COLUMNISTAS
1932-2017

Ciro Bustos, artista revolucionario

Ciro-Bustos
Mendocino. Acompañó al Che Guevara en la aventura por la selva boliviana. | Cedoc Perfil
La columna guerrillera avanza de noche, en medio del monte. A él le toca ir detrás del Che, al que oye hablar. Se acerca a él, pensando que quería decirle algo, pero advierte que el Che está recitando un poema...

En medio de la oscuridad selvática, caminando a ciegas, el Che recita los versos de un poeta español al que amaba.

“Es que la poesía es siempre otra dimensión. El no va hablando con nadie, se escucha a sí mismo. Pero al decirlo, el poema ilumina la escena interior. Es meterse en esa otra dimensión, sortear las espinas del camino, sus irregularidades, incógnitas”, recordó Ciro Bustos, quien siguió en Bolivia a la columna de Guevara, antes de ser capturado.
El año 2017 comenzó con una muerte muy especial, la de Ciro Bustos. Era un artista, un pintor mendocino que se comprometió con la revolución latinoamericana que soñaba Ernesto Guevara, y por ello recorrió el mundo llevando su mensaje y reclutando camaradas que quisieran acompañar al Che en esa aventura.

Entrenamiento militar en Cuba, transporte de armas, pasaportes falsos, mensajero del líder guerrillero, polémicas en la China comunista, polémicas con el Partido Comunista, todo eso fue Ciro Bustos, artista, aventurero, combatiente, exiliado hacia el final de su vida en uno de los lugares más fríos del planeta.

Y en su doble rol, artista y revolucionario, fue amigo de José Luis Mangieri, director de La Rosa Blindada; Juan Gelman, en aquel entonces director de la agencia de noticias de China Popular; Oscar del Barco, “poeta y filósofo existencial”, según su descripción; Alberto Szpunberg, poeta, miembro de la redacción del diario La Opinión y militante de la Brigada Masetti; Pancho Aricó y Héctor Schmucler, miembros de la legendaria revista Pasado y Presente.

Ciro Bustos conoció a todos: Emilio Jáuregui, muerto a tiros en Buenos Aires; Ismael Viñas, dirigente del MLN; Eduardo Jozami, dirigente del Sindicato de Prensa; Gustavo Roca, abogado comprometido con la defensa de presos políticos; Raúl Sendic, jefe de los Tupamaros en Uruguay y tantos otros que con el optimismo de la voluntad se embarcaron en una aventura que tenía como objetivo final una gesta que presuntamente transformaría el planeta: una América Latina socialista y el derrumbe del capitalismo norteamericano.

Nadie podrá negar que era una empresa ambiciosa; una empresa que despreció en muchos casos a la “democracia burguesa” y en su camino llevó consigo a la tumba a decenas de miles de jóvenes que adhirieron al legado de Cuba. Pero recordemos que también en muchos casos esos jóvenes se rebelaron no contra democracias así fueran formales sino contra dictaduras militares que se adueñaban del Estado como si les perteneciera cuando los votos en las urnas contrariaban sus propias expectativas.

Ciro Bustos fue castigado por todos: por sus captores que lo torturaron y encarcelaron en condiciones inhumanas; y por los cubanos que lo convirtieron en el chivo expiatorio para ocultar sus propios desatinos y abandonos. Los cubanos, Fidel y Raúl, lo acusaron de lo peor: de haber delatado al Che. La acusación era falsa. Pero jamás la levantaron. La espera de Ciro por casi cincuenta años de una retractación de Fidel fue totalmente en vano.

Nació en Mendoza en 1932 y murió en Malmö, Suecia, el 1º de enero de este año. Dos meses antes, en noviembre de 2015 había muerto otro “Pelado”, Héctor Jouve, integrante de las filas del EGP de Masetti, quien también estuvo preso muchos años y fue amigo de Ciro. Sus muertes parecen culminar con una etapa iniciada en la Argentina de la década del sesenta que chocó contra los muros de una utopía que, como tal, era irrealizable. En aquella generación de militantes estas muertes son dolorosas porque significan el final de aquellos inolvidables años de impulsos vitales. Y de sueños compartidos.

*Directores de Ejercitar la Memoria Editores.