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Chau, Carnaval

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Parece que terminó el carnaval (nunca sé si la palabra va con mayúsculas o no; si tiene que precederla el artículo o no), fin, kaput, the end. ¿O no? Son demasiadas dudas, pero es que el Carnaval (usted disimule, estoy tratando de contentar a todas las partes, mayúsculas, artículos, todo eso) además de ser ruidoso es dudoso. Véase que puede venir su nombre y de ahí su significado profundo, de carne levare que viene a ser que hay que dejar los pecados de la carne y dedicarse al espíritu, el alma, las buenas intenciones, en fin, usted me comprende. Pero cuidado, también el nombre puede venir de carnevale que viene a significar lo contrario o sea que vale dedicarse al pecado o, dicho más suavemente, que se pueden dejar atrás la prohibición y el ayuno y dedicarse a comer carne o a lo que le atañe a ella y viva la pepa.

Dejando eso de lado, el festejo, según quienes saben del tema, ha ido modificándose, y de un tiempo de abstención o de no abstención hemos llegado por diversas vías a esto de las comparsas y el sambódromo que por lo visto si no tenemos uno no somos nada en este mundo; a esto de los disfraces, las plumas, los brillos, las comparsas, las murgas, la insoportable música de la alegría obligatoria y a fecha fija. No me opongo a la alegría, el baile y la música, de ninguna manera. Pero me gustaría que la cosa fuera más espontánea, incluso más inspirada en el momento.

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Bueno, qué va, finalmente todos tenemos derecho a bailar, divertirnos y sobre todo a disfrazarnos, y aquí viene una reflexión de filosofía barata, atiéndame bien que como todo lo frívolo es pasajero y fácilmente olvidable. Cuando éramos chicas nos disfrazábamos de odalisca o de dama antigua y en el caso de los chicos, pirata o cow boy. Ahora nos disfrazamos de lo que quisiéramos ser o de lo que  nos gustaría que los demás vieran en nosotras. No es grave. No reclama el chaleco de fuerza y ni siquiera el diván, vea. Hay quienes la van de duros inflexibles triunfadores; hay quienes de románticos pasados de moda; hay quienes de indecisos, enamoradizos, capaces de locas empresas, aspirantes a líderes, lo que venga. Hay quienes la van de musas, de sirenas, de monjas, de intelectuales, ay, de discretas, de hacendosas, de liberadas y etcétera y etcétera. Y qué. Si el disfraz (el sueño) está cerca de lo que una es, no hay problema. La cosa se pone brava si entre el meollo y el disfraz hay un peligroso abismo. Así que cuidado: dése una vuelta por los oropeles y reflexiones, que se nos va el tiempo.