COLUMNISTAS
el vice sobreactua un redituable rol opositor

Cobos, en el teatro de Antonini

En su ensayo La comunicación política, o el juego del teatro y de las arenas, el politólogo canadiense André-J. Bélanger, profesor de la Universidad de Montreal, sostuvo que “en todos los tiempos, los gobernantes debieron recurrir a la teatralidad para fundar su legitimidad y hacer ver aquello que los distinguía” del resto. Y señaló a Charles Luis de Secondant (más conocido por su alias, Montesquieu), como el primero en comprender muy bien que “el resorte de la monarquía reposaba en el honor, es decir, según él, en las distinciones, en la búsqueda de un reconocimiento fundado en la resonancia de las acciones”.

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En su ensayo La comunicación política, o el juego del teatro y de las arenas, el politólogo canadiense André-J. Bélanger, profesor de la Universidad de Montreal, sostuvo que “en todos los tiempos, los gobernantes debieron recurrir a la teatralidad para fundar su legitimidad y hacer ver aquello que los distinguía” del resto. Y señaló a Charles Luis de Secondant (más conocido por su alias, Montesquieu), como el primero en comprender muy bien que “el resorte de la monarquía reposaba en el honor, es decir, según él, en las distinciones, en la búsqueda de un reconocimiento fundado en la resonancia de las acciones”.
Dos definiciones más de Bélanger que vienen al caso:
“Como la apariencia era manifiestamente considerada el elemento significativo del juego político, la corte se ofrecía ella misma como espectáculo.”
* “Si bien la monarquía funcionaba en gran medida atendiendo a la teatralidad, la democracia no se quedó a la zaga en este particular.”
Esta semana, Julio César Cleto Cobos decidió desembarcar en Miami, para lograr su bolo en la obra protagonizada por Guido Alejandro Antonini Wilson. Se trata de una mezcla de novela negra con película de espías y enormes dosis de culebrón caribeño. Valijas nocturnas y clandestinas repletas de dólares, fiscales y abogados tipo Hollywood, rubias platino más rápidas que Mata Hari, morochas que fueron policías y compiten para vedettes, funcionarios oscuros en aviones de alquiler, presidentes latinoamericanos que se regalan plata por debajo de la mesa... En fin, un guión con ingredientes para todos los gustos, donde sólo faltaba el ingreso fugaz pero estelar de Don Cleto: un vicepresidente que formó parte de la misma campaña electoral puesta bajo sospecha y pretende no sólo despegarse del asunto, sino, sobre todo, ser el próximo presidente de su país.
La sorprendente carrera opositora de Cobos a sólo diez meses de haber asumido como pata radical del oficialismo es, en gran medida, fruto de las apariencias. Y no necesariamente de las apariencias en el sentido negativo de exhibir una cosa donde en realidad hay otra, sino en cuanto a lo que se ve, a la intención teatral de lo que se muestra. A la actuación.
Volvamos por un instante al Gordo Antonini, para entender de qué teatralidad estamos hablando. El voluminoso venezolano suele salir de las audiencias judiciales llevándole el bolsón rojo a su abogada,  Theresa Van Vliet, en una infantil aunque inequívoca señal de que es un hombre muy solícito, siempre dispuesto a quitarles pesos de encima a sus acompañantes. Claro que hay valijas y valijas...
Con distintos fines, pero con la misma teatralidad (la que supone que una imagen puede valer más que mil palabras), Cobos viene sacándose una o dos o tres fotos por semana en los escenarios más inconvenientes o irritativos para Néstor y Cristina Kirchner, matrimonio histriónico si los hay.
Repasemos:

  • Los Kirchner odian a la dirigencia agropecuaria. Cobos se saca fotos con la dirigencia agropecuaria.
  • Los Kirchner hacen que odian a Mauricio Macri. Cobos se saca fotos con Macri.
  • Los leales a los Kirchner tratan de traidor a Felipe Solá. Cobos sonríe para la foto con Solá.
  • La suerte de los Kirchner acusa contratiempos en Miami. Cobos se va a Miami, se codea con el establishment y advierte que su propio gobierno debe explicarnos el Valijagate.
La tournée cobista ya es tan larga como atrapante. Cobos viene siendo el político más popular de los últimos meses, siempre gracias a lo que se puede saber leyendo encuestas. Sin llegar ni por las tapas a semejante sentimiento, el autor de esta columna debe confesar que, desde que los años y las responsabilidades lo obligaron a dejar la vagancia juvenil, hubo sólo tres veces que no pudo apartarse del televisor durante horas y horas:
El 11 de septiembre de  2001, cuando aquellos dos aviones de línea se incrustaron en las Torres Gemelas.
En enero de 2002, durante la semana en que gobernó la Argentina Adolfo Rodríguez Saá y había función continuada en el Salón de los Bustos de la Casa Rosada.
Y en julio último, cuando hubo que esperar hasta la madrugada para saber el resultado de la final Gobierno vs. campo, que el propio Cobos desempató con su voto “no positivo”.
Lo que no acaba de entenderse bien es el objetivo de la contra-teatralización de los Kirchner ante el vicepresidente de la gestión Cristina. Lo tratan de traidor, le piden la renuncia, no lo invitan al homenaje a Raúl Alfonsín, no le aprueban los gastos del viaje a Miami. Si esto fuera todo teatro, alguien podría llegar a la conclusión de que quienes más están haciendo para construir una alternativa política encabezada por Julio César Cleto Cobos no son otros que los mismos Kirchner.
Si así fuera, con el tiempo podrían no sólo darse chapa de haber reinventado al oficialismo, sino también a su propia alternancia. Y presentarse a los Premios ACE, definitivamente.