El gobierno chino condenó la semana pasada al régimen norcoreano que lidera Kim Jong-il, tras la exitosa prueba nuclear subterránea realizada por éste el 9 de octubre, por “su flagrante y provocativa violación de las normas de seguridad internacional”. La República Popular declaró que el gobierno de Pyongyang “desafía la oposición universal de la comunidad internacional”.
China es la principal aliada de Norcorea, en un sentido estricto, la única que tiene en el mundo; y el comercio bilateral entre los dos países representa más del 60% del comercio internacional de Corea del Norte.
El jueves de esta semana arribó a Pyongyang el enviado especial del presidente de la República Popular, Hu Jintao, el consejero de Estado, Tang Jiaxuan, uno de los 5 principales integrantes de la elite del Partido y del Estado chinos, acompañado por Dai Bingguo, director de Asuntos Internacionales del Partido Comunista (PCCh).
Tang Jiaxuan, de jerarquía superior al ministro de Relaciones Exteriores, trasmitió personalmente a Kim Jong-il el rechazo de Beijing a la prueba nuclear del 9 de octubre, le exigió evitar un nuevo test y le reclamó la reincorporación de Corea del Norte a las negociaciones de la “mesa de los seis” (Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Corea del Sur y Norcorea).
Antes de entrevistarse con Kim Jong-il en Pyongyang, el consejero Tang Jiaxuan viajó esta semana a Washington y a Moscú, donde se entrevistó con George W. Bush y Vladimir Putin.
China actúa como una potencia mundial. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, dos semanas después del test nuclear norcoreano, y tras su viaje a Beijing, en el que alcanzó un acuerdo estratégico de largo alcance con la República Popular, manifestó que “Japón no va a desarrollar un arma nuclear”.
Frente al desafío nuclear norcoreano, la respuesta japonesa es la alianza con China.
El premier Shinzo Abe, de larga trayectoria nacionalista, y principal impulsor de la revisión del artículo 9 de la constitución pacifista de 1946, actúa frente a China en forma similar a la de Richard Nixon en 1972.
En los últimos cinco años (2001-2006), China ha firmado 10 acuerdos bilaterales de libre comercio, una cifra superior a la de Estados Unidos en igual período, incluso uno con un país fuera del Asia: Chile.
El año pasado, China se incorporó a la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), un tratado de amistad y cooperación que incluye a más de 30 países de la región; es el acuerdo central de integración de la región Asia-Pacífico.
Al mismo tiempo, el gobierno chino impulsa la transnacionalización de sus empresas públicas y privadas, multiplicando la inversión extranjera directa en el exterior, a través de la consigna “ser globales”.
Las inversiones extranjeras directas de las compañías chinas en el exterior alcanzaron los 12.300 millones de dólares en 2005, lo que las lleva a un total acumulado de 57.200 millones de dólares invertidos en 163 países.
Del total de la inversión en el exterior, el 60,3% está en Asia-Pacífico, el 16,2% en América latina, en Africa 6,9%, en Estados Unidos 6,7% y en Europa 6,3%.
Además, las empresas chinas han creado filiales en el exterior por valor de 1.700 millones de dólares, y son 1.930 millones los empleados en fusiones y adquisiciones.
Sólo en empresas de gas y petróleo en todo el mundo, China ha invertido ya 6.000 millones de dólares, mientras que ascienden a 33.000 millones las inversiones realizadas en industrias que explotan recursos minerales de Canadá, Australia, Brasil, Sudáfrica, Chile y Zambia, entre otros.
Las inversiones extranjeras de China cubren una amplia gama de sectores; el 32,7% se orienta a la industria minera, incluyendo la energía; el 15,1% se dirige al transporte y el almacenaje (la logística de las anteriores inversiones); el 14,5% a las ventas mayoristas y minoristas; y el 13,8% a la industria (por ejemplo, la división de fabricación de ordenadores personales de IBM: Lenovo).
Los sistemas de poder mundiales se construyen en forma inadvertida, en respuesta a desafíos de seguridad. No responden a un plan maestro. En las últimas dos semanas, tras el estallido nuclear subterráneo de Corea del Norte, China ha asumido un papel mundial en el plano político-estratégico, al lado de Estados Unidos, y ha establecido un acuerdo de largo alcance con Japón que, como respuesta, ha renunciado explícitamente al desarrollo de armas nucleares.
En las condiciones de la globalización, de la integración mundial acelerada del sistema capitalista, las alianzas político-estratégicas surgidas como respuesta a los desafíos de seguridad, no tienen una relación directa con la previa complementación económica de los países que las realizan; pero, una vez establecidas, como ha ocurrido en las últimas dos semanas en el sudeste asiático entre China-Estados Unidos-Japón, su contenido revela y expresa la integración económica previa.
“Grande es el desorden bajo el cielo. La situación es excelente”, dijo Mao Tse Tung.