra se ubicaron para la foto Martín Lousteau y Guillermo Moreno. Más que acuerdos, hubo una de líos que ti la voglio dire.
El miércoles 10, Cristina alzará su copa de champán. Dos deseos del autor: 1) que haya aprendido del año que pasó; 2) que tenga luz, para poder tomarlo bien frappé.