COLUMNISTAS

¿Chau Gutenberg?

Los vaticinios del fin del papel nunca se cumplieron y creo que están muy lejos de consumarse, pero ésa no es la opinión excluyente que encontré en la última conferencia de la Federación de Prensa Periódica (FIPP), que concluyó el fin de semana pasado en Londres.

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Tapa. Revela que la aprobación del jefe de Gobierno inglés, Gordon Brown, bajó al 22%.

 

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Bye Bye Gutenberg fue un libro que en 1990 aterrorizó a editores de todo el mundo. Cíclicamente, como mareas, las olas del pánico golpean con furia las costas de las imprentas para retirarse y luego volver a aparecer. En el digitalmente lejano 1995, Bill Gates –hoy un anciano cibernético, pero por entonces Microsoft era “el cuco” que ahora es Google– pronosticó que en 2000 no habría más diarios. Los vaticinios del fin del papel nunca se cumplieron y creo que están muy lejos de consumarse, pero ésa no es la opinión excluyente que encontré en la última conferencia de la Federación de Prensa Periódica (FIPP), que concluyó el fin de semana pasado en Londres.

Allí, algunos directores de editoriales de todo el mundo temían la proximidad del fin del papel, en parte –creo yo– porque la mayoría de quienes están al frente de empresas periodísticas no son más periodistas, sino ejecutivos de la “industria de la comunicación”, y toman los diarios y las revistas como una “división” de sus empresas de entretenimiento, como la de TV por cable (70% de los ingresos de Clarín provienen del cable) o los parques de diversiones (como Disney o la mexicana CIE –dueña en la Argentina de varias radios–, que junto a varios teatros tiene algunos zoológicos). Confundir entretenimiento con periodismo es tan común como confundir política con espectáculo, haciendo de actrices o deportistas grandes candidatos. Estas actividades tienen varios puntos en común pero no son lo mismo, como tampoco lo es hacer política que gobernar.

Este año la conferencia de la FIPP fue afectada por dos influjos negativos simultáneos. El de la crisis económica mundial, sumado a la convicción de que Internet podría terminar canibalizando a muchos lectores tradicionales. Estos dos temas fueron los grandes protagonista de varias ponencias:

*Matt Brittin, presidente y director ejecutivo de BBC Magazines, comenzó su exposición con una foto de un leopardo corriendo y la leyenda “sólo sobrevive el más rápido” en la competencia por la atención del público. En Inglaterra, 80% de las personas compara precios en Internet antes de comprar off line, uno de cada tres deja su comentario en Internet y ya hoy el 17% del comercio en todo el país se canaliza vía Internet. Navega –por ahora– el 30% de la población mientras que ve TV el 45% y compra diarios y revistas el 10%. De los que navegan, 43% busca contenido, 26% comunidades de interés, 16% e-commerce, 10% comunicarse y 5% indagar. Entre 2005 y 2009 las búsquedas en Google de diarios populares (en Inglaterra son los que publican chismes) creció 458% y las de revistas 225%. El 50% de los jóvenes usa Internet mientras mira TV.

*Jonathan Newhouse, director general de Condé Nast (editora de las revistas Vogue, The New Yorker, Vanity Fair, Architectural Digest), repasó los visitantes únicos en Internet de distintas revistas de Estados Unidos: People (equivalente a Caras) tiene tres veces más audiencia en Internet que ejemplares de papel, 9 millones en Internet contra 3 en papel, pero revistas más chicas como The New Yorker llegan a 16 veces en Internet que en papel y el promedio de todas las publicaciones sumadas tiene siete a ocho veces más visitantes únicos que ejemplares de papel.

*Hugo Chong, de ADGVC de China, mostró cómo evolucionó su país desde la última reunión de FIPP en Beijing en 2007: durante el año 2008 la publicidad en Internet creció 68%, la de TV el 21%, la de diarios el 25% y la de revistas 30%. El promedio de toda la publicidad en China creció 22%, con un incremento del producto bruto de más del 10%. La publicidad en Internet ya representa en China el 8,4% de toda la publicidad del país contra sólo 3% de la radio, 2% de las revistas (todavía hay muy pocas), 19% de los diarios y 25% de la TV.

*Jussi Peronen, presidente de UMP de Finlandia, el gigante mundial del papel –una de sus tantas subsidiarias es dueña de Botnia–, se quejó de la desinformación ecológica. “Una persona usa por año un promedio de cien kilos de papel, y la energía que se usa para fabricar esos cien kilos es equivalente a sólo seis semanas de uso de una computadora, nadie se fija en el consumo de energía de los aparatos electrónicos proveedores de información.”

*John Carls, director general de Roto Smeets, fabricante de máquinas de impresión, defendió la especial relación que crea el papel en la mano del lector, insustituible por Internet: “A diferencia de lo que aquí se dijo, yo no creo que vaya a sobrevivir el más rápido sino el más liviano, y el papel lo es”.

Pero mientras dentro del centro de convenciones, en un antiguo edificio frente al río Támesis, continuaban las disertaciones –treinta en total–, a pocas cuadras de allí, en la célebre calle Fleet de Londres, el periodismo seguía dando muestras de vitalidad y el de papel en particular, de potencia. El diario de calidad más leído de Inglaterra, The Daily Telegraph, dedicó integralmente su monumental tapa (58 centímetros de alto por 37 de ancho) y las primeras nueve páginas a denunciar el uso abusivo de los gastos de representación de distintos miembros del gobierno. Entre los acusados estaban los ministros de Interior, de Vivienda, de Europa y el canciller, más los secretarios de Cultura, de Justicia, de Comercio, de Transporte, de Desarrollo y de Exterior, sumados a los de Gales, Irlanda y Europa continental, el adjunto del primer ministro y el mismísimo primer ministro, Gordon Brown. El nivel de detalle con los gastos llegaba hasta las 241 libras mensuales que Brown pasaba por la limpieza de su segunda casa.

Fleet Street ha sido la calle de los diarios desde que en 1702 allí se publicó el primero de todos: The Daily Courant. En el Nº 135 se levanta el primitivo edificio del The Daily Telegraph (hoy ya mudado cerca de la estación Victoria). Para los londinenses, Fleet es la calle del periodismo, de la tinta y de la aventura, pero también la calle del bochorno, porque no existió gobierno que no tuviera que sentir vergüenza frente a lo que desde allí se informó sobre alguno de sus miembros. Así fue en todas partes del mundo y en todas las épocas. Así seguirá siendo.