“El incidente con el rey en Santiago de Chile dejó en evidencia que América latina está dividida en dos sectores: uno, que defiende al capitalismo y el otro, el de los rebeldes. Hasta hace algunos años en este segundo grupo sólo estaban Cuba y Venezuela. Ahora incluye a Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Los que fueron mayoría parece que ahora están en minoría, y se desesperan”, afirmó el presidente Hugo Chávez el jueves.
El mandatario reiteró que las inversiones españolas “no son imprescindibles en Venezuela. Las empresas españolas van a tener que rendir más cuentas, y yo voy a meterles el ojo para ver qué es lo que están haciendo aquí todas esas empresas. Estoy sometiendo a una profunda revisión las relaciones con España”.
El triunfo en el referéndum revocatorio del 15 de agosto de 2004 (58% vs. 42%) constituyó, tanto en lo interno como en lo internacional, un punto de inflexión en el proyecto revolucionario del presidente Chávez. Hacia adentro, fue el “socialismo del siglo XXI”, en la triple dimensión de aumento del poder del Estado, expropiación de las empresas transnacionales y concentración de la totalidad del poder político en manos del presidente, que culmina con la nueva Constitución, aprobada el 3 de noviembre de 2007 por el Congreso venezolano, y que se apresta a ser sometida a referéndum el 2 de diciembre de este año. Hacia afuera, se dejó de lado la tradicional política exterior venezolana del primer tramo del gobierno de Chávez (1998-2004), en que se afirmaba “la necesidad de construir un orden mundial más equilibrado” y se ratificaba el apego del país a “los principios y valores de la convivencia internacional, el imperio de la ley y la solución de los conflictos por la vía pacífica”. A partir de entonces, el antagonismo con Estados Unidos en todos los campos y tribunas pasó a ser la prioridad estratégica internacional de Chávez, acompañada por la conformación de un sistema de alianzas geopolíticas de alcance regional y mundial.
En lo regional constituyó un eje con Cuba, Bolivia, Nicaragua y Ecuador. En el plano mundial, lo decisivo fue su alianza con Irán y a partir del 17 de abril de 2004 el gobierno socialista español se convirtió en uno de sus aliados más relevantes. Chávez señaló entonces que “las relaciones con el nuevo gobierno español son una tarea fundamental, con sentido geoestratégico, de la Revolución Bolivariana. El vínculo con España es vital para la revolución”. Esta prioridad estratégica de orden mundial terminó el fin de semana pasado en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile.
Chávez, tras la cumbre de Santiago, ya no enfrenta sólo a Estados Unidos en el sistema mundial. Su adversario es ahora el “capitalismo” en su fase de globalización. Por eso, denuncia al rey Juan Carlos, a Rodríguez Zapatero y a las empresas españolas sin distinción; esto es, al conjunto del “fenómeno España” en el campo internacional.
Santiago de Chile es un nuevo punto de inflexión en la política exterior de Chávez. Así como en agosto de 2004, pasó de los principios tradicionales de la diplomacia venezolana a la denuncia sistemática de Estados Unidos, ahora, tras la XVII Cumbre Iberoamericana, su prioridad es el enfrentamiento con el sistema internacional en su conjunto, a través de una política de ruptura y desconexión.
El “socialismo del siglo XXI”, antes que un programa económico, político y social, es el “horizonte estratégico” de la lucha entre el Imperio (ahora considerado sinónimo del capitalismo en su fase de globalización) y los pueblos del mundo, en primer lugar los del continente, cuyo contenido “es una nueva civilización post capitalista de alcance mundial”.
La inversión directa realizada por las empresas españolas en el exterior ascendió a 89.679 millones de dólares en 2006, una cifra sólo superada por la de Estados Unidos (216.614 millones) y Francia (115.036 millones), según la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), en su “Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2007”.
España es así el tercer país en orden de importancia en la emisión de inversión extranjera directa (IED). Dejó atrás a Suiza (81.505 millones), Gran Bretaña (79.457 millones) y Alemania (79.400 millones).
La internacionalización es un rasgo generalizado de las empresas e instituciones financieras españolas. La IED de España en América latina es muy superior a la de los otros países europeos, y sigue una trayectoria común con las del principal emisor mundial: Estados Unidos.
En términos del flujo crucial del núcleo de la globalización, España, antes que un país europeo, es un aliado estratégico, que sigue la estela con el mismo sentido y dirección, de la inversión norteamericana en el exterior.
Es con esta fuerza, una de las principales de la globalización, que Chávez ha roto en Chile.