En el mundo del turf se cuenta que a los caballos de carrera más nerviosos –que no pocas veces son grandes corredores– se les coloca una oveja en su box para calmarlos y que rindan mejor en la pista. Aunque la técnica pueda funcionar, aclaran que se trata de un recurso usado en el campo pero que no tiene rigor científico. El doctor Jorge Genoud, especialista en equinos de la Sociedad Rural, explica que cuando los purasangre no logran relajarse “algunos cuidadores suelen colocarles una oveja que les haga compañía durante sus largas horas de soledad, y determinados caballos logran tranquilizarse y estar mejor”.
En el mundo de la política, ese efecto traquilizador lo genera Marcos Peña en Macri. La presencia del jefe de Gabinete junto al Presidente es un bálsamo sin el cual a Macri le costaría mucho más enfrentar el estrés que generan el ejercicio de su cargo y el encierro al que naturalmente lo confina.
Pero no le alcanza, porque en el bastante menos complejo Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, además de Marcos Peña a su lado Macri tenía también como jefe de Gabinete a Horacio Rodríguez Larreta, cuyas compacidades ejecutivas y económicas son incomparables. Ahí entran Mario Quintana (a quien Rodríguez Larreta había seleccionado para ser su propio jefe de Gabinete a partir de pasar a ser jefe de Gobierno de la Ciudad) y Gustavo Lopetegui. Los vicejefes de Gabinete –en palabras del propio Presidente, sus “propios ojos y oídos”– completarían las capacidades de Marcos Peña sustituyendo el papel fáctico que cumplía Rodríguez Larreta cuando Macri gobernaba la Ciudad.
Las cabras y las ovejas fueron los primeros animales en ser domesticados y quizá por eso, no bien la presidencia de Macri dejó de responder a las expectativas de quienes antes la aplaudían, las ovejas de la metáfora se convirtieron –literalmente– en chivos expiatorios. Desde la mayoría de los medios afines al macrismo y diferentes aliados electorales de Cambiemos ahora llueven críticas al jefe y a los vicejefes de Gabinete, cuando en realidad a quien deberían criticar (y aún no se animan) es al propio Macri, que es quien verdaderamente toma las decisiones.
Los mismos que ahora critican que se pierde mucho tiempo en reuniones, quitándole dedicación a la acción de gobierno, hace no tantos meses elogiaban la disciplina con que se llevaban adelante esas reuniones, donde hasta se les cobraba multa a quienes llegaban tarde. Es habitual que cuando la necesidad genera afecto por obligación, lo que inicialmente era visto como virtud luego es visto como defecto, y ambas son sensaciones artificiales.
La salida de Alfonso Prat-Gay del virtual Ministerio de Economía y de Carlos Melconian del Banco Nación, mostrando heridas en el “mejor equipo de los últimos cincuenta años”, también fue achacada a las tensiones con Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. Y hasta Elisa Carrió criticó a los CEO porque podrían ser muy capaces en la gestión privada pero ignorantes de la gestión pública. Paradójica advertencia a más de un año de haber asumido e ingrata con Mario Quintana, quien ha sido el encargado de dedicar una significativa parte de su tiempo durante estos casi quince meses a llevarle a Carrió todo tipo de explicaciones de los actos de gobierno para que mantenga su apoyo basado en algo más que la fe. Es cómodo decir “no se pueden cometer más errores”, como hace Carrió, sin hacerse cargo de participar de la ejecución del Gobierno y al mismo tiempo siendo parte del él.
Macri siempre manifestó que precisaba de equipos y sus coordinadores para conducir. Lo que ahora se critica no es el sistema de conducción, cómo se argumenta en la superficie, sino los resultados, que no están a la altura de lo esperado. Desde estas columnas siempre se marcó cuáles eran las limitaciones de Macri. Hay una responsabilidad compartida también entre quienes se generaron expectativas desmedidas y no sólo en quien fue su generador.
Pero no debería sorprender: ya sucedió con todos los presidentes que al asumir son investidos de esperanzas que los sobrepasan y se les perciben capacidades de las que carecen para luego, al descubrirlos de verdad, verlos peor de lo que son.
Los humores de la opinión pública y publicada, que sigue satisfaciéndola, suelen ser tan cambiantes como el humor de un adolescente. La fábula del rey que estaba desnudo demuestra que la capacidad de ilusión sin límite de las personas en grupo no es un problema novedoso. El problema sería que el propio Macri se viera él mismo con trajes que no tiene o alternativamente desnudo por lo que le devuelva en sus ojos la mirada de los otros.
Seguramente las sonrisas que recibió en España repararán el sabor amargo de la mala despedida al salir de Argentina después de pasar la peor semana desde que inició su gobierno. Le esperan meses difíciles, en los que la presencia tranquilizadora de escuderos que lo hagan sentir (bien) acompañado cumplirá un papel más importante que nunca. Aunque el doctor Jorge Genoud relativiza la importancia de la oveja en el box para ganar carreras porque, “como en cualquier deportista humano o animal, la garra del corredor o su capacidad de brindarse durante la carrera o al ser exigido (algunos lo llaman ‘corazón’) son lo fundamental para el éxito”.