Entender el pensamiento internacional chino es entender el mundo del futuro, cualquiera sea el resultado de la competencia entre este país y los Estados Unidos. China ya ocupa un lugar central en la escena internacional y su dinámica de crecimiento basada en una cultura y filosofía milenarias debe ser estudiada en profundidad.
La diversidad y complejidad de sus teorías sobre las relaciones internacionales hace que tengamos que recurrir a los propios pensadores chinos. Uno de estos autores es Qin Yaqing –vicepresidende de laUniversidad de Asuntos Exteriores de China–, quien en su artículo Culture and global thought: Chinese International theory in the making desarrolla el estado del arte actual de las teorías en su país.
Para este fin, el autor utiliza el concepto de geyi, o interpretación analógica, que toma prestado de Lui Xiaogan y es entendido como “esquema conceptual para explicar la realidad”.
En un primer esquema conceptual denominado “anverso” cobra especial relevancia la obra Rethinking Empire from a Chinese Concept ‘All under- Heaven’(Tian-xia), de Zhao Tingyang, profesor del Instituto de Filosofía de la Academia China de Ciencias Sociales.
El autor se concentra en el concepto de tianxia, traducido como “lo que está bajo el cielo”, que se remonta a la dinastía Zhou (1046-256 a. C.), en donde se instaló y practicó como el sistema ideal de gobierno del mundo.
Esta teoría se rige por tres ideas centrales de carácter normativo: para resolver los problemas del mundo se requiera un sistema universalmente aceptado; este debe beneficiar a todos los pueblos y debe generar una armonía universal.
Asimismo, supone el ideal del imperio perfecto y se sostiene en tres elementos: la tierra o el mundo; el corazón de los hombres o la voluntad popular, y la institución mundial o sistema universal.
Este conjunto de conceptos diferencia la sociedad-mundo de los Estados-nación y se basa en un triple espacio: geográfico, psicológico y político. Este mundo es un mundo en construcción, haciéndose. Esto implica un sistema mundial imperfecto de basamentos conflictivos que debe dirigirse hacia una realidad de armonía entre las partes.
En esta concepción está en primer lugar el mundo que los Estados, a la inversa de la construcción realista occidental, y es anunciada como la filosofía del “nuevo imperio”. Un imperio basado en “no hacer nada que disminuya la libertad y niegue los intereses del pueblo”, según menciona Lao Tse en el Tao Te Ching 500 años a. C.
El pilar de este imperio –según el confucionismo– es la familia, como sustento de la armonía, la cooperación y los intereses comunes, que se traslada a la organización política.
Para las tradiciones chinas, la individualidad no es racional sino “relacional” y la existencia se transforma en una “coexistencia”. Ambas generan una “ontología de las relaciones”. La clave está en el concepto de jen como “la mejor relación entre las partes”. El utilitarismo es reemplazado por la reciprocidad en los vínculos sociales para llegar a la perfección de la “otredad”.
El resultado del pensamiento chino analizado por Zhao es la crítica al modelo de las Naciones Unidas, que se sustenta en el pluralismo y el universalismo como lógica de la individualidad subjetiva y el intento por extenderla al resto del mundo. La teoría de tianxia reemplaza estos dos conceptos por “el mundo como uno”, que acepta las diferencias en una armonía de la totalidad.
Finalmente, el resultado de la modernidad no son los Estados fallidos sino un mundo fallido. Un mundo que no ha construido la “mundialidad”. Y para la resolución de este problema se requiere reemplazar la teoría internacional por una teoría mundial.
Que estas teorías chinas se armonicen con el sueño del idealismo occidental sería la fórmula soñada de la nueva bipolaridad.
*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.
Producción: Silvina Márquez.