Cuando la semana pasada se anunció que Jorge Lanata dejaba la dirección del diario Crítica, me llamó la atención la manera ácida como Clarín lo informó. No resulta muy elegante que quien ignore el nacimiento de un medio luego se ocupe de sus vicisitudes. Y, peor aún, sume además una cuota especial de agresividad. Crítica le respondió inmediatamente volviendo a colocar en su puntocom una vieja nota sobre las finanzas de los dueños de Clarín que nada tenía que ver y era más burda aún, pero Crítica es un diario cien veces más pequeño que Clarín y las responsabilidades de ambos medios no son las mismas. Si bien siempre es reprobable el uso de la fuerza para resolver controversias, no le cabe la misma pena a un campeón mundial de box de peso pesado que agarra a trompadas a quien le choque su auto que a cualquier otro automovilista.
Traté de dar vuelta la página pero este viernes me sorprendió otra nota de Clarín sobre Crítica, tanto por su espacio –casi una página completa– como por su título: “Repudian la alteración de una foto histórica en el diario Crítica”.
Decía la nota: “La Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina (ARGRA) denunció la adulteración de una foto aparecida en la tapa del diario Crítica de la Argentina, el último 1° de abril. Es una imagen muy conocida de Raúl Alfonsín de espaldas, caminando por los jardines de la Quinta de Olivos y con las manos atrás. Junto a él, en la foto original e icónica se veía a Carlos Menem, erguido y también de espaldas. Fue tomada en 1989, cuando ambos negociaban el traspaso anticipado del mando presidencial. El autor es Víctor Bugge, histórico fotógrafo de Presidencia de la Nación. En su momento, Bugge contó: ‘Ellos no sabían que les iba a sacar la foto. Fue hecha con un lente especial y los seguí siempre de espaldas. Es una de mis fotos principales’. En Crítica borraron a Menem de la foto. Recortaron la imagen. Publicaron sólo a Alfonsín, no aclararon que se trataba de un montaje y omitieron firmar el crédito que le corresponde a Víctor Bugge. ARGRA fue dura en su comunicado: ‘La foto de nuestro colega fue intervenida, alterando su contenido en desmedro de una imagen (la original) que es parte de nuestra memoria social (...) El problema es que nadie en el diario Crítica consideró relevante consultar al autor o avisar al lector desprevenido (...) Lo que hicieron no sólo está reñido con la más elemental ética periodística. Es un delito previsto y tipificado en la ley 11.723 de derechos de autor’. Consultado por Clarín, Víctor Bugge habló del hecho: ‘Yo creo que mínimamente se podía haber reconocido de quién era la foto. Las imágenes no deben alterarse y si eso se hace, hay que decirlo. Explicar que es un recorte de una foto original, y darle el crédito al autor’. Bugge trabaja desde hace 30 años en la Casa de Gobierno, y sus fotos fueron muchas veces publicadas sin el debido crédito: ‘Yo no niego el uso de mis imágenes, porque las suministro a diario –explicó–. Pero sería lindo que se ponga el acento en el tema de los derechos de autor. Espero que esto sirva para que no vuelvan a ocurrir cosas como ésta. Si este episodio sirve para eso, bueno, bienvenido’. La adulteración de fotos es una práctica denostada en general, pero a la vez relativamente habitual. Fue muy utilizada por regímenes totalitarios para exaltar la figura de los gobernantes exhibiéndoles de la mejor forma. Las nuevas tecnologías digitales han potenciado las posibilidades de manipulación de las imágenes y la potestad de los editores para cambiar lo que la lente refleja por sí misma.” [Fin]
Terminé de leer la nota con la sensación de que no era periodismo lo que acababa de recorrer. Busqué saber quién era el autor y no había firma. ¿Cómo un diario que firma incluso con foto y dirección electrónica del redactor hasta pequeños recuadros de un puñado de líneas, justo no firma una nota de casi una página?
Al día siguiente leo en Crítica un reportaje al autor de la foto que generó la polémica, el fotógrafo presidencial Víctor Bugge, titulado: “Esa tapa me gustó y emocionó”. La “víctima” de Crítica dice: “No, mire si me voy a enojar por eso. Si hasta Charly García intervino con pinceles y marcadores mis fotos. Otros las convirtieron en dibujos”. “Si esa imagen sirve para emitir un mensaje, bienvenido sea. Una vez que hago las fotos, las fotos son de todos”. Crítica cuenta que el día que publicó la tapa con la foto en cuestión, Víctor Bugge llamó al diario para pedir ejemplares y versiones digitales “porque me gustó, me causó emoción verla, saber que se estaba mostrando la partida de un dirigente, nada menos que Raúl Alfonsín, a partir de una imagen mía. Estaba claro que lo que se publicó no era la foto original. A lo sumo podrían haber aclarado la autoría de la foto y que es un recorte de un original. Pero eso es todo”.
¿Por qué Clarín entrevista al fotógrafo y omite contar lo esencial de su sentimiento?: que no sólo no le molestó la tapa de Crítica sino que “me causó emoción verla, saber que se estaba mostrando la partida de un dirigente, nada menos que Raúl Alfonsín, a partir de una imagen mía”.
Primero pensé que el resentimiento podía obedecer a las clásicas miserias de redacción: enemistades por celos o cuestiones personales. Pero luego me informaron que el mismo reproche a Crítica había sido hecho en radio Mitre, del grupo Clarín. Es obvio que el tema de esta fotografía no justifica la dimensión que le dio Clarín: el error de Crítica fue no haber aclarado que se había sacado a Menem de la toma, pero es evidente que su intención no era engañar porque la fotografía elegida es tan recordada que no quedaban dudas de que se trataba de una fotoilustración.
La magnitud que Clarín le dio al tema de esta fotografía, sumada al trato descortés con que cubrió la renuncia de Lanata a la dirección de Crítica, hace sospechar que podría haber en esas actitudes una intención que trasciende a Crítica y a Lanata. Y en ese caso, la cuestión ya cruzaría la frontera del conflicto entre colegas para adquirir una dimensión de abuso de poder por la posición dominante que el Grupo Clarín ostenta en los medios de comunicación. Como si se tratara de un mensaje a todos los sujetos noticiosos, donde les dijera: “Soy tan grande que ¡cuidado! Nadie se meta conmigo porque después, no importa el tiempo que pase o que ya no resulte una amenaza quien me desafió, igual iré contra él y hasta contra sus descendientes; no porque especialmente me importe su escarmiento sino para que todos los demás se inhiban de meterse conmigo. Por eso, no tendré grandeza en la victoria y seré despiadado con mis contrincantes, especialmente en sus momentos de mayor debilidad”.
Si esta hipótesis fuera correcta, no se diferenciaría en mucho del estilo que criticamos en Néstor Kirchner. Espero que esa eventual sospecha sea infundada y esta controversia no se trate de una política corporativa sino meramente de un error, de los que ninguna organización está exenta. Los medios, aún reconociendo nuestras limitaciones intelectuales y la sideralmente menor cantidad de recursos frente al Estado, tenemos la obligación de imponernos las mismas exigencias que le reclamamos al Gobierno. Y tratar de que lo que publicamos sea íntegro, más aún cuando se trata de colegas donde el conflicto de intereses nos obliga a ser más ponderados sin que esto implique una actitud gremial.
Un comentario personal: al igual que al fotógrafo Víctor Bugge, esa tapa de Crítica me resultó creativa. E independientemente de que Lanata no haya logrado que el diario Crítica estuviera a la altura de sus expectativas, merece mi respeto aquel que dedica todo su esfuerzo a hacer periodismo.